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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la sesión en el Senado EP
José F. Peláez

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Decía Ana Blanco Soto, 'Tía Anica La Piriñaca' que, cuando cantaba a gusto, la boca le sabía a sangre. No descarto que, tras la sesión de este martes, a Sánchez le sucediera algo parecido. Es posible incluso que, al terminar, tuviera que salir directo ... a por un colutorio para hacer unas gárgaras cicatrizantes y antisépticas que le ayudaran a eliminar del todo el recuerdo del sabor ferroso de la hemoglobina. Porque el presidente convirtió este martes el Senado en un lugar triste, lleno de sangre olvidada y en el que los que crecimos en los ochenta no pudimos evitar volver a escuchar las sirenas de policía, las ambulancias de los muertos y los gritos de aquellos niños huérfanos.

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