Todo para Hasel pero sin Hasel
Madrid se manifiesta, teóricamente, a favor de la libertad de expresión. El rapero era la excusa fácil
![Manifestantes sostienen la pancarta frente a la Policía](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2021/03/21/manifa2-kNQF--1248x698@abc.jpg)
La frase de Tayllerand jamás le fue mejor a una jornada; aquel adagio por el cual ningún placer sería placer después de la Revolución. Es una idea/fuerza, pero quizá sirva para analizar la concentración ilegal ‘pro Hasel’ en la que el protagonista, preso en ... Lérida, ha estado ausente hasta en las pancartas . Angelito. Pero venía la gente caliente desde muy lejos, y olvidada de Pablo Hasel, aunque la ‘manifa’ fuera por él, por el «héroe» de las rimas asonantes y paladín de las libertades. La gente, según sabemos, andaba caliente mucho antes de la concentración. Mucho antes.
Se veía en la Glorieta de Carlos V a la bipolaridad del madrileño: al castizo protestón y al otro. Al que se sabe que va de vuelta y viste de negro con la capucha y las botas de Quechua. Son las 18.30 y los que son, son los que están. Eso mismo, los de siempre. Si llegan a dos mil, acierta uno por lo alto. Los cánticos ya se sabe, contra Dios y contra Occidente y por lo bajo. Al cronista le sorprende la ingenuidad en las canciones. Hay que rimar «fascista» con lo que toque . Tampoco cantan, se van encontrando con que los chicos de la prensa les enfocan. A los que teóricamente nos defienden.
Si no van más de mil ya, el cronista ve cómo se agarran el hombro, igual que en una procesión capuchina en ese espacio que hay entre la esquina del Botánico y el Paseo del Prado. Y avanzan. En hora y media llegan desde el Tímpano de Atocha a la esquina con la Cuesta de Moyano, donde se sientan como camellos agotados y piden que la prensa española, así, en general, cambie radicalmente a la sombra de la estatua de Pío Baroja.
Precisamente ahí para el tráfico y la muchedumbre empieza a provocar a los antidisturbios con unos cánticos infantiles . Dos filas de antidisturbios se lamen las heridas y cantan, los de la manifestación, eso de «Madrid, será, la tumba del fascismo». Dos líneas de la Policía Nacional para que no entren en el Retiro o en el Botánico. Que será de los pinsapos...
La noticia es que no ha habido «incidentes», o así se lo comenta un agente a otro en el secreteo policial de los que tienen que trabajar un sábado. A dos pasos, la cadencia no para: «La lucha es el único camino», «queremos ir a misa». El repertorio es eufónico mientras que arriba, en los cielos, un helicóptero de la Policía Nacional va gastando gasolina y subiendo con ese foco que nos ha retratado a todos los madrileños.
Son las 20.50 y se sientan a 50 metros de la estatua de Pío Baroja –la noche es barojiana–, cien individuos hacen una sentada. El cántico de «prensa española, manipuladora», nos sobrepasa como un adoquín no lanzado. Y se ven bostezos y se ven manifestantes que quieren miccionar. Hay verjas y cánticos para constreñir el aburrimiento de los ‘chicos de la prensa’. Cuando a los afectados se les inquiere sobre su epíteto, bajan la cabeza al suelo y piden el DNI: por hacer filtro.
Hay otra imagen a las nueve menos algo en la Cuesta de Moyano; niñas que se sientan a increpar al ‘sursumcorda’ con cánticos melifluos: «Vergüenza me daría el ser policía». Y eso, entre otros lemas cansados y poco edificantes. Vienen a darle lecciones de libertad de prensa a Pío Baroja, o a su estatua. Detrás de dos filas de antidisturbios va enfocando la asamblea que improvisa, como puede, rimas contestatarias. La penúltima habla de una guillotina y demás.
El cronista se queda a escuchar, en las babuchas de la estatua de Pío Baroja, lo que pide la juventud creadora. Insiste el cronista en que van de negro, una casualidad cromática que van a explotar hasta el victimismo. Como un Jueves Santo ante un «mesías», Hasel, que desconoce las más básicas reglas de la rima. Juan es joven y porta abrigo negro y, sin altavoz, da como un mitin en la reducción del Twitter. Se guarda las manos en el abrigo y habla del «derecho a la salud» y del «derecho a manifestarse». Del «ordenamiento jurídico» como quien habla de cacahuetes. Habla de los «tupamaros», de los «abuelos en la cuneta».
La gente le aplaude y cuando se le pregunta por su futuro, ay, habla de un vago anarquismo. Hasta la policía le reconoce la oratoria. Hasta la hora de cierre no ha habido destrozos; la televisión ha encontrado al sustituto de Pablo Iglesias . Sigue volando el helicóptero sobre Madrid; cada vez con menos luces. Madrid por Hasel y sin Hasel. Cada cual a sus designios. Y ese Juan le va a comer la tostada al podemismo. Al tiempo.
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