Excomisario general de Información de la Policía
Jesús De la Morena: «Desde el principio pensé que no era el modus operandi de ETA»
11M: 20 aniversario
Era el comisario general de Información de la Policía aquel 11 de marzo de 2004 y, como tal, máximo responsable de la investigación del peor atentado terrorista de la historia de España. Nunca había concedido una entrevista. Hasta hoy. «La línea de investigación prioritaria a seguir era la yihadista», afirma
Entrevista con la Policía Cientifica: «Las 26.000 evidencias nos llevaron solo a la célula islamista»
Crónica | La gran fractura
Jesús de la Morena era el comisario general de Información de la Policía el 11 de marzo de 2004 y como tal máximo responsable de la investigación del peor atentado terrorista de la historia de España. Nunca había concedido una entrevista. Minucioso y analítico hasta ... el extremo, estas líneas sólo ven la luz después de que el policía haya estado seguro de que sus mensajes son los adecuados en el 20 aniversario de la matanza de los trenes.
–¿Cómo se enteró de los atentados y qué pensó en esos primeros momentos?
–Cuando me dirigía al aeropuerto de Barajas para acudir a una reunión en París con la jueza antiterrorista madame Levert, me llamó el comisario jefe de la Brigada de Información de Madrid. En esa primera llamada sólo me dio datos genéricos sobre una explosión en las vías férreas con uno o dos muertos. Segundos después es la responsable de prensa de Interior, Ana Cabos, la que me preguntó. Y poco más tarde de nuevo fue el jefe de Información de Madrid el que me dice que son varias explosiones y que en la estación de El Pozo hay decenas de muertos y heridos. Me dirigí de inmediato a mi despacho de la Comisaría General, un recorrido de no más de 20 minutos en los que recibía y pedía datos sobre el atentado, a esas horas aún parciales. En paralelo comencé a reflexionar sobre la posible autoría, y en particular sobre ETA. Mis primeros pensamientos sobre su hipotética capacidad criminal y su 'modus operandi' habitual no me encajaban con lo sucedido, de forma particular la ausencia de aviso previo; pero también es cierto que entonces carecía de la información mínima necesaria para poder emitir un juicio medianamente objetivo sobre ese asunto.
–¿Cuándo fue consciente de la magnitud real del atentado?
–Desde que recibí la segunda comunicación del jefe de Información de Madrid no tuve dudas de que se trataba de un atentado muy grave y las informaciones en las siguientes dos horas acabaron por confirmar una magnitud sin precedentes. La primera decisión fue reunirme con los responsables de las Unidades para intercambiar datos y recabar sus opiniones. Les insistí en que, al margen de la actividad investigadora habitual, era urgente centrarnos en el chequeo exhaustivo de las operaciones que teníamos tanto contra ETA como en el ámbito yihadista. Se trataba de reinterpretar cualquier hecho o información que pudiese arrojar alguna luz, y que al menos nos ayudase a despejar esa primera incógnita sobre la posible autoría. Y por supuesto contacté con las unidades del País Vasco, Navarra y también la que operaba en Francia. La segunda decisión, consecuencia de la complejidad de la investigación, sobre todo por el elevado número de terroristas que tenían que haber participado de forma directa e indirecta dada la cantidad de artefactos explosivos empleados, fue la de formar un equipo conjunto con todo el potencial que teníamos. Participaron en él sus cuatro unidades centrales: Información Interior, especializada en ETA; Información Exterior, que trabajaba el terrorismo yihadista; Inteligencia, dedicada al análisis, y Apoyo Operativo para reforzar a las anteriores y favorecer en tiempo récord gestiones esenciales en esos momentos, así como algún policía de Madrid. En total tenía cerca de 500 agentes para hacer multitud de actuaciones con las que arrancar la investigación y que íbamos a vivir una especie de estado de excepción.
–¿En qué momento se impone como más probable la autoría yihadista?
–Sobre la una de la tarde se pasó de una indeterminación sobre la posible autoría criminal, en la que yo defendia que solo podía contemplar a ETA desde circunstancias extraordinarias que nunca se habían producido en su trayectoria criminal, a pensar que había sido esa organización terrorista. Esa interpretación se hizo en base a una primera información que vinculaba el explosivo a la dinamita Tytadine, habitualmente empleada por esa organización terrorista. Pero ya durante la tarde empezamos a tener datos e indicios que apuntaban al terrorismo yihadista. El modo de operar de ETA no tenía nada que ver con el empleado en la matanza. Pero además los análisis de los Tedax (técnicos en explosivos) sobre las muestras de explosivos recogidas en los focos de las explosiones demostraban que no era Tytadine. Con ese escenario, aún cobraba más sentido la ya citada ausencia de aviso previo sobre el atentado. Además, estaban los elementos recogidos en la inspección de una furgoneta encontrada junto a la estación de Alcalá de Henares y utilizada por los terroristas, como algún pequeño resto de explosivo y el extremo de un cartucho de dinamita que coincidía con la procedente del foco de los atentados, detonadores eléctricos de fabricación española y una cinta de cassete con grafía arabe con salmos islámicos. Y no se podía olvidar que los procedimientos empleados en la sustracción, falsificación, utilización y abandono de la furgoneta cerca del origen de los atentados tampoco era habitual en ETA.
–¿Había más elementos?
–Al final del día aún se iba a producir otro hecho que apuntaba en esa dirección: la reivindicación enviada por las Brigadas de Abu Hafs Al Masri, vinculadas a Al Qaeda, a un periódico escrito en árabe y editado en Londres. Sin embargo, tras consultar con varios servicios de inteligencia extranjeros no se le concedió una credibilidad total porque ese grupo había reivindicado otro ataque poco antes; el apagón eléctrico de la costa Este en USA, en el que no quedó demostrada la autoría yihadista.
–Entonces se descartó ETA...
–En la práctica sí. El día 12 la yihadista es la línea de investigación prioritaria, y además ya se había encontrado la mochila de Vallecas con explosivos y un teléfono y tarjeta, con lo que se alejaba aún más del 'modus operandi' etarra. Pero aún faltaba poner rostro a alguno/s de los criminales. Eso sucedió 24 horas después, cuando detuvimos a Jamal Zougam, individuo conocido por su radicalismo, y por supuesto con el visionado del vídeo de reivindicación realizado por parte de la célula terrorista con la escenografía y mensaje yihadista.
Peligro de otro atentado
«Se conjugaba la intención de matar con la certeza de que les quedaban aún unos 80 kilos de explosivos»
–¿Cuándo son conscientes del altísimo riesgo de otro atentado brutal?
–En poco más de 48 horas, cuando analizamos la cinta de vídeo a la que acabo de hacer referencia. La presencia de tres individuos cubiertos, armados y con atuendos propios de los terroristas yihadistas reivindicando el atentado y amenazando con nuevas acciones no dejaba lugar a dudas. Antes, la aparición de una noticia a última hora de la tarde del día de los atentados, según la cual se había encontrado algún terrorista entre las victimas, nos obligó a hacer gestiones para comprobarlo. Pese a ser falsa, nos sirvió de recordatorio sobre ese riesgo, que no habíamos sopesado aún por el caos en el que estábamos.
–¿La confirmación de ese peligro llegó con la detención en Avilés del exminero José Emilio Suárez Trashorras?
–Así es; al margen de las amenazas del vídeo y de considerar la posibilidad de que se produjeran más ataques, sería tras la detención de Trashorras, una semana después de los atentados, cuando ese riesgo se iba a revelar de forma extraordinaria. Había participado en el robo y la entrega de los explosivos y detonadores a los terroristas. Las comprobaciones sobre la capacidad del maletero del Volkswagen Golf donde cargaron ese material y las características de su embalaje arrojaba una cifra en torno a los 220 ó 240 kilos, y el cálculo que se hizo del utilizado en los atentados era de unos 140. Por tanto, se conjugaba la intención de matar con la tremenda capacidad mortífera del sobrante de explosivos. Estaba claro que se podían perpetrar ataques similares a los del 11-M.
–¿Cómo era la situación el 2 de abril tras el hallazgo de explosivos junto a las vías del AVE en Mocejón?
-Si tuviera que elegir una palabra para definirla sería crítica, desesperante. La investigación había avanzado, aunque siempre bajo la presión de una nueva acción terrorista, que se sentía más inminente cada día. Habíamos identificado a una parte importante de los autores y detenido a otros individuos relacionados con ellos, al margen de Zougam. Pero el reto no era sólo detenerlos, sino hacerlo antes de que cometiesen más atentados. Ese descubrimiento nos indicaba que el plazo para otro ataque estaba casi caducado. La reunión en Interior esa tarde, con bastantes participantes, más de los habituales, era un fiel reflejo de la tensión y máxima preocupación, y las explicaciones de un ingeniero de Renfe sobre los efectos de una explosión en las vías del AVE fueron espeluznantes. Un miembro de las Fuerzas Armadas propuso vigilar las vías férreas con helicópteros dotados de visión nocturna, algo que no sé si al final se hizo. En mi caso, planteé al general jefe de Información de la Guardia Civil poner en marcha a primera hora de la mañana del día siguiente una operación a la desesperada, con un gran número de agentes que recorriesen todas las poblaciones del sur de Madrid, la Policía, y las del norte de Toledo, la Guardia Civil, zonas en las que se había detectado actividad telefónica de alguno de los presuntos terroristas a través de los repetidores. Se trataba de enseñar sus fotografías y poder conseguir algún otro dato para su inmediata localización y detención.
–Y al día siguiente se produjeron los acontecimientos de Leganés...
–No hubo resultados por la mañana. Sobre las dos de la tarde me llamó Mariano Rayón, jefe de la Unidad de Información Exterior, para anunciarme que el comisario Rafael Gómez Menor me contase algo que podía ser muy interesante. Éste me explicó que había identificado un número/tarjeta de entre otras muchas de la investigación que tenía una relación por proximidad numérica con otra de un radical investigado antes. La Comisaría General de Información había desarrollado, en base a las tarjetas adquiridas por Zougam, un centenar contando la intervenida en la mochila de Vallecas que permitió la detención de este individuo, un trabajo excepcional que iba a constituir uno de los ejes esenciales de la investigación. En eso la UCAO y los inspectores Fermín y Maite tuvieron un papel destacado.
Angustia
«Era desesperante, avanzábamos, sí, pero teníamos que detenerlos antes de que lo volviesen a hacer»
–¿Cuándo se confirma que es la pista buena?
–Las gestiones de Gómez Menor sobre ese número iban a llevarnos en una hora y media a la inmobiliaria que había alquilado el piso al titular de ese número, primero, y a la vivienda de Leganés después. Hablé con el subdirector operativo y le dije que el GEO, que dependía de él, estuviese en alerta, y también con el secretario de Estado de Seguridad. A las cuatro de la tarde ya estaba reunido en mi despacho con Mariano Rayón y Lorenzo Hernández, el jefe de la unidad contra ETA. Pedimos y recibimos información de la veintena de policías desplegados en la zona. Nos explicaron que uno de ellos, que salió a tirar la basura, había 'mordido' a un agente y escapado a la carrera. Se esfumaba el factor sorpresa. Hablamos con tres inspectores que habían subido al descansillo, demostrando un valor increíble. Comentaron que los de dentro arrastraban algo, seguramente explosivos, y uno puso su teléfono en la puerta para que escuchásemos los gritos invocando a Alá. Les pregunté que cuántos podían ser y respondió que cuatro o cinco y les ordenamos que de inmediato salieran de allí por el peligro que corrían.
–¿Cuál fue el siguiente paso?
–Volví a hablar con el subdirector operativo para que activara el GEO y reiteré la necesidad del envío inmediato de las Unidades de Intervención Policial equipadas con armas largas, porque sus agentes están mejor preparados para un enfrentamiento. Los 40 minutos que tardaron se me hicieron eternos; cada poco insistía en la urgencia de la situación. Los recibí como agua de mayo, porque había un riesgo extremo. Mi primera preocupación era reducir el peligro de los policías que ya estaban allí. Les ordenamos que se situasen en el portal y disparasen si los terroristas salían, salvo que fueran desnudos y con las manos visibles. También pensé que podían intentar una toma de rehenes en una casa.
–La situación ya era crítica...
–Sí; sobre todo porque cuando iba a Leganés Rayón me llamó para contarme que la Inteligencia tunecina informaba de que se había presentado ante la Policía de ese país la madre de uno de los yihadistas, Serhane ben Abdelmajid Fakhet, 'el Tunecino', para comunicar que le había llamado su hijo para despedirse porque estaba rodeado por la Policía. Muy poco después los servicios marroquíes informaban de lo mismo sobre los hermanos Oulad. Se lo dije al subdirector, que estaba con un grupo de geos. A partir de ahí, la operación dependía de ellos y nosotros quedamos pendientes de cualquier dato que surgiera.
Presiones
«Hicimos lo que creímos más adecuado. Astarloa compartía nuestro miedo. Fue una vacuna ante la fractura política total»
–¿Qué sucedió después?
–Cuando los geos asaltaron el piso y oí la primera explosión, y después otra enorme, hablaba por teléfono... Se me saltaron las lágrimas y por supuesto se me borró la 'satisfacción' de haber localizado a los terroristas. Poco antes les había visto con su jefe mientras decidían cómo acometer el asalto. Cuando pude acercarme les vi salir del portal cubiertos de polvo y al compañero que acababa de morir en una camilla... Unas dos horas después fui a visitar a los heridos al hospital. Me acordaba de las víctimas del día 11 y también pensaba en las que muy probablemente evitamos. Al entrar en la habitación de un subinspector herido grave hubo un cruce de miradas que jamás olvidaré.
MÁS INFORMACIÓN
–¿Recibieron presiones del Gobiernos esos días?
–En absoluto, tomamos las decisiones que creímos pertinentes. Las primeras detenciones son el día 13; una, la de Zougam, condenado luego como autor material. La envergadura de la investigación; el esfuerzo hasta llegar al piso de Leganés, no solo de todos los departamentos de la Policía, sino también de la Guardia Civil y el CNI junto a la angustia de saber que iban a cometer otro atentado y que el reloj corría rápido en nuestra contra, era una vacuna frente a la fractura política total. Cuando el 12 por la noche decidimos detener al día siguiente por falta de colaboración a los dueños de los locales donde se había vendido la tarjeta y el teléfono encontrado de madrugada en la mochila de Vallecas, primero el secretario de Estado, Ignacio Astarloa, esa misma noche, y al día siguiente a primera hora del director de la Policía, Agustín Díaz de Mera, me dirían algo que era de agradecer por lo que suponía de respaldo: «Haz lo que creas que tienes que hacer».
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