La «pasión turca» desató la venganza a balazos entre los clanes de la heroína
Yolanda se enamoró de un capo del país de la media luna ligado al narcotráfico, lo que hizo creer a sus enemigos que los había delatado tras el robo de 80 kilos

Esto que usted va a leer es una historia de narcotraficantes, partidas de droga robadas, secuestros de menores, extorsiones, venganzas, asesinatos consumados y huidas que han llegado a extenderse durante algo más de una década. Pero también es una historia de amor, de pagar ... al corazón lo que te pida, aunque ello implique poner la vida en el disparadero. Porque quien a hierro mata a hierro muere. Y eso, bien lo sabía Yolanda R. R., acribillada a tiros el 7 de noviembre de 2009, a sus 48 años, cuando viajaba en una Ford Tourneo blanca junto a dos de sus hijos, Daniel B. R., entonces de 24 años; y Jon B. R., de 23.
Cinco disparos a bocajarro efectuados por Jesús Martínez Carrera, alias «El Lechuga», y su hijo José Antonio M. M., detenido la semana pasada en Cáceres, tras diez largos años oculto bajo una falsa identidad, acabaron con la antigua matriarca del clan de los Calzado y dejaron malherido a uno de sus vástagos. Aquel crimen, planeado a sangre fría durante meses, cambió las reglas del juego del tráfico de heroína en la Cañada Real. La tensión llevaba tiempo en aumento desde que una partida de 80 kilos de «caballo» fuera sustraída a los turcos, sin que nadie respondiera por ello.
La osadía tornó de inmediato en miedo cuando la banda extranjera rompió relaciones con los tres clanes que controlaban el negocio de la droga en la zona de Valdemingómez y pasó el contraataque. Secuestraron a un menor del poblado, cobrándose su particular fianza para recuperar el alijo. Un intercambio a todas luces imposible, dado el temor a futuras represalias. El silencio habría sido la única salida para todos, de no ser porque el chico seguía retenido, quién sabía hasta cuando y en qué condiciones. Por eso medió Yolanda para intentar traerlo de vuelta.
El encuentro levantó ampollas, tantas que los otros clanes pensaron que la mujer había señalado a los presuntos responsables. A Yolanda le colgaron entonces el cartel de «chivata». Su cabeza tenía precio. Pero, ¿por qué intervino ella y no otra persona? La matriarca era una vieja conocida de los turcos, aunque no por soplona. En la cárcel, llegó a enamorarse de Mehmet Demir , un hombre vinculado al narcotráfico y nexo de conexión de una poderosa –y peligrosa– familia asentada en el país de la media luna. Así consta en un reportaje publicado por la revista «Interviú» en 2006.

La matriarca abatida, hermana del merchero Luis Calzado, estaba totalmente familiarizada con el tráfico de heroína, como prueban los 60 kilos incautados a su clan por la Policía Nacional más de 15 años atrás. Afincada en Villaverde, se había apartado de la primera línea del negocio empujada por el lógico relevo generacional. Pero eso no impidió que estuviera marcada. A las 5 de la tarde del 7 de noviembre de 2009, Jesús Martínez Carrera, «El Lechuga» , quien llegó a ostentar el «honor» de ser detenido en 2004 con 70 kilos de heroína encima, la mayor partida decomisada hasta aquella fecha en la Unión Europea; y su hijo, José Antonio M. M., entonces de 21 años, tendieron una emboscada mortal, antes de poner pies en polvorosa.
A bordo cada uno de un BMW azul oscuro y un Mercedes cortaron el paso a la furgoneta de los Calzado cuando salían de una vía secundaria para incorporarse a la carretera de Villaverde a Vallecas, muy cerca de la calle de María Callas. Se bajaron por sorpresa y dispararon cinco veces contra el asiento del copiloto, ocupado por Yolanda. Varios casquillos de bala, de dos calibres diferentes, fueron recogidos por la Policía Científica, mientras el Grupo V de Homicidios de la Brigada de Policía Judicial de Madrid iniciaba la investigación del caso.
Dos meses después del crimen, en enero de 2010, el trabajo daba sus primeros frutos con la detención del Lechuga, su hija Felicidad M. M., su nuera Adela y uno de sus hijos, en aquel tiempo menor de edad. Los cuatro fueron sorprendidos en una nave industrial propiedad de un feriante, a las afueras de Cáceres. Cerca de 20 agentes del Grupo Especial de Operaciones (GEO) intervinieron en la operación, saldada con seis arrestados –los cuatro implicados y el matrimonio dueño del local– y diversas armas de fuego confiscadas. El Lechuga, en prisión desde su captura, había huido con parte de su familia a la ciudad extremeña , la misma en la que ha sido apresado su hijo José Antonio, el segundo pistolero, más de una década después.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete