Azca 2021: danzad, benditos, danzad
Frente a la decadencia de otras épocas, esta zona de la Castellana revive gracias a la cultura urbana del baile y el monopatín

Sobre las losas temblonas, sobre el musgo del confinamiento, a la sombra de la Torre Picasso , corre la Historia del Madrid más reciente y vertical. Es Azca, acrónimo de «Asociación Mixta de Compensación de la Manzana A de la Zona Comercial de la Avenida ... del Generalísimo» (sic). Un intento del Régimen de darle a la Villa y Corte unas hectáreas de Nueva York a la vera del estadio del Real Madrid y del complejo ‘cuarentañista’ de Nuevos Ministerios. Por sus bajos y por sus galerías han pasado las primeras tribus urbanas, las papelinas y el ‘speed’. También ‘los plumas’ de Pedro Gómez y camisetas de ‘Power Peralta’. Y la mendicidad y los ‘yuppies’, que se cruzaban sin verse o se miraban sin cruzarse.
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Igual que la propia Madrid, los sótanos y las diáfanas de Azca revelan las oleadas de expansión y retraimiento de la ciudad: cuando España era una fiesta y cuando dejó de serlo. Porque en esta zona de la capital también ha habido mendicidad, y se han pinchado no pocos hijos de los hijos de la ira.
Hip Hop coreano
Y es que si hace menos de una década Azca era el territorio comanche a evitar cuando se hacía tarde en el Bernabéu o en las compras, ahora mismo es un crisol de una juventud creadora de patinadores, bailarines callejeros y saltimbanquis con muñequera. Veinteañeros que humanizan esta zona.
Porque en Azca, especialmente los fines de semana, hay como un sano ‘West Side Story’ de bailarines, en su mayoría autodidactas, que danzan frente al espejo de los grandes almacenes . Por ejemplo Álvaro, que se viene de Toledo «cuando puede» a improvisar las coreografías que salen del ‘keipo’, que «es hip-hop coreano». Álvaro, David o Sofía entrenan mucho, algunos de ellos para «las competiciones que vendrán cuando acabe la pandemia» , otros por amor al arte. Mientras sigue sonando el ‘keipo’ de marras se van ‘cortosionando’ y bajan la música si les llaman la atención. Con todo, se sienten «seguros» en Azca a pesar de «los que hacen botellón en aquella esquina». Se sienten seguros y alegran la mañana –o la tarde– a los ejecutivos estresados que los contemplan en la pausa del cigarillo.
Generación Z
Luego está lo del Covid, pero Sofía, Álvaro y David cuentan que cada equipo de bailarines guarda estrictamente las distancias del vecino , tomando como referencia las columnas. Como no pasan de los veinte años, ni siquiera conocen la leyenda de Azca. La de que fue templo de la música de principios de los 90 cuando, en la Sala Specka, había unos «amplificadores que eran la envidia de Europa », tal y como recuerda Julián García, que tan bien pisó estas galerías y estas plazas.
Que quienes han poblado estos pagos a la izquierda de la Castellana (según se sube) son de la llamada ‘generación Z’ lo prueba el hecho de que las cuitas de egos entre bailarines se diriman en «el Insta» (Instagram), allí donde se siguen o se critican, principalmente mediante «anónimos». También que tengan su referente de futuro en esos programas ‘buscatalentos’ que tan de boga están en las televisiones de medio mundo. O que no tengan –por edad– el más mínimo recuerdo de cuando se quemó la Torre Windsor , en cuya sala de espectáculos cantó la gran Marifé de Triana o Moncho Borrajo hizo sus gracietas.
El paseo por Azca permite contemplar niños de uniforme por el césped regateando al perro, ladrillos con solera, algún desocupado que pasa la tarde contemplando los rascacielos de la ciudad chata y el bostezo de algún ‘segurata’ con menos carga de vigilancia por aquello del teletrabajo. También un jaleo de obras que se retoman y una señora desocupada que pregunta «por el Metro más cercano».
De alguna manera, Azca es un Retiro sin árboles donde Claudia y Gabriela «pasan las tardes que tienen libre» . Cierto es que se preparan para la Selectividad, pero dicen que entre el monopatín «y los pajaritos» se relajan y pueden estudiar. Claudia y Gabriela, cada una con un monopatín distinto, no pegan saltos ni se atreven a «hacer truquitos», sino que se desplazan mientras memorizan el temario.
El paseo por Azca acaba frente al mural de Miró en el Palacio de Congresos . Y la lección que queda es que la juventud puede revitalizar las esquinas más sórdidas de la Capital.
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