CARTAS AL ALCALDE
San Valentín, entre la perfumería y la cursilería
El personal no se enmienda y se obliga al regalo de fecha fija
La ambición de C. Tangana
Quizá lo mejor de las fiestas señaladísimas son sus vísperas. Pasa igual con los viajes, que en la víspera tienen el infinito de fantasía, la locura de abierta gama.
Todo viaje sale bien, si no haces el viaje. Toda fiesta de San Valentín ... es un éxito, siempre que no te muevas en sus vísperas. Pero ya hemos llegado al día de San Valentín, y tampoco vamos a hacerle ascos.
Quiero decir que se aprecia que es San Valentín, porque lo dicen los escaparates, y porque oferta la cuota de la lencería roja que quedó pendiente, por Nochevieja.
Por San Valentín, se anuncian regalos que más bien son un susto. Aquí pongo alguno: tatuarse el nombre de la pareja, contratar una serenata, o dedicar un poema del montón, porque ahora internet tiene mucho ajuar literario, para los tórtolos enterados que no se enteran. Se oferta en muchos sitios del centro, donde igual te asalta una lotera que un tatuador.
Los famosos ponen mucha amenidad a San Valentín, con fotos de Instagram, o similar. Las cuentas de las redes sociales son otra revista del colorín, y los famosos han montado, por San Valentín, como una Navidad del beso. Algunos incluso escriben algún verso flojo de bachillerato, que mejor aquí no recojo, porque me abarata la crónica.
Un amigo de alegre maldad dice que «el amor es el mejor modo de pagar a medias la lavadora». Lord Byron arriesgaba que «el amor es un apetito de belleza». Baudelaire veía que «el amor es el resultado de un malentendido». Estas cosas no las apreciamos ni en las vísperas de San Valentín, ni tampoco en las vísperas de después, que son una resaca, para bien o para mal.
He leído un informe muy difundido bajo el título '19 señales que confirman que estás enamorado'. Entre esas señales del amor inequívoco asoman cosas así: «Te preocupas más por ella que por ti», o «Te hace ilusión que os inviten a una boda». Hay más bobadas, pero para qué.
MÁS INFORMACIÓN
El personal no se enmienda, y se obliga al regalo de fecha fija, que es lo contrario a un regalo, esencial siempre de sorpresa.
Entre la perfumería y la cursilería, que ya pasa, que nunca pasa. Ha vuelto la Navidad sin Navidad.
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