CARTAS AL ALCALDE
La vida en prosa de la Casa de Campo
Resulta que sí tenemos playa, aunque lo de la playa es metafórico
Los mirones con arte

Madrid es una ciudad con mucha poesía de atasco, pero ahí está la Casa de Campo, que lleva como una vida en prosa, como una vida aparte del concierto de claxon de la ciudad. Ahí queda la playa que no tenemos, alcalde.
La Casa ... de Campo dio su gran estirón de aseado apaño porque Alberto Ruiz Gallardón la incluyó en sus obras completas, cuando fue mandamás del Ayuntamiento, y luego con Manuela Carmena se logró el vaciado del lago, más la mejora de los rellanos concéntricos, que nos acabaron dejando, eso sí, sin las carpas mitológicas de aquellas aguas, y sin un barco fantasma que cabeceaba en lo alto de todo, solitario e inútil, ya jubilado de sí mismo, y cuyo porvenir fue el desguace.
Son postales para un pasado que va y viene. Aquí no hay playa, pero en la Casa de Campo se inventó un área playera, digamos, o algo que se le quiere parecer. Cuando se vació el vaso del lago, se renovó el embarcadero, y así vino una fantasía de playa en la explanada que gobierna el «plátano gordo», ese árbol bicentenario. Es lo que tenemos. Con aquel proyecto, se cumplieron además algunas rutas nuevas de senderos, para alegrías del peatón que somos todos. Eso, y un nuevo mobiliario de paseantes.
Mirando a lo lejos, fue Tierno Galván quien le dio un primer enjuague en condiciones al lago. Ya entonces podía vislumbrarse lo que hoy se exhibe: una ciudad que cuida lo que de campo tiene es una ciudad que se gusta moderna. Resulta que sí tenemos playa, aunque lo de la playa es metafórico, claro, porque playa no hay, en rigor, sino el aprovechamiento para el transeúnte de una extensión en rampa del entorno, que mira al Palacio Real.
Ese espacio estival, que glosamos, se creó después de un uso, con lo que estamos ante un acierto cabal, porque el peatonaje siempre fue dado a acampar ahí, mirando al horizonte, o al cielo. Ahí le consta a Madrid su playa sin playa, alcalde, un cupo de acostados que siempre pidieron su orilla correspondiente, con la postura. No hay arena, sino vistas. Pero algo es algo.
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