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La Gran Vía pierde el Zahara

Hace más de 50 años que la cafetería Zahara abría diariamente sus puertas, en el número 31 de Gran Vía, justo al lado de Doña Manolita. Años en que allí se desayunaban churros, se tomaba la cerveza con tapa del mediodía, un plato combinado para una comida rápida o un tranquilo café a media tarde. Algo que ya no podrá repetirse: el Zahara cerró el pasado 31 de enero. Pronto se convertirá en una tienda de ropa.

El cierre ha provocado la extrañeza de los habituales de la zona, que casi de la noche a la mañana se han encontrado con este clásico local cerrado a cal y canto y con sus grandes puertas acristaladas cubiertas con cartones.

Los responsables del local explican a ABC que han sido problemas económicos relativos al alquiler del local lo que ha motivado su cierre. Tras muchas décadas en el mismo lugar, el contrato de arrendamiento que mantenían vencía, «como todos los de la Ley Boyer, en 2014». Los actuales gestores del negocio «hemos tratado de negociar con el propietario una subida que fuera asumible», pero «ellos no querían tener aquí más hostelería», indican.

Alquileres altos

En la zona, según aseguran, se están pagando «alquileres de 80.000 euros para arriba», algo inasumible para este tipo de negocios: «Creo que quieren poner una tienda de ropa. Claro, los trajes no se estropean como la comida, y un local pueden atenderlo cuatro empleados, mientras que nosotros en Zahara teníamos más de 40 trabajadores», concretan.

Lo peor, señalaba esta responsable de la cafetería, es que «la Gran Vía se está quedando sin hostelería: ya casi sólo hay tiendas de ropa». Un repaso a las dos aceras de la calle, de hecho, permite constatar que abundan los establecimientos de comida rápida de cadenas internacionales, pero apenas se cuentan con los dedos de una mano los negocios autóctonos o con una cierta tradición en la zona.

Un clásico

El Zahara ahora cerrado se encontraba en la esquina de la Gran Vía con la calle Mesonero Romanos, en la planta de calle de un edificio proyectado por el arquitecto José Miguel de la Quadra Salcedo. Su fachada no daba idea del tamaño de su interior, donde siempre era posible encontrar mesa, dada su amplitud. Últimamente, incluso contaba con un piso superior convertido en ciber-café. Pero las circunstancias han empujado a dar el cerrojazo a este establecimiento de ubicación privilegiada, habitual punto de encuentro de muchos madrileños y también de turistas de visita en la capital.

Nació con la ola de establecimientos de corte americano que proliferaron por la zona a partir de los años 20. El primero fue el Pidoux American Bar -en lo que entonces aún se llamaba avenida del Conde de Peñalver 7-, y le siguieron, cómo no, el bar Chicote, y otros como el Hollywood, en Preciados -muy cerca de Callao-, o el Miami. Y algo más adelante, este Zahara, que con el tiempo se actualizó y modernizó, con arreglo al gusto de los tiempos.

En el año en que se cumple y celebra el centenario del inicio de obras en la Gran Vía, es paradójico comprobar cómo la avenida sigue perdiendo lo que años atrás fueran señas de identidad, que ahora se cambian por otras muy diferentes.

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