La 'slow food' rústica que arrasa en Galicia: no me digas taberna, llámame furancho
Nacieron para vender el excedente de las cosechas de vino de autoconsumo, pero ahora ya se confunden con muchos restaurantes que imitan su estética
Galicia apuesta por un turismo «más respetuoso» con el medio, los vecinos y los visitantes
![Charo sirve vino a cuatro jóvenes sentados en una mesa de su furancho, en Marín (Pontevedra)](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/06/09/1481625703-Rxz2mmBMcr55TsN25zNlOJK-1200x840@diario_abc.jpg)
«¿Blanco o tinto?», pregunta Charo a unos jóvenes sentados a la mesa en su local. Es la única disyuntiva a la que Iván, Blanca, Álex e Iria tendrán que enfrentarse para elegir bebida. A la oferta como mucho se le podría añadir agua. O gaseosa para domesticar el vino si fuese peleón. Tampoco tendrán que romperse la cabeza con la comida. Un máximo de cinco tapas, sencillas y tradicionales, como únicas opciones. No son bares ni restaurantes, son furanchos. Su origen es remoto y nacieron como fórmula para vender excedentes de vino de autoconsumo en algunas zonas de Galicia. Pero se pusieron de moda y son muchos, jóvenes y mayores, quienes los fines de semana se lanzan en masa al 'furanchismo'.
«Son diferentes a los restaurantes, más baratos, aunque desde la pandemia los precios subieron bastante», explican estos cuatro jóvenes. En una mesa contigua, Ángel y Pili comparten una jarra de vino y una ración de raxo –lomo de cerdo adobado y salteado–. «Cuando es la temporada de furanchos, nos gusta venir, es distinto a ir a un restaurante», explica la pareja a este diario.
«Intentamos que todos cumplan, para que no se desvirtúen y no sean competencia desleal para la hostelería»
Pablo Novas
Concejal del Concello de Marín
Esas son dos de sus principales características: precios bajos y estacionalidad. Siempre fue así. Antiguamente eran «la única posibilidad de las clases populares de darse el lujo de tomar algo fuera de casa», explica Xavier Castro, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), uno de los investigadores que mejor conoce la historia del vino en Galicia. Hoy en día, sin llegar a ese extremo, el precio sigue siendo uno de sus atractivos. Otra característica que los diferencia de los bares es que abren solo unos meses, hasta agotar el vino.
La de Charo es uno de las 16 furanchos de Marín (Pontevedra) que solicitaron licencia para esta temporada. El volumen de permisos que se tramitan en este municipio es variable, pero suele rondar la quincena cada año. Esta licencia es obligatoria desde 2012. Los furanchos son locales de toda la vida, pero con el bum muchos se sofisticaron hasta confundirse con restaurantes al uso. Y la Xunta tuvo que intervenir por las quejas de hosteleros, que ponían el grito en el cielo por competencia desleal.
Estacionalidad
La administración autonómica los reguló con un decreto que los reconocía legalmente, pero obligándoles a cumplir una de serie de requisitos. Pueden abrir un máximo de tres meses al año –a elegir entre el 1 de diciembre y el 30 de junio–. Solo servir vino de barril, de su propia cosecha, y nunca embotellado. Y en cuanto a las tapas, pueden ofrecer como mucho cinco, a elegir entre las siguientes: embutidos, chorizo, oreja, raxo, zorza, churrasco, huevos fritos, sardinas, jureles, callos, tortilla, empanada o croquetas. Nada de virguerías gastronómicas. Y ni café, ni postre, ni chupitos. También puede llevarse comida de casa, e incluso para calentarla en el local.
![Imagen principal - Dos hombres beben vino en una mesa del furancho O Alboio, de Marín (Pontevedra). En las imágenes inferiores, Peregrina bate huevos y Amancio pela patadas para una tortilla, en otro furacho, que lleva su nombre, de la misma localidad](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/06/09/1481625578-U18715800750lGj-758x470@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Dos hombres beben vino en una mesa del furancho O Alboio, de Marín (Pontevedra). En las imágenes inferiores, Peregrina bate huevos y Amancio pela patadas para una tortilla, en otro furacho, que lleva su nombre, de la misma localidad](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/06/09/1481625662-U50630220707mSP-464x329@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Dos hombres beben vino en una mesa del furancho O Alboio, de Marín (Pontevedra). En las imágenes inferiores, Peregrina bate huevos y Amancio pela patadas para una tortilla, en otro furacho, que lleva su nombre, de la misma localidad](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/06/09/1481625632-U62300526868DLY-278x329@diario_abc.jpg)
Los furanchos deben colgar en un lugar visible una rama de laurel, que ha servido históricamente para identificarlos, pues se ubican en viviendas, almacenes o garajes. Por eso también se llaman loureiros, aunque en realidad la rama tiene un origen impositivo. Pero una 'cantiga' recopilada por José Casal Lois entre 1869 e 1912 establecía en qué casos esa rama de laurel podía ser prescindible: «A taberna d'ó bô viño non necesita de ramo, á rapaciña bonita non precisa de reclamo».
Hoy en día son los ayuntamientos quienes deben gestionar el registro de los loureiros y velar para que se respete la normativa. «Tratamos de que todos cumplan, para que no se desvirtúe lo que son y no se conviertan en una competencia desleal para la hostelería», dice Pablo Novas, concejal de medio rural de Marín. Sabe bien de lo que habla. Su familia tiene un furancho: «Queremos conservar la esencia, la tradición».
«Disfrutar del vino y del producto local 'in situ' va en consonancia con la tendencia sostenible de un un producto de proximidad»
Xavier Castro
Catedrático y especialista en historia del vino en Galicia
Pero no es furancho todo lo que reluce. La aldea de Cobas, en Meaño (Pontevedra), es conocida como 'la milla de oro' del 'furancheo'. Paradójicamente, ninguno de los nueve locales que concentra lo es. «Mantienen su filosofía, pero ya están dados de alta como establecimientos de hostelería», dice el alcalde de Meaño, Carlos Viéitez. Eso les permite abrir todo el año y servir cualquier tipo de bebida y comida. No son furanchos, pero conservan o imitan su estética, se benefician del concepto. Y todos le siguen llamando así.
Con todo, pese a su desnaturalización en algunas zonas, los loureiros siguen representando una especie de 'slow food' rústica a la gallega: «Disfrutar del vino y producto local 'in situ' va en consonancia con la tendencia sostenible de un consumo de proximidad», añade Castro. Una experiencia única, corroboran Iván y Blanca a la mesa del furancho de Charo. Por cierto, la pareja se casa en breve. Y aunque les encantan los furanchos, no hasta el punto de celebrar su boda en uno de ellos.
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