Cartas al alcalde
Simultaneidad en Madrid
«El mundo es una actividad de la mente, y eso es Madrid, una actividad mental, pero actividad que luego sale en los mapas del metro, y con muchachas que van y vienen, todas novias del novio que nunca seremos»
Hay una simultaneidad de Madrid, alcalde, que es como decir que en la ciudad vive la eternidad del instante. En un solo momento, ocurre todo, aunque nada veamos, desde el alba de un amorío al vértigo de un velorio, desde el cierre de una tienda ... de cómic a la apertura de un escaparate de lencerías de futbolista, desde una cita de notario a una okupación en Lavapiés.
La eternidad del instante es un milagro o prodigio que vislumbran los poetas, pero ese nudo del tiempo en el tiempo es esta ciudad, que va ensanchándose en círculos, hasta que pillas la carretera de Andalucía, o de Levante. Y ya se acabó Madrid, donde sigue sucediendo todo, de manera concéntrica, desde una pelea a un adulterio, desde este artículo al rodaje de una serie de adolescentes un poco quinquis. Parece que internet es el infinito libro de arena, que imaginara Borges, pero Madrid es otro libro de arena, porque aquí cabe todo suceso, en un instante, aunque nosotros sólo veamos a un tipo anónimo que cruza un semáforo o a una vecina que tiende la misma toalla de anteayer en un patio de deshoras.
Lo cotidiano tiene la dignidad de lo desconocido, a nada que le demos un poco de vuelo a la intuición, y este acontecimiento estupefaciente se vincula a la posibilidad de tantos hombres que podemos ser, y no somos. El mundo es una actividad de la mente, y eso es Madrid, una actividad mental, pero actividad que luego sale en los mapas del metro, y con muchachas que van y vienen, todas novias del novio que nunca seremos. Me está saliendo un artículo de vida interior, digamos, pero en rigor este es un artículo costumbrista, porque todo en Madrid es costumbre, incluyendo lo real, y lo imaginado. En algún momento, Valle-Inclán aprecia Madrid como una gran urbe con tejados de aldea. Esta es una relevación de escritor de pupila, que es lo que era Valle, y su verdad se acredita en todo el Madrid no reciente, en todo el Madrid castizo o histórico, en todo ese Madrid de media tarde que tiene buhardillas descerrajadas a un cielo de sol malva. A esa hora, se cierra un negocio en un bar del Palace y agoniza un solitario en un hospital de polígono. A esa hora, una chica inaugura el amor y un chico pierde a un padre. A esa hora vivir y morir son un mismo instante.
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