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La idea de Tabarnia vive latente a la expectativa de la política

La respuesta más loca y ejemplarizante al secesionismo catalán sigue desorganizada, seis años después de su 'boom' mediático y social

Una radio digital, dos partidos sin actividad, una web y Boadella mantienen en pie el espíritu de Tabarnia

Tabarnia y Barcelona, de lo digital a lo real

Bufandas, banderas, chapas, banderines, camisetas y otro tipo de material, que se puede adquirir en Tabarnia.org, cuanta con los colores y los símbolos de la región imaginaria Adrián Quiroga
Daniel Tercero

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La fecha a recordar es la del 31 de julio de 2013, pero nada habría sido igual sin la navidad de 2017. Daniel –que prefiere que no citemos sus apellidos– recuerda a ABC que el nombre de Tabarnia se lo inventó (Ta, de Tarragona; Bar, de Barcelona; y Nia, adaptación del sufijo -ía de lugar o país) para articular una respuesta, medio jocosa pero con base argumental seria, a la machacona reivindicación del nacionalismo catalán bajo el lema del 'España nos roba'. «Me parecía que si Cataluña podía separarse de España con argumentos económicos, también una parte de aquella por los mismos motivos», señala, diez años después de la aparición del nombre que fue dando a conocer en el blog 'Barcelona is not Catalonia'.

Si el nacionalismo defiende que existe un hecho diferencial catalán, respecto al resto de los españoles, Daniel encontró diez diferencias de calado para los 'tabarneses', 'tabarnienses' o 'tabarnianos' –tres acepciones válidas para el gentilicio de los que viven en Tabarnia, según la Real Academia Española–, resumidas en tres: la mayoría no vota a partidos independentistas, son bilingües de sentimiento y sus ciudadanos soportan un déficit económico en relación al resto de la región.

Durante cuatro años, la zona que va desde la costa del sur de la provincia de Gerona hasta la mitad de la de Tarragona, pasando por el área metropolitana de Barcelona, capital catalana incluida, fue tomando forma discursiva a medida que el nacionalismo catalán subía la temperatura de sus reivindicaciones. La consulta independentista del 9 de noviembre de 2014 ayudó indirecta pero determinantemente. Si el tema político en discusión iba sobre las balanzas fiscales entre autonomías y los desprecios de los nacionalistas a Extremadura o Galicia, por poner dos regiones, ¿por qué tendría que soportar un barcelonés, por ejemplo, el coste de una carretera ilerdense?

Algunos políticos, sobre todo de Barcelona, y algún articulista, con aires de provocación pero con sólidos argumentos fácticos, fueron esculpiendo un espejo para poner delante de los independentistas. No había coordinación. Ni ayuda exterior. Así es la historia del constitucionalismo en Cataluña. De resistencia y abandono por parte de Madrid. Hasta que se llegó a septiembre y octubre de 2017. Carles Puigdemont y Oriol Junqueras pulsaron el botón rojo. Volaron el último puente. Y Tabarnia apareció como alternativa, ya menos jocosa, flotador para el naufragio, y futurible, lo que llegó a molestar a los partidos constitucionalistas.

El 'boom' mediático –reportajes, entrevistas, televisión, radio, ¿realidad o ficción?– y lo que marcó un antes y un después para Tabarnia se dio en la Navidad de 2017. En pocas semanas, la población había digerido la aprobación de madrugada de las 'leyes de desconexión' en el Parlamento de Cataluña (6 y 7 de septiembre), la llegada de miles de agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil (alojados, muchos, en barcos deshonrosos en el puerto de Barcelona), el acoso a una comitiva judicial y varios agentes de la Guardia Civil (20 de septiembre), un referéndum ilegal (1 de octubre), una huelga salvaje y el discurso del Rey a los españoles (3 de octubre), una masiva manifestación a favor de la unidad de España en Barcelona (8 de octubre), una primera declaración de independencia (10 de octubre), la segunda declaración unilateral de secesión y la aprobación del artículo 155 en el Senado (27 de octubre) y, completando este breve resumen de hechos, la huida de España del Govern catalán (30 de octubre). Con este panorama, Tabarnia fue, en definitiva, una válvula de escape ante la tensión acumulada.

A partir de ahí, aparecieron cuentas en Twitter y Facebook que reivindicaban la idea de Tabarnia, webs con nombres rimbombantes, registros legales de la marca, aparición de partidos menores, litigios judiciales por la apropiación del nombre, arribistas y gente de corazón... Daniel dio un paso al lado. Su idea tomó vida propia. Diez años después, sigue al frente de la web Tabarnia.org, desde la que trata de mantener con brío la idea original.

Píldoras de tres minutos

Al paso del tiempo, con la victoria de un partido constitucionalista en unas elecciones autonómicas en Cataluña, por primera vez, las de Inés Arrimadas (2017) –luego llegó la del PSC, en 2021–; la aplicación leve, moderada y ponderada del 155; la actuación de la Justicia, lenta pero implacable; y, en definitiva, alejada –que no olvidada– la inmediatez de una ruptura traumática en la región, el espejo de Tabarnia quedó opacado con el vaho del esfuerzo por parar los efectos del «gran porro secesionista» que se habían fumado algunos, como dejó escrito un analista constitucionalista en 2013 y 2017.

Pero el concepto, el motivo, la ilusión de Tabarnia quedó para siempre en el imaginario colectivo. No solo en Cataluña. Y, en este caso, poco importa si alguien vota a Junts o lo hace por Vox, si prefiere a ERC o apuesta por el PSC, o si le gusta más la CUP, CS, el PP o los comunes. Todos los catalanes entienden la palabra Tabarnia, aunque la definan de maneras distintas.

Quien sí se tomó el asunto con cierta rigurosidad, y ánimo de mantener el pebetero encendido, fue Carlos Martín. En septiembre de 2018 puso en marcha Tabarnia Radio y, seis años después, ahí sigue. La emisora se emite por internet. Utilizó sus conocimientos del mundo de los medios de comunicación para levantar un proyecto –altruista totalmente– que trata de «mantener el espíritu de Tabarnia», dando voz a las entidades constitucionalistas y a personas de este ámbito.

«Los partidos están fallando», lamenta a preguntas de este diario, cuando se le pide una valoración de la situación política actual. Martín es el director de un proyecto comunicativo que no ha recibido ayudas, ni públicas ni privadas, asegura, pero sí un sinfín de promesas: «Cuando puse en marcha la radio, se acercaron muchos espabilados prometiendo financiación, pero en realidad querían el control ideológico».

La peculiaridad de esta radio es que emite píldoras de opinión de tres o cuatro minutos, cuando no programa música. «La gente no está para espacios de una hora u hora y media», señala. No son noticias. No puede competir con Carlos Herrera, Federico Jiménez Losantos o Carlos Alsina. «Es un medio de comunicación que no existía y representa lo que fue Tabarnia y lo que puede llegar a ser», añade.

Martín tiene muy claro que su producto no va dirigido a todos los catalanes y que cuenta con problemas de difusión, a pesar de la calidad de las píldoras. Pero está seguro de que la idea de Tabarnia volverá a estar encima de la mesa mediática y política. «Tabarnia Radio es un medio afín a los constitucionalistas para dar apoyo a una idea que está en 'stand by'», concluye.

Poco antes de la primera emisión en internet de Tabarnia Radio se registraron dos partidos políticos en el Ministerio del Interior con la intención de dar una salida al proyecto conceptual que se había gestado de manera casual. Hubo un momento en que la cosa fue en serio. Pero montar un partido no es tan fácil, no sirve solo con tener ilusión, y la presión, velada y sutil, de las formaciones constitucionalistas impidieron su materialización.

Tabarnia se registró en Interior en junio de 2018 y Tabarnia Libre, en agosto del mismo año. Del primero no queda ni rastro. Del segundo, una web en la que se argumenta cómo constituir una nueva comunidad autónoma en España y un decálogo de principios básicos de lo que debería ser la decimoctava región española, o la que sustituiría a –el resto de– Cataluña si esta opta por dejar España. Desde esta formación, «inactiva» pero «vigilante», no quieren hacer declaraciones, pero advierten: «Esto no va en broma».

A la espera de ver si Tabarnia Libre da el paso, solo un partido político llevó en su programa de las pasadas generales de julio la noción de Tabarnia como gancho electoral. Fue Unidos-Sí, una escisión catalana de Unidas Podemos que suma también a exmilitantes del PSC. Uno de sus 'leitmotiv' electoral fue el de trabajar por la promoción de Tabarnia como nueva comunidad autónoma. El resultado no fue muy esperanzador: 241 votos en toda Cataluña.

Lotería: número 00155

En el otro extremo del imaginario medidor seriedad-broma se mantiene la Asamblea Nacional de Tabarnia (ANT), como contrapunto a la entidad independentista Assemblea Nacional Catalana –que no es ninguna broma–. Su presidente es el gran dramaturgo y humorista Albert Boadella, y con este dato sería suficiente para tener una idea de lo que es la ANT y lo que se puede esperar de este grupo, pero para los despistados cabe añadir que hace un año se nombró a Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, delegada, presidenta o representante –que tanto da– de Tabarnia en la capital del país. Un honor para Díaz Ayuso, según demostró cuando se dio a conocer el nombramiento, que se comparó con Isabel 'la Católica'.

La ANT tiene muy poca actividad. Cada año entrega los premios de Tabarnia durante una cena y participa en la Lotería de Navidad con el número 00155, por su referencia al artículo de la Constitución que permite al Gobierno intervenir los Ejecutivos regionales y se aplicó en 2017 en Cataluña. «Recibimos algunas donaciones y tenemos un puñado de simpatizantes», comenta Gemma Gesa, que figura como secretaria general de la entidad.

«No tenemos un objetivo político. Utilizamos el cachondeo para ridiculizar al independentismo», añade Gesa, que, sin embargo, advierte, «bueno, si Cataluña se independiza, habrá que ver si Tabarnia es viable». A Boadella, le acompañan en la aventura los 'ministros' Tomás Guasch y el columnista de ABC Juan Carlos Girauta, entre otros. Tabarnia, una respuesta loca y ejemplarizante.

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