Pizarras visigodas: la letra sin sangre entraba
En aquella Hispania la letra no entraba con sangre, sino con pizarra visigoda. Ya se enviaban los primeros «aemilius», se cuadraban los guardianes del «centeno», se escribía del paraíso y del
En aquella Hispania la letra no entraba con sangre, sino con pizarra visigoda. Ya se enviaban los primeros «aemilius», se cuadraban los guardianes del «centeno», se escribía del paraíso y del «infernus» y de su «martirium»... El romance comenzaba a balbucear en unas joyas halladas mayoritariamente en las provincias de Salamanca y Ávila, junto a algunas otras en el norte de Cáceres, Segovia, Portugal y algunas más de cronologías posteriores en León, Zamora, Asturias y Andorra. Nos encontramos ante una lengua latina, pero sus vulgarismos preconizan la evolución de las romances.
El Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, que dirige Gonzalo Santonja, ha cuadrado el Círculo de Bellas Artes con una espléndida exposición que glosa los últimos hispanorromanos de la Meseta. Aquella Hispania, como explica Santonja, era una sociedad rural, de economía agropecuaria, con un cierto nivel de riqueza. En las pizarras visigodas se elaboraban listas de campesinos y de siervos y libertos a quienes se distribuyen productos alimenticios y que, a su vez, pagan censos en especie a sus señores. Y estos señores marcaban en esas pizarras sus compraventas de tierras y negocios jurídicos varios. Había jueces y juicios en los que declaraban testigos, litigios, alguna carta personal relativa a la administración de una hacienda, pagos fiscales... «Son todas ellas -detalla el director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua- muestras fehacientes de esa economía, circunscrita a la Meseta pero, en buena medida, extrapolable a otras zonas de Hispania».
En esta exposición y en su espléndido libro «Las pizarras visigodas (Entre el latín y su disgregación. La lengua hablada en Hispania, siglos VI-VIII)», la profesora Isabel Velázquez Soriano, que ha ordenado e ideado «En la pizarra» junto a Santonja, se ha dejado las cejas y ha volcado veinte años de pasión en ofrecer «una importante documentación latina antecedente de los pergaminos a partir del siglo VIII».
Son los primeros balbuceos del Romance. Como esta perla encontrada en El Barrado (Cáceres): «Faustino al Señor Paulo. Saludo a tu dad y te ruego, señor, que, como es costumbre hacer, recojas tú mismo la aceituna. Trata de obligar a tus siervos mediante juramento para que no cometan fraude contra ti. Coge las copas, las varas de toza y séllalas con tu anillo y comprueba si las están engastadas con la grapa, tal como las fijé. Así Cristo te guarde».
El pergamino más antiguo
«El precepto de Medema» es el documento original en pergamino más antiguo que se conserva en España. Descubierto en 1967 por Mundó, se trata de un orden que da Medema, al que hay que atribuir la condición de conde, a tres jueces (Hodesindo, Gabinio y Sisimiro) ante los que pendía un pleito para que hagan jurar a cuatro subalternos (Égila, Leovigildo, Julián y Gomán) que no se prestarán a sobornos ni dilatarán en el tiempo la tramitación de los distintos actos judiciales, con la finalidad de que, oídas las opiniones y declaraciones, se pueda hacer justicia a las partes. El precepto es emitido a petición de un personaje llamado Involato, que todos los indicios llevan a identificar con el obispo de Tortosa que firma las actas del XVI Concilio de Toledo (año 693).
(Hacemos un alto en el camino para paladear algunas de las palabras que se escribían en la lengua de aquella Hispania: Aemilius milio; Emili; Emilius; Alienus-a-um alienas; Alleluia al(le)l(ui)a; Antonius; Benedictio benedictione; Caballus caballos; caballu; kaballos; Camisia camisias; Cedo ceder(unt); cesserint; Demando domando; Deus Dei; Deo; Deum; Ego/me/mei mecu; ; mihi; Femina feminas; Fraga fragis; Gallina galina; Hora ora; Infernus m; Kabemus habeo; Linum lino; Locus loco; Michael Micael; Porcus porcum; Vasco ; Victorius Bitorius; Xritoforus, Xptum,.. Christoforus, Christus...)
De incautos cristianos
«He aquí una pizarra del siglo VII, de San Vicente del Real Mar -describe Gonzalo Santonja sobre el terreno de la exposición-. Tiene tres figuras, abriga una representación tridimensional. Hay una mujer que cabalga sobre un cabello, a su derecha tiene un rey de la tierra y detrás un víbora, que le envuelve. En el Apocalipsis de San Juan se encuentra esta escena. Es una imagen de los falsos obispos engañando a los incautos cristianos, la mujer sobre la bestia y un rey de la tierra. Este es uno de los elementos que nos demuestra que existiría un ciclo de comentarios del Apocalipsis anterior a los Beatos. O sea, que el mundo de la pizarras atesora muchos ángulos de interés, además del lingüístico».
Los textos contienen alfabetos, salmos y florilegios de frases litúrgicas que hablan de una Hispania visigoda incardinada a un sistema educativo con unos niveles mínimos de escolarización y alfabetización de la población «y muy probablemente -describe Santonja- con centros educativos monásticos o de ámbito parroquial. Sin lugar a dudas hubo uno o varios focos de irradiación de esa cultura, aunque fuese mínima, que se materializó en estas pizarras, hoy casi restos de un naufragio, pero que nos ayudan a comprender la historia y cultura de la época».
Se conservan dos fragmentos de una inscripción de piedra caliza que contenía un fragmento del Credo, según la liturgia visigótica-mozárabe. El texto hallado en Santa Leocadia posiblemente estaría inscrito desde su comienzo así: «Credo in Deum omnipotentem et in Ihesum Christum Filium eius unicum, Deum et Dominium nostrum. Qui natus est de Spiritu Sancto et Maria Virgine».
En El Tiemblo (Ávila) se halló una pizarra que contiene un documento jurídico consistente en una «securitas», -señala Isabel Velázquez-, único caso en pizarras y sin paralelo entre las «Fórmulas visigodas». En la estructura puede distinguirse una «notificatio» y «expositio» con el nombre de los jueces y vicarios y la mención del motivo concreto del documento: unos cerdos por los que se da una garantía de 10 sueldos; una «dispositio» con el juramento que lleva a cabo «Gisadus», dentro del cual se menciona el reinado de Chindasvinto, por lo que la pieza se puede fechar entre el 642 y 649, es decir, su mandato en solitario, antes de la asociación al trono de su hijo Recesvinto; una «sanctio», también dentro del juramento de «Gisadus», donde tal vez se estipularía algún tipo de pena pecuniaria; y una «subscriptio» de la que se conservan parcialmente los nombres de los testigos, alguno de ellos, al menos, vicario ante quien se ha hecho el juramento ante testigos.
La España visigoda sale a la pizarra para dar testimonio de los últimos habitantes del mundo romano en la tardo-antigüedad de Hispania. Después del siglo VII la situación política y la sociedad cambiarán. Hispania saltará, definitivamente, desde el encerado de la pizarra a la Edad Media.
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