ANÁLISIS
'El Aldamazo'
El comisionista será el protagonista invisible en los corrillos del congreso de Sevilla: «¿Es Bárcenas o es el pequeño Nicolás?». Pero en el Gobierno saben bien que el negacionismo es mal consejero.
Víctor de Aldama no estará en el congreso federal del PSOE del próximo fin de semana en Sevilla, al menos de cuerpo presente. Pero sí estará su espíritu y, sobre todo, sí estarán sus declaraciones. Estarán porque sus acusaciones del jueves en la Audiencia Nacional ... a media docena de miembros del Gobierno y del partido son equiparables en términos de impacto mediático a lo que supuso la publicación de los papeles de Bárcenas para el PP, y por eso no hay conversación entre dos militantes socialistas en la que no suene la terrible pregunta: ¿Será verdad? O, como confiesa un barón importante: «esto se está poniendo muy feo porque ya va por arriba el tema». Es el terrible amargor de la propia medicina.
Tras el Aldamazo, la estrategia de comunicación del PSOE pasa por desarrollar dos ideas: la primera es que Aldama es un delincuente, y a los delincuentes no se les debe dar credibilidad. Pero, ¿no le dio el PSOE credibilidad a Luis Bárcenas? ¿No se le dio credibilidad al comisario Villarejo? Pedro Sánchez está en La Moncloa gracias a su habilidad para convertir las corrupciones del PP en un ambiente público irrespirable, y al hacerlo también sobreactuó y se pasó de frenada. Un ejemplo muy claro es darle a José Luis Ábalos el papel protagonista en la presentación de la moción de censura a Mariano Rajoy.
El segundo argumento que lanzan las terminales mediáticas socialistas es un intento por denigrar a Aldama equiparándolo con el pequeño Nicolás, como rebajándolo a delincuentillo de poca monta, a listillo de instituto. Pero, de nuevo, el PSOE choca con la realidad.
Cuando Pedro Sánchez atiende a los medios en el Congreso el jueves por la mañana comete dos errores: el primero es confrontar directamente con Aldama, y el segundo es atacarlo llamándolo «personaje». Solo le faltó decir aquello que dijo Rajoy cuando se le preguntaba por Bárcenas: «Ese señor del que usted me habla». Al final Sánchez es una versión evolucionada de Rajoy, porque es verdad que el presidente del Gobierno del PP no supo gestionar el factor Bárcenas, como Sánchez el elemento Aldama, pero además el actual presidente es capaz de hacer el ridículo querellándose contra el juez y de crear otro clima irrespirable señalando a los medios de comunicación que hacemos nuestro trabajo. Y ahí está la clave: Sánchez es un experto en generar climas irrespirables, ya sea desde el Gobierno, ya desde la oposición. Nadie señala como él. Eso sí, desde la oposición advierten: «Se nota mucho la diferencia cuando está en la sesión de control y cuando los deja solos: necesitan tenerlo ahí, porque si no se desinflan». Son dos caras de la misma moneda: culto al líder y una dificultad creciente para defenderlo: las pruebas cercan cada vez más al presidente, que ha querido trasladar que su reacción a la declaración de Aldama fue tomárselo a broma, reírse como si fuera un loco. Estaba en el Congreso de los Diputados, en la zona de Gobierno. Rajoy envío aquel SMS de «sé fuerte», Sánchez traslada el mensaje de que se lo toma a coña, como aquella carcajada indigna y soberbia desde la tribuna del hemiciclo riéndose del líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. Mera escenificación: hay nervios porque las pruebas no han tardado en empezar a aparecer. La primera, una noticia que pasó inadvertida en 2022: el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, condecorando a Aldama con la medalla al mérito de la Guardia Civil. ¿Qué mérito?. Ay, ministro, ¿no se da cuenta que cuanto más débil está usted más le utiliza el presidente?
Víctor de Aldama ha elegido un abogado que sabe lo que hace: José Antonio Choclán tiene una tradición pactista y está desarrollando una estrategia de defensa que sólo funciona si lo que dice su cliente es verdad. Lanzar a Aldama a hacer todas estas acusaciones sin tener pruebas sería como empujarle a una piscina sin agua. No es verosímil. Además, la Fiscalía Anticorrupción le dio credibilidad al pedir su puesta en libertad, al igual que el juez al sacarlo de la cárcel a las pocas horas. El temor que se maneja en el PSOE y en el Gobierno es si el abogado de Aldama tiene previsto ir sacando las pruebas de una en una, en un goteo inasumible para el Gobierno. El manejo de la agenda pública, una de las especialidades de Sánchez, en manos de Víctor de Aldama. Terror en La Moncloa.
Y así llegamos al congreso del PSOE el próximo fin de semana en Sevilla, donde nadie pronunciará en el plenario el nombre de «ese hombre del que usted me habla», el nuevo innombrable de la política española, si no es para compararlo con el pequeño Nicolás o para llamarlo delincuente. Más muro, más Sánchez, más búnker, eso es lo que cabe esperar de un congreso que estaba previsto para cerrar filas en torno al líder y anular toda discrepancia. Ya se advirtió en este periódico: Sánchez no sólo quiere control hoy, quiere control también mañana. Por eso está lanzando globos sonda a, por ejemplo, Juan Lobato, un dirigente autonómico del PSOE que enlaza con la socialdemocracia, con el partido de siempre, con un pie en lo institucional y otro en la sensatez. No gusta en Ferraz y no gusta en La Moncloa. ¿Sabe usted por qué? Porque tiene cuarenta y tantos y, aunque no está en eso, podría liderar o arropar una alternativa al PSOE después de Sánchez. Y algo más: tiene trayectoria política previa y exitosa como alcalde de un pueblo de Madrid y tiene adónde ir después de la política. Eso es lo más antisanchista en el PSOE: pasado y futuro sin dependencia. Que se ande con ojo, porque el próximo fin de semana el PSOE va a proclamar a Sánchez como a un héroe. Será una inmensa demostración de debilidad, un clamor de aplausos y palmas coloradas interpretando la misma sinfonía que la orquesta del Titanic. Y con Aldama en todas las conversaciones.
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