«La paz no puede ser moneda de cambio. ETA debe desaparecer»
El sucesor de Ricardo Blázquez toma posesión hoy de su cargo al frente de la intrincada Iglesia vizcaína ante el descontento del sector más nacionalista del clero vasco

Monseñor Iceta encara su nuevo reto con la ilusión de ser el «obispo de todos y para todos», en una etapa de esperanza en el fin del terrorismo.
—Su designación, como la de monseñor Munilla en San Sebastián, ha despertado revuelo en la diócesis. ¿Qué ocurre en la Iglesia vasca?
—Existen diferentes sensibilidades y algunos reclaman una mayor participación en la vida de la Iglesia. El obispo tiene que ser factor de comunión. Yo quiero ser obispo con todos y para todos. Hay que escuchar, valorar e integrar las distintas sensibilidades. Debo buscar más aquello que nos une que lo que nos puede separar.
—Algunos ven en su designación un intento desde la Conferencia Episcopal por diluir «lo vasco».
—Se equivocan quienes piensan que la Iglesia nombra a sus miembros por criterios políticos. Siempre lo hace desde una lectura pastoral.
—Pero es el propio clero nacionalista el que politiza su nombramiento. Querían un obispo de la tierra y que hablara euskera, como es su caso. Aun así, no están conformes.
—No creo que hagan una lectura política, es más bien una sensibilidad que reclama mayor responsabilidad a la Iglesia. En cualquier grupo social, en este caso la Iglesia, en el que se elige a una persona, siempre hay quienes creen que otro perfil sería mejor. Pero yo no le daría más importancia.
—¿Coexisten dos iglesias dentro de la Iglesia vasca?
—No. Como digo, son distintas sensibilidades que acentúan más una dimensión de la Iglesia u otra. Pero no creo que se pueda hablar de la coexistencia de dos iglesias en la diócesis.
—¿Qué otros retos afronta en su labor al frente de la Iglesia vizcaína?
«Perdonar no será fácil. El arrepentimiento de quien ha inflingido el daño debe ser sincero»
—Nos enfrentamos a un grave problema de secularización de nuestra sociedad. Trabajamos en el fomento de las vocaciones entre los cristianos. En Vizcaya hay 2.200 religiosos y religiosas, pero de edades avanzadas.
—Vivimos un nuevo tiempo político en el País Vasco. Por primera vez un partido no nacionalista gobierna en Vitoria y se respira un mayor rechazo social a la violencia ¿La sociedad vasca ha madurado?
—Sí. Se aprecia una maduración, una evolución positiva en la sociedad vasca. Hoy existe una postura de oposición a toda forma de violencia y terrorismo más nítida. En los últimos años se ha hecho un gran recorrido.
—En su día se acusó al clero vasco de connivencia con los violentos. Hubo quien se negó a oficiar funerales por las víctimas. ¿Ha cambiado también la Iglesia vasca?
—Frente a las acusaciones de tibieza de los obispos vascos, he de decir que en todos sus documentos sobre esta cuestión la condena a ETA siempre ha sido explícita. Invitaría a leer el volumen «La Iglesia frente al terrorismo de ETA», que recoge toda la pastoral sobre el terrorismo y la violencia de los obispos entre 1975 y 1993. Ese rechazo es un elemento objetivo.
—¿Cómo valora los últimos comunicados de la banda?
—Los acogemos con prudencia. Desconocemos qué movimientos se están produciendo en ese entorno, pero sí tenemos claro que ETA debe desaparecer. Toda forma de violencia, terrorismo y extorsión es inasumible. La paz es un bien inmenso que no puede ser usado como moneda de cambio.
—¿Cuál cree que debe ser el papel de la Iglesia en la recta final de ETA?
—El papel de la Iglesia no es político, sino pastoral. Nuestra misión es mucho más profunda y paciente, tiene que ser de pedagogía, espiritualidad y cultivo de la paz. Debemos contribuir a generar el clima de convivencia y reconciliación necesario.
—Y si le ofrecieran mediar en el proceso, ¿se involucraría?
—No se nos ha pedido y tampoco nos compete. Hay otras instancias que tienen como objeto las cuestiones políticas.
—¿Qué mensaje se puede enviar a las víctimas del terrorismo para encarar ese camino de reconciliación que no deja de ser doloroso?[
—Las víctimas han sufrido injustamente un inmenso dolor, pagando con su propia sangre tantas veces, tantas familias rotas, la barbarie terrorista. Merecen nuestro reconocimiento, memoria y acompañamiento. Nos ponemos a su servicio para consolarles y ayudarles a que el dolor y la injusticia sean reparados. Y también para abrirles a la esperanza.
—¿Y cómo perdonar?
—Perdonar no será fácil. No es algo automático. El perdón conlleva primero una dinámica de que quienes han infligido el daño, se arrepientan. Que sean conscientes del mal causado, que tengan la capacidad de pedir perdón. Pero tiene que ser un deseo sincero de reparar. Sólo entonces, quienes han sufrido serán capaces de presentar esa grandeza de ánimo de poder otorgar el perdón.
—Fue muy crítico con el apoyo del PNV a la Ley del Aborto. ¿Cómo es su relación ahora?
—Mi relación con todos los partidos es de respeto y leal colaboración. Pero como obispo debo recordar a quienes se confiesan católicos, sean del partido que sean, que el derecho a la vida no puede ser violentado.
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