Lambán congrega al PSOE que sucumbió: «Un socialista no viene al mundo para entenderse con un nacionalista»

El anterior presidente de Aragón presenta su libro en Madrid arropado por Felipe González, Alfonso Guerra y Emiliano García-Page, pero sin nadie de la dirección actual de su partido

Felipe González: «Si sancionan a Lambán por eso me sancionan a mí»

Emiliano García-Page, Felipe González, Javier Lambán, Javier Fernández y Alfonso Guerra ISABEL PERMUY

Han pasado poco más de once años desde que en febrero de 2013 el PSOE sancionase a los diputados del Partido Socialista de Cataluña (PSC) por votar a favor del mal llamado «derecho a decidir» y la puesta en marcha del expediente sancionador a ... Javier Lambán por haber decidido la pasada semana no participar en la votación del Senado en la que los socialistas rechazaban el veto a la norma que se aprobará definitivamente el próximo día 30 en el Congreso. En esos dos procesos sancionadores está todo y ejemplifica la mutación del PSOE. La herida por el modelo territorial sigue latente en el partido. Aunque las posiciones otrora mayoritarias son ahora una minoría orgánica.

Lambán presentó su libro este miércoles en la capital. El acto en el Colegio de Arquitectos de Madrid evidenció a la perfección esos dos mundos en los que la militancia socialista opera como un lazo de sangre, un sentido de pertenencia, pero entre los que no existe comunicación ni relación sincera. Al acto no asistió ningún miembro del Gobierno ni de la dirección federal del PSOE. El tono del evento y los asistentes no tenían nada que ver con el partido actual.

Pero sí asistieron antiguos rivales como Daniel Pérez Calvo, que se enfrentó a él en las elecciones autonómicas como candidato de Ciudadanos. Destacada presencia también de Javier Zaragoza, fiscal de Sala en el Tribunal Supremo. Sí se dejaron ver históricos como José Luis Corcuera, Nicolás Redondo o Cándido Méndez. También Elena Valenciano, la que fuera número dos de Rubalcaba y con asiento ahora en el Consejo de Estado. Y, junto al anterior presidente de Aragón, los cuatro grandes protagonistas: el expresidente Felipe González, el exvicepresidente Alfonso Guerra, el expresidente asturiano Javier Fernández y el actual presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page. Todos ellos representan ese otro PSOE. El que pudo ser y no fue. El que tomó el control del partido en octubre de 2016 y sucumbió contra Pedro Sánchez en las primarias unos meses después.

De su proyecto quedan ahora las palabras. Y conatos de revuelta que no van más allá. Y siempre un rechazo a romper con el PSOE por mucha distancia que sientan con Sánchez. Porque persiste la esperanza de que son sus valores los que representan lo que debe ser el PSOE. A su llegada, González ya marcó el terreno de juego y su «solidaridad» con Lambán, con quien dijo estar de acuerdo en forma y fondo con lo que ha hecho. «Él me parece que es un ejemplo de lealtad al proyecto que representa el Partido Socialista. Si lo sancionan por eso, me sancionan a mí también».

Lambán escribió la pasada semana una carta al portavoz del PSOE en el Senado y líder del partido en Andalucía, Juan Espadas, para explicarle que no iba a participar en esa votación «porque incurriría en una insoportable deslealtad conmigo mismo y en una contradicción flagrante con mis convicciones éticas y políticas y porque estoy convencido que no le prestaría ningún servicio ni a mi país ni a mi partido». Page se refirió resignado a ello porque «los reglamentos están para cumplirse» y la sanción de 600 euros en la que se materializará «es lo de menos». Page lleva tiempo defendiendo que él no puede condicionar el voto de los diputados de su federación. Pero, ¿qué habría hecho él en el lugar de Lambán? No lo aclaró, pero sí apuntó: «Yo no soy diputado ni senador. Y casi me alegro. Yo hubiera sido más radical, pero no lo voy a decir hoy porque hoy es su día. Los diputados y senadores no pueden ni deben recibir consignas. Algunos me preguntan por los diputados de Castilla-La Mancha, pero digo yo que sería más razonable preguntarse por el resto de los diputados de Aragón, porque esos votan».

Alianzas contra natura

Presentaba el libro Javier Fernández, que dirigió la gestora entre los dos mandatos de Sánchez y que se refirió al Comité Federal de aquel 1 de octubre de 2016, que definió como «una quiebra emocional entre nosotros». El exdirigente socialista glosó una obra política en la que «se defiende al Estado y no se disculpa por ello». Y mostró su «perplejidad» por el hecho de que «para defender el Estado de bienestar se buscan alianzas con quien tiene como objetivo último la destrucción del Estado». El libro defiende como proyecto territorial la Declaración de Granada de 2013 que se aprobó bajo dirección de Rubalcaba y en el que se defiende una reforma constitucional en sentido federal para cerrar el modelo autonómico.

Las amables palabras de Fernández tuvieron su réplica por parte del protagonista del acto, que recordó que en 2014, tras la dimisión de Rubalcaba, se empeñó en que el barón asturiano fuera el sucesor: «Diez años después lo sigo pensando. Él era el sucesor que necesitaba el PSOE», dijo Lambán. Y la sala rompió en un aplauso unánime. Hace año y medio, el aragonés ya se pronunció de forma similar, provocando un fuerte malestar en Ferraz, que llamó al entonces presidente autonómico para afearle sus palabras. Por aquel entonces, ocupando cargo institucional, Lambán accedió a reconocer que sus palabras eran desafortunadas. Este miércoles insistió en esa idea. Y enarboló un discurso muy crítico con el momento político y con el papel del PSOE: «No habría peor solución para España que celebrar 2036 con el espíritu de 1936. No hay mayor reto que celebrarlo con el espíritu de 1978».

El todavía líder del PSOE en Aragón terminó con una enmienda a la totalidad a la coyuntura de alianzas sobre la que se sostiene Sánchez: «Un socialista no vino al mundo para entenderse con un nacionalista, sino para combatirlo por tierra, mar y aire». Y, pese a criticar la ausencia de un proyecto reformista en el PP, defendió que los dos grandes partidos no deben repudiarse, pues «son dos pilares y en elementos básicos han de entenderse».

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