Análisis
El cinturón de hierro
Victimismo y resistencia. Silencio y disciplina en torno al Gobierno. El único argumento del congreso es el blindaje de Pedro.
En el recinto ferial de Sevilla, a pocos metros del 41 Congreso del PSOE, se celebraba este sábado un evento de bandas de Semana Santa. La música no llegaba al auditorio de los socialistas, convertidos para el caso en cofrades de la hermandad de la ... Exaltación que en vez de cornetas y tambores acompañaban a sus 'santos' con salvas de aplausos. También se oían silbatos y otros instrumentos de viento en la acera de enfrente, tocados por unos cientos de mutualistas de profesiones jurídicas vigilados por el correspondiente cordón de policía. Dentro sólo se escuchaba a Juan Espadas dando la bienvenida a Chaves y Griñán bajo una ovación cerrada, y a Santos Cerdán, que no ganará ningún concurso de oratoria, hablando de «ola autoritaria», de «mentiras en sede judicial» y de «cacería humana».
En el espacio congresual se circula por la izquierda. Literalmente. Así lo indican los cordones de los pasillos y la cartelería roja que establece en sus lemas la dirección (semi) obligatoria al modo de las carreteras anglosajonas. En algunos stands se reparten chapas con la palabra 'zurdo' y 'zurda' a modo de orgullosa proclama identitaria, pero no se veían en demasiadas solapas. Está todo muy bien organizado, a base de áreas abiertas para las charlas (llamadas ágoras), el personal de servicio es amable y la zona de encuentro y esparcimiento muy amplia. La atmósfera de conjunto resulta bastante más relajada que los discursos de la gran sala, donde los oradores llaman a la resistencia como teloneros de la esperada arenga de Pedro -allí casi nadie lo llama por su apellido- el domingo por la mañana.
Los congresos de los partidos en el poder suelen presentar poco conflicto. En éste ni siquiera hay que votar al secretario general, que ya fue proclamado el 1 de octubre ante la ausencia de candidato alternativo. El único suspense reside en la composición del equipo, es decir, de la Ejecutiva, y en el contenido de la intervención del jefe tras los últimos acontecimientos procesales y políticos que los miembros de la nomenclatura comentan entre sí y con la prensa por los pasillos. Los más de mil compromisarios y otros tantos invitados están contentos por el hecho de serlo, una especie de élite de la militancia, y siempre es grato encontrarse con compañeros y amigos en un sitio como Sevilla, que los recibe con temperatura de primavera ideal para hacer un poco de turismo. Las ponencias ideológicas y sectoriales sólo incumben a los muy 'cafeteros'; el resto se limita a darles sin debate el visto bueno a sabiendas de que se trata de asuntos sujetos al ya habitual carrusel de «cambios de criterio».
En ese ambiente de unanimidad norcoreana, una representante de Izquierda Socialista, que debería ser de Corea del Sur, solicitó intervenir en el debate de gestión para quejarse de falta de participación y cuestionar la excesiva concentración de poder en el liderazgo. Criatura. El presidente de la sesión plenaria, Juan Espadas, algo desconcertado, le negó muy educadamente la palabra y le dijo que quedaría constancia de su protesta en el acta. Hubo algunas sonrisas y la cosa siguió como si nada. Hablaron los portavoces sindicales, Unai Sordo y Pepe Álvarez, que lleva liberado de congreso en congreso toda la semana, para sumarse al argumentario del socialismo cercado por la ultraderecha política, judicial y mediática. El de UGT disertó sobre «juicios absurdos basados en mentiras y bulos» y el de Comisiones cerró filas con el sanchismo acosado por «sectores reaccionarios» que conspiran contra una socialdemocracia «de referencia en el mundo». Luego se proyectó un vídeo histórico que arrancaba con Franco y en el que después salía, en planos muy breves, un Felipe González triunfal que ha preferido -como Alfonso Guerra, que vive muy cerca- estar ausente.
Quien sí compareció, y se detuvo a hablar con los periodistas, fue Susana Díaz, que anda atizando posiciones críticas contra su sucesor en Andalucía. «Me toca chupar banquillo -dijo- pero soy joven todavía». También se atrevió a mentar la bicha de los «días tan malos» que les están proporcionando los frentes abiertos en la Justicia. «Todos traemos eso en el cuerpo», añadió antes de calificar a Juan Lobato, otro ausente, de «chaval decente y honesto», y remató pidiendo un partido «respirable y habitable donde no se orille el talento». La cuota de disidencia, moderada y oblicua, la completó García-Page al recomendar no poner por nadie la mano en el fuego y alejarse de «un victimismo que es el último recurso de cualquier proyecto». Ahí quedó eso.
Pero el victimismo y la resistencia son en la práctica el único argumento de esta reunión sin otro fin concreto que el de inyectar adrenalina en la estructura orgánica y apretarla en torno al Gobierno. Disciplina y lealtad había pedido en la víspera Zapatero, convertido en reanimador de espíritus decaídos y paladín contra el abatimiento. Va a costar porque, por mucho 'lawfare' que impregne las soflamas oficialistas, los afiliados todavía sienten por las togas, y se les nota, un inevitable respeto. Y unos corruptos cantando la Traviata en los tribunales son un serio factor de riesgo. La consigna es proteger al líder, blindarlo con un cinturón de hierro. Fe y silencio. Lo dijo la ministra Diana Morant cuando la gente se mezclaba con los músicos de la vecindad camino del almuerzo: «Menos mal que tenemos a Pedro».
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