La mala racha de Abel Caballero
La derrota humillante el 18F, la huelga del bus urbano, el sobrecoste del ascensor futurista. El alcalde de Vigo acumula reveses, parapetado en su 'absolutísima'
Vitrasa, la piedra que el alcalde vigués no logra sacarse del zapato
![Caballero, escoltado por la Policía mientras es increpado por trabajadores de Vitrasa, en imagen de archivo](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/03/31/caballvitr-RO2hSHAeEeNbYk11FyxA83M-1200x840@diario_abc.jpg)
La noche del 18 de febrero, no es difícil suponer que a Abel Caballero le costó conciliar el sueño. Venía de sufrir un revolcón en las urnas, en unas elecciones, las autonómicas, donde formalmente no competía. Pero sí lo hacía. De ahí que se implicara como nunca, compartiendo incluso cartelería con el candidato del PSOE, José Ramón Gómez Besteiro. «Desta vai». Y fue, en Vigo, un doloroso, humillante tercer puesto para el alcalde, superado no sólo por el PP, sino también por el BNG, aupado a fuerza más votada. Apenas un 20% de los vigueses eligieron la papeleta con el puño y la rosa, 12 puntos menos que en 2020. Un resultado que escuece. Como los de Redondela y Moaña (BNG), y Nigrán (PP). Como haber perdido, en las locales de 2023, la Diputación de Pontevedra. Y ver de nuevo al PP arrancar el curso en Soutomaior, donde Carmela Silva había ordenado retirar una placa en la que se mencionaba al padre de Alfonso Rueda. Caballero no pasa por su mejor momento.
El alcalde siempre puede consolarse esgrimiendo que una mala racha la tiene cualquiera. Le siguen llamando las televisiones nacionales y gobierna con mayoría absolutísima. Asus 77 años, no hace tanto dijo aspirar a seguir en el cargo ya centenario. Biología aparte, aun perdiendo un escaño en cada convocatoria, como ocurrió de 2019 al 23, lo tendría al alcance de la mano. De momento, tiene enfrente a un PP embarcado en otra fase de interinidad y a un BNG en ascenso, pero sin el músculo suficiente para hacerle verdadero daño.
El contexto, en todo caso, no le ayuda. El 18F, el PSdeG se desplomó. Desde entonces afronta un proceso de reconstrucción que comandará quien firmó el peor resultado histórico del partido en unas gallegas, Gómez Besteiro. Mientras, en Madrid, Pedro Sánchez tira más que nunca de manual de resiliencia, pendiente de lo que ocurra en los comicios vascos y catalanes. Por lo de pronto, ha decidido prorrogar los Presupuestos Generales del Estado. Malas noticias también para Vigo, por más que el Gobierno mantenga que no peligra la agenda gallega. Véase la conexión ferroviaria con Portugal, la salida sur. O la variante de Cerdedo. El ministro del ramo, Óscar Puente, sale junto a Caballero en esas imágenes que han quedado para la posteridad, llegando a Vigo en Talgo, en la víspera de Reyes, prometiendo los trenes Avril para finales de este mes. Con José Ramón Gómez Besteiro besando la locomotora. Ahora, la llegada de la alta velocidad entra en la categoría –parafraseando al ministro– de petición a Sus Majestades de Oriente. Por no hablar de la costosa inversión para conectar directamente Vigo con Madrid. La solución: disparar a la Xunta. Como con la línea a Oporto, que en campaña dio pie a acusar a Rueda de agachar la cabeza ante Isabel Díaz Ayuso y su contrapropuesta Madrid-Lisboa. Cuando Stellantis se vuelve a quedar fuera del Perte VEC, cortina de humo: «El Gobierno asignará los fondos europeos que necesita»; y el ataque, a la Xunta: «Le tienen tanta tirria a la ciudad de Vigo...».
El enemigo de siempre
El viejo recurso de revolverse contra San Caetano no pasa de moda en el gobierno local vigués. «Una vez más, la Xunta quiere engañar a la ciudadanía», remachaba un comunicado enviado por el gabinete de prensa del Concello el Jueves Santo. A Caballero le habían sabido a cuerno quemado unas declaraciones de la delegada autonómica en Vigo. Ana Ortiz censuró que «el único alcalde de Galicia que boicotea las inversiones de la Xunta en su ciudad» se dedique además a «manipular a la opinión pública». El detonante:unas palabras previas del propio regidor, asegurando que le han puesto «mil problemas»en una obra conjunta (Avenida de Galicia). Ortiz le instó a que «desbloquee» inversiones autonómicas en manos del Ayuntamiento, desde la residencia de mayores de la ETEA a las pistas de atletismo del estadio de Balaídos, pasando por la señalización del Camino de Santiago.
