El garabato del torreón
¿Alguien sumará en Galicia?
Desinflado el buñuelo podemita, hay curiosidad por si Sumar encontrará a algún voluntario dispuesto a entregar el cuello a la cuchilla
Hagan juego, señores. El 2024 será otra vez año electoral en Galicia. De modo que no hará falta añadir que a estas alturas de diciembre nos hallamos de hoz y coz en plena campaña electoral. Se reparten nuevamente los naipes y, de momento, solo ... existe certeza sobre las personas -Rueda, Besteiro y Pontón- que encabezarán las listas solventes, es decir las únicas que alcanzarán representación parlamentaria, salvo milagro o hecatombe.
Desinflado el buñuelo podemita, existe curiosidad por saber si finalmente Sumar, ese barullo, encontrará en las cuatro provincias algún voluntario dispuesto a entregar el cuello a la cuchilla. La guillotina patentada por Yolanda Díaz se anuncia con el señuelo de una izquierda alternativa. A otro perro con ese hueso. Incluso Echenique fue capaz de percatarse de que la verdadera vocación política de la pizpireta ferrolana era hacerle el trabajo sucio a Sánchez. O sea, dicho sin rodeos: de oficio, mamporrera. Reconozcamos, empero, que de momento su parte del pacto la ha cumplido: la laminación de Podemos confirma, como suponíamos, que el paroxismo fagocitario de esta chica no se sacia fácilmente. Es la mantis religiosa de las ofertas del catálogo, con la salvedad de que ahora ha pasado de andrófaga a omnívora. Un encanto de mujer, sin duda. Cuando todavía no visitaba las peluquerías dinamitó lo que quedaba en Galicia del PCG. Cuando empezó a teñirse de rubia, se cargó a Esquerda Unida. Cuando descubrió los zapatos de tacón, le puso una carga de dinamita a la Agrupación Galega de Esquerdas en el robusto culo de Beiras. Cuando se dio cuenta de que comenzaba a griparse el motor de En Marea, enfiló el puerto de Pedrafita. Llegar a Madrid y empezar a repartir manoseos y besitos fue todo uno. Lo que vino después ya lo saben los electores damnificados y las boutiques de Serrano. Próxima estación: cirugía plástica y puñalada por la espalda. Como la que asestan a Sigfrido en la ópera de Wagner. Y todo, soplando y sorbiendo a la vez. ¿No es maravilloso?
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