Nostalgia de Pasapoga

Era y no era un cabaré, Pasapoga, porque mantenía la esencia de locales del género, pero le sobraban turistas y le faltaban vedettes. No hay ahora nada semejante, y sólo se me ocurre, como bar de parentesco, Medias Puri, que es un cruce de discoteca y teatro, un espacio único, o casi único, en la oferta de sitio de copa golfa de Madrid. Queda ahí en la Plaza donde a veces Joaquín Sabina compra prensa, vinagre y rosas, ahí en sótano de vecindad del Nuevo Apolo, ahí donde tantas jóvenes vecinas ya no quieren ser princesas.

Cuando digo sitio de copa golfa quiero decir garito alegre donde los besos no son de fogueo, que ya hasta eso vamos perdiendo. Me gusta Madrid, porque es una ciudad a la que puedes echarle la culpa de todo, alcalde, y eso nunca debiéramos perderlo. Así ha sido siempre en la biografía del foro, donde existe el trasnoche a cualquier hora. Pero a lo que iba. Medias Puri, con ese nombre de mercería de erotómanos, viene a ser algo así como un local emparentado con el antiguo y apasionante cabaré, un modelo de local que ha desaparecido, porque ahora todo es reguetón, igual que antes todo era láser.

La Gran Vía fue un sitio de perdición y ahora es una romería de instagramers. Hubo varios Pasapogas en la zona, que han desaparecido, como los cines, porque lo que fue una gran calle canalla ha devenido en un riel de escaparates de móviles de Miss o calzoncillos de futbolista.

A Madrid le vendría bien algún cabaret, alcalde, porque es un modo de mirar de frente al futuro, ese pasado donde puede aún hacerse algún cambio. Un cabaré de insinuación y terciopelo, con sus vampiras amables y sus ligones literarios, con su revuelta tribu rica en aventura.