Nevadas en el recuerdo
La nevada del viernes pasará a la historia como una de las más abundantes y caóticas de los últimos años. Sin mebago, las Crónicas de la Villa tienen marcadas varias fechas históricas: noviembre de 1862, noviembre de 1904, enero de 1914 y enero de 1952

Ahora se colapsan los transportes públicos -incluido el moderno Metro Ligero-, las carreteras se cortan, las máquinas quitanieves despejan cuanto pueden y la sal se despacha a mansalva en pasos de cebra y entradas de colegios. De hecho, la vida diaria casi se paraliza, como se pudo comprobar el pasado viernes con la gran nevada que cayó sobre la región madrileña.
Pero hace más de 100 años, los madrileños, mejor o peor, seguían con sus quehaceres, aunque los blancos copos también fueran motivo de reseña periodística. Con cuidado de no resbalar en traicioneras placas de nieve, aminoraban su paso para contemplar una garita del Ministerio de la Guerra casi reconvertida en muñeco de nieve o para dar de comer a las hambrientas palomas que se posaban en la céntrica plaza de la Armería.
También hay quien prefería acercarse hasta el Parque del Retiro para admirar el blanco manto que cubría las barcas del estanque y las mesas de los quioscos de bebidas. Eran otras épocas, con momentos en los que el tiempo parecía transcurrir más despacio. Sin atascos de tráfico ni colas por rebajas en enero, la vida se planteaba menos compleja, aunque quizá más difícil.
Observaciones meteorológicas
Con la nostalgia del viajero en el tiempo, retrocedamos hasta situarnos en noviembre de 1862. Aunque no tenemos constancia fotográfica de aquella nevada, las crónicas de la época dieron a conocer los registros de las tres observaciones meteorológicas que se realizaron. Era el día 24, y durante diez horas seguidas no paró de nevar en Madrid. La ciudad se cubrió con un manto de 50 centímetros de espesor que situó aquella nevada como la mayor del siglo XIX y una de las más intensas que se recuerdan en la capital.
Avanzamos ahora en el calendario, saltamos un siglo y de la mano del extraordinario archivo fotográfico de ABC recordaremos otras históricas nevadas de las que ya tenemos constancia fiel. Es el caso del temporal que se cernió sobre los cielos de Madrid el 29 de noviembre de 1904 y cuyos datos debió registrar el entonces activo Observatorio del Retiro. Durante treinta y dos horas no paró de nevar, por lo que, según los cronistas, la capa blanca alcanzó los 72 centímetros de espesor en la calle Leganitos y más de un metro en el paseo de Recoletos.
Fue tal la intensidad de este fenómeno atmosférico que casi paralizó la vida en la ciudad. A tan sólo 9 grados bajo cero, los teatros cerraron, se interrumpió el servicio telefónico, los mercados no podían abastecerse y ni el ferrocarril ni los carruajes ni los tranvías podían abrirse paso entre la nieve.
Muertos por el frío
El 7 de febrero de 1907 la portada de ABC volvió a ser la nieve. Con 13 grados bajo cero y cerca de 50 centímetros de espesor, las fuentes se helaron y monumentos como la Cibeles amanecieron cubiertos por un manto blanco. Una vez más las incomodidades dieron lugar a alguna que otra instantánea «pintoresca», como quedó registrado en varios pies de foto del Archivo de ABC.
El año 1914 también acercó a periódicos y revistas reportajes sobre la ola de frío siberiano que congeló el estanque del Retiro. Al igual que en 1907, las heladas provocaron muertos en la ciudad y la nieve permaneció en las calles durante más de dos días.
Un gran temporal
Concluimos este frío viaje en 1952. El 23 de enero los madrileños se despertaban de la siesta con un ligero aguanieve que poco a poco fue dando paso a un gran temporal. En los días siguientes se alternaron rachas de lluvia, nieve y densa niebla que mantuvieron el cielo y el suelo de Madrid blanco durante diez días.
Y desde entonces, los guiños de la climatología han posado sus copos más impetuosos en diferentes meses de los años 1963, 1965, 1971, 1977, 1984, 1977, 2005 y ahora, de nuevo, recién inaugurado 2009.
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