El consistorio se revolvió acusando a la Xunta de ser la que les pone múltiples «obstáculos». En el caso de Balaídos y sus obras 'eternas', invocando a Emilio Pérez Touriño, que dejó de gobernar hace 15 años, y su promesa de sufragar al 100% la renovación de las pistas. De paso, aprovecharon para insistir en que no piensan hacer «propaganda» al Xacobeo;y tachar la estación de autobuses de «pegote». «No está a la altura del Halo ni de Vialia», apostillaron. Y todavía una ración de quejas clásicas: «Nos quitó una caja de ahorros, nos dejó sin AVE, quisieron cerrar el aeropuerto (...), paralizaron la candidatura de Cíes a Patrimonio», etcétera.
Días antes, Caballero acusó a Rueda de ocultar, por intereses electorales, que tenía decidido paralizarle el plan de ordenación urbana, el PXOM. «¡Miente y engaña!», dijo de la Xunta, por exigir al consistorio que enmiende los defectos del plan. «¡Se van a encontrar con problemas, muy serios problemas!», amenazó. 10 años lleva sin PXOMla ciudad con los alquileres más altos de Galicia, y el gobierno local ya no ve con malos ojos la declaración de zona tensionada. Si Rueda anuncia 200 viviendas de promoción pública en el barrio de San Paio de Navia es «propaganda» que no resuelve la «emergencia residencial».
El urbanismo es fuente también de disgustos para Caballero, por más que le quite hierro, por ejemplo, a que un juzgado anulase su proyecto para el Barrio del Cura, al estimar la demanda interpuesta por una comunidad de propietarios de un edificio cercano; y condenase al Concello a «corregir las deficiencias detectadas en los planos que delimitan el ámbito del proyecto». Efectos del «urbanismo a la carta», criticó el BNG; poca cosa, minimizó el gobierno local, que anunció recurso. En el caso de la recuperación de la Panificadora, sólo le sirvió para fracasar ante el Tribunal Supremo.
Mientras, es directamente imposible alquilar en el centro, donde cada año están más hartos del ruido y los atascos que provoca el despliegue navideño del alcalde –despliegue que en la última edición arrancó a medio gas, con un buen número de calles sin la iluminación instalada–. Quien puede se marcha a localidades cercanas y más asequibles, como Porriño.
El 'conmigo o contra mí' exhibido por el alcalde con la Navidad es una venda que le impide ver que no todos los vigueses comulgan con las formas del veterano regidor socialista. Los irritados vecinos del centro no son los únicos que han salido a protestar. También los de Beade, amenazados por un vial. El rural, que se siente abandonado. Como la periferia, la que no sale por televisión. Y también, en capítulo aparte, los trabajadores de Vitrasa, la concesionaria del transporte público urbano.
Más de 12 millones
Más de 100 días se prolongó la huelga indefinida de los trabajadores de Vitrasa, que intensificaron así el pulso que ya venían manteniendo con la empresa. Al fondo, un ejecutivo local que cargaba las tintas contra empleados –por tener a los vigueses de «rehenes»– y oposición –según Caballero, los paros los instigaban PP y BNG, en una maniobra «política»–. Vehículos quemados y apedreados, coberturas insuficientes, usuarios hartos, imagen pésima. El 8 de marzo hubo fumata blanca y acabó la huelga. Pero no el caso Vitrasa. Se resume en tres palabras: reequilibrio económico-financiero. Ocultado durante meses el informe del interventor, éste fija en 12,1 millones de euros la cantidad que ha de abonar el Concello; pero advierte de que debe ser recalculada a raíz de la sentencia (TSXG, 20 de febrero) que insta a revisar la tarifa de 2021. Sin que en los presupuestos de este año figure partida alguna a tal efecto, ni posibilidad de que se zanje antes del verano, denuncia la oposición.
Caballero podrá mirar para otro lado con Vitrasa, pero difícilmente con uno de sus proyectos fetiche: el Halo, el ascensor panorámico, artefacto estrella de 'Vigo Vertical' (rampas, escaleras mecánicas, etc), que se ha convertido en noticia en páginas de sucesos (suicidios) y por su brutal sobrecoste. «Te tienes que reír», reaccionó el PP cuando Caballero negó la mayor. De 7,2 millones a 15,8; y «puede acabar rondando 20 millones», apuntó el BNG. Su portavoz, Xabier P. Igrexas, lo ha rebautizado como «el ascensor de Star Trek».
El 'Vigo soy yo', a lo Luis XIV, se le va resquebrajando a Caballero, entre reveses electorales, fiascos de gestión y manos amigas atadas. Y algún día dejará de funcionarle lo de culpar a la Xunta.
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