ANÁLISIS
Recetas radicales de la UPG para un 'moderado' BNG
La columna vertebral de su discurso es dar alas a la «conflictividad social» en todos los sectores gallegos
Comparecencia de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados, en directo: declaraciones sobre el gasto militar en España y última hora hoy
Esta ha sido la semana en la que los ideólogos del BNG han acuñado un nuevo término, el 'franquismo industrial', expresión pronunciada por Ana Pontón en su careo quincenal con el presidente de la Xunta. Se refiere a Altri, claro está. Porque cuando ... algo no se quiere, cuando algo representa el mal primigenio, lo mejor es disfrazarlo con Franco. Es un comodín muy del gusto de los que consideran que la democracia es lo que ellos quieren que sea, y no lo que la gente vota.
Anda el BNG ya con la careta moderada guardada en el cajón, yendo a cara descubierta con su discurso de oposición soberanista, ese que según el CIS fue clave para que el PP lograra la mayoría absoluta en las últimas elecciones autonómicas. Y quizás sea una coincidencia, pero hace apenas quince días se conocieron las líneas maestras de la UPG para esta legislatura, aprobadas por su 'kommintern', con el camarada Néstor Rego al frente.
No tienen desperdicio. En esencia, las recetas de la Unión do Povo Galego se centran en alimentar una «intensa conflictividad social», un contexto que ven ya existente y que «permite desarrollar lecturas políticas favorables a la causa del soberanismo». En su documento, disponible para cualquier lector ocioso en su página web, encontramos expresiones 'vintage' como «expolio colonial» o «depredación extractivista». Todo muy siglo XXI.
Los temas que aborda esta hoja de ruta son diversos: Altri, los proyectos mineros, los parques eólicos en tierra y mar... Contra todo ello, misma receta: «reforzar la presión social», continuar con «la oposición organizada» y, por supuesto, la «implicación activa de cada vez más personas en las plataformas, entidades y organizaciones» que articulan la protesta «y en la movilización popular».
No hacía falta que nos lo reconocieran, pero por si quedaba algún incauto, queda ya negro sobre blanco que el tejido asociativo de la protesta contra lo que sea que se intente poner en marcha en Galicia tiene metida dentro la mano del titiritero nacionalista, que ordena sus gestos, dicta sus mensajes, financia sus gastos.
Un ejemplo: la vivienda. «Es preciso avanzar con propuestas de intervención y respuesta social que organice el descontento y presione para soluciones». ¿Alguna idea de cómo revertir la situación para que haya más médicos? Puede que en la siguiente entrega.
El documento llama a respaldar abiertamente las manifestaciones de SOS Sanidade Pública y Queremos Galego. «Tenemos que contribuir al éxito de la movilización del próximo 23 de febrero», incide la UPG ante la manifestación de la organización lingüística. De nuevo nada queda al azar. Todo está más que organizado porque forma parte de un diseño político: la fabricación de un contexto de rechazo y desencanto masivo a las decisiones adoptadas por un gobierno legítimo emanado de manera contundente de las urnas.
El esfuerzo no es arbitrario, sino que trae causa de las teorías gramscianas de la «hegemonía social», esas que permiten que tu relato no sea percibido como una astracanada de otra época. Para eso, «debemos preocuparnos por reforzar el conjunto de organizaciones y entidades que articulan la sociedad gallega desde una perspectiva nacionalista y de defensa del país, en el ámbito sindical, cultural, deportivo, de creación de conciencia, de comunicación...». Nada al azar.
No hallarán –ya les ahorro el esfuerzo de buscarlo– una sola propuesta sobre qué haría la UPG en el remoto caso de tener que construir y no destruir políticas públicas. Eso no está en el ADN de estos autorreconocidos marxistas-leninistas. Lo que les pone es el combate, la pancarta, el grito, la consigna, la algarada, el discurso victimista de quien se dice representante único de Galicia y se arroga la exclusiva capacidad de defenderla, aunque nunca se hayan presentado en solitario a unas elecciones para saber realmente cuánta gente secunda sus propuestas.
En la última Asamblea Nacional del BNG quedó constatado que la UPG no se ve con fuerzas para derrocar a Ana Pontón, a la que sin embargo le hicieron varios reproches por su manera de entender el liderazgo de la organización. Estas críticas no impidieron que sus mismos firmantes no coparan la candidatura de Pontón como si nada pasara.
Ahora bien, es razonable preguntarse si, en realidad, Pontón es como una monarca democrática en el seno de su organización, que reina pero no gobierna. Es decir, si vemos al BNG metido hasta la cintura en el pantano de la bronca social que pontifica la UPG, ¿será una coincidencia casual o, por el contrario, estará ejecutando los designios marcados por la facción más radical del nacionalismo, feliz con la polarización política y social porque en su seno puede predicar sin complejos su arcaico ideario?
Vuelve el franquismo, en sus más diversas modalidades, y es necesario sacar las pancartas a la calle para repudiarlo. Pensábamos que lo habíamos expulsado de nuestras vidas aprobando un modelo de país democrático, abrazando el sistema liberal, pero no. Era un error. Lo que no necesita volver es la UPG. Porque, en realidad, nunca se fue del BNG.
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