Las Vistillas, degradación en el epicentro del casticismo de Madrid

ABC recorre el entorno del Viaducto, donde sus vecinos relatan su historia, sus anhelos y sus quejas

Monumento a Zuloaga en Las Vistillas, repleto de grafitis en su entorno GUILLERMO NAVARRO

Las Vistillas , el Viaducto. Una zona de Madrid algo desconocida para el propio que se famosea, ahora, en estos días anteriores al festejo de San Isidro . Un mezclarse de seminaristas que rezan el Rosario, de nonagenarios que se solean al viento fresco de ... mayo de la Sierra, y de los aislados del sistema, acento del Este, que en ese hondón de Madrid se protegen bajo una techumbre de pizarra de los aires difíciles que llegan hasta en un día de primavera que prometía calor.

Un paseo por Las Vistillas, vísperas de los festejos San Isidro , ha de empezar por la misa mensual al Santo Patrón el día 4 de cada mes, que es una forma en la que los fieles honran a su Labrador donde la Historia fija su nacimiento: en la Calle del Águila 1, a apenas trescientos metros de los desmontes de Las Vistillas . Irrumpe una visita guiada que cuenta los milagros 'isidriles', y es curioso que 'los turistas' sean de la zona. Se trata, en lo vecinal, de hacer de tu pueblo un mundo como recordaba Tolstoi .

Por eso, Pilar Pérez , visitante de sus cuatro esquinas cotidianas y de «aquí de siempre», recuerda una verbena en la que la premiaron por «el vestido más barato». Y eso que la prensa de la época tituló al baile, se supone que respetuoso, 'La noche frívola'. Corría el año 67 y Pilar ya se toma a chacota aquel titular que conserva en la memoria. En la memoria verbenera de estas latitudes capitalinas.

Mendicidad en el entorno del Viaducto GUILLERMO NAVARRO

En lo urbanístico, es sabido que hubo proyectos para unir estos dos cerros y salvar un arroyo que antañazo manaba, aproximadamente, de muy cerca de la Iglesia de San Pedro 'El Viejo'. Y más allá del aspecto actual, donde alguien ha pintado en el Viaducto un Buda con rotulador y alega «por la vida pirata», está la memoria enciclopédica de Luis Aznar , una de las dos almas del Corral de la Morería junto a Manuel del Rey. Y en la calle homónima, la de la Morería, hay un balcón natural que ocupa 'El Ventorillo' (ojo al nombre y a aquel Madrid), entonces propiedad de un tal Abelino al que el famoso tablao cedió parte de esa terraza donde se «veía hasta El Pardo en los días claros».

Y es que El Corral de la Morería, en aquellos años, revitalizó un trocito de la Capital hasta el punto que, según el relato fiel de Aznar, se tuvo que analizar las cargas del Viaducto y «ver si había que inyectar hormigón» porque «aquello era un no parar de coches». Y la dupla que clausuró la terraza del Corral, cuando se naturalizó que el flamenco es de interiores y madrugadas, no tuvo desperdicio: Julio Aparicio y Luis Miguel Dominguín . Habría que imaginar a los titanes y su parla en un altozano.

Y más, mucho más guarda este trozo de La Latina que es un mundo. «Un barrio más residencial que otra cosa», defiende Saturnino Vera , presidente de la Asociación Vecinal Cavas La Latina, para quien, pese a todo, las de San Isidro «no son unas fiestas especialmente conflictivas». Ese espíritu fiestero, a sus casi cien años, los mantiene intactos Victoria , que vive en un sexto y que quiere que en la calle haya movimiento, «fiesta, vida»; con su gorra de chulapa con la que posa coqueta.

Su hija, también bautizada como Victoria , sí que se acuerda de los 80, y no precisamente en fiestas, cuando las escaleras que bajan de la Calle Bailén a la de Segovia, las que inmortalizó Jonás Trueba , «estaban llenas de jeringuillas que las madres del barrio barríamos con escobones antes de que los niños salieran a jugar». Hoy no hay jeringuillas, la Fuente de Gómez de la Serna luce más o menos limpia, aunque si se fija la mirada, en los atochales, hay más que musgo y descuido: plásticos, una cazadora entre la yerba y hasta un retal con lunares que alguien se ha olvidado de quitar. El suicidio de las cosas, que podría decir el propio Ramón , presente en bronce por estos pagos.

Victoria, vecina de la zona GUILLERMO NAVARRO

Las Vistillas tienen Literatura, la que le dio Cansinos Assens ; pero también ese espíritu contestatario que de momento se ha vehiculado en un grupo de WhatsApp intitulado así mismo, «Las Vistillas», que se queja de los desmadres en ese lapso largo de tiempo entre que acaba el concierto y sale la aurora en este paraje privilegiado. El botellón interminable y la miasma que queda en estas escaleras que tanto inspiraron a los ya mentados Trueba , Cansinos , y hasta a Mariano Ozores en esa españolada que fue 'Yo hice a Roque III'.

En la cercana Travesía de las Vistillas, charlan con la persiana bajada Fernanda y Ana , empresarias de la zona que, aun sin mascarillas en las exteriores, están aún a verlas venir y hasta «el gorro de la mascarilla». «Esto es una zona que como espacio es maravilloso». Se les recuerda a ambas aquel garito que se llamó con sorna El Seminario, y a las dos se les escapa una sonrisa que es memoria histórica de este sitio. Donde dicen que Goya , a quien no le importaban mucho los ruidos, se delectaba con la visión del Guadarrama y de su piedemonte, que tampoco ha cambiado tanto. La Cuesta de los Ciegos.

En la quebrada en la que acababa Madrid, La Violetera que andaba en la esquina entre Alcalá y Gran Vía mira al infinito. Zuloaga , a Gómez   de la Serna, y se ve que los seminaristas llevan prisa, sonríen, no dicen nada y se despiden.

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