análisis
Turismofobia, tasa turística y masificación: mucho ruido
El turismo tiene la culpa de muchas cosas, por ejemplo, de crear el 12 por ciento de la riqueza de Galicia
![Peregrinos a su llegada a la plaza del Obradoiro](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/09/compostela-REQzkIwSsThZLqMUoBBNKoL-1200x840@diario_abc.jpg)
La serpiente de cada verano en Galicia ya no son los incendios, sino los debates sobre la afluencia y saturación turística en determinados puntos de la Comunidad. Concretamente uno: Santiago de Compostela. Y alrededor de este eje se vertebra una polémica interesada y que ... mezcla distintos elementos con un resultado estéril para el ciudadano: mucho ruido.
Hay un discurso muy dirigido que parte de una demonización de la actividad turística y su señalamiento como origen de muchos males. Recordemos sus grandes éxitos: no hay viviendas en alquiler convencional porque los codiciosos propietarios deciden derivarlas al mercado turístico, privando a las pobres familias y los estudiantes de un techo a precios asequibles bajo el que cobijarse; tampoco hay rastro de comercio de proximidad, porque los empresarios -todavía más codiciosos- solo apuestan por tiendas de souvenirs y restaurantes. Turismo mal, en resumen.
Hay una ideología a la que le molesta el turista, como también le molesta el que viene de fuera, porque puede tener la tentación de importar usos y costumbres que relativicen la costumbre, la tradición, la concepción patrimonialista de la cultura y el idioma. Una ideología que prefiere seguir en la empanada, el pulpo y los pimientos de Padrón, en el 'feito a man', en la visión provinciana, en el que «quienes nos visitan tienen que hablar nuestra lengua». Y con este punto de partida hay debates que nacen lastrados, con la sospecha de qué hay realmente detrás.
El turismo tiene la culpa de muchas cosas. Por ejemplo, de generar el 12% de la riqueza de Galicia, y no solo en Compostela, sino por los municipios por los que transcurre el Camino de Santiago, por sus capitales veraniegas -Sanxenxo, Baiona, Ribadeo, Ribeira, Carnota, Nigrán, Cambados-, etc. Así que no perdamos de vista nunca que el turismo da de comer a muchas familias que, de otro modo, veríamos a qué se podrían dedicar, dada la dificultad objetiva para implantar industrias en el país. Cuando no te llaman «bomba ambiental» te acusan de asesinar almejas y berberechos a mansalva. O de robar el viento. O de sembrar árboles que incendian el territorio.
Vayamos al meollo. Si en las ciudades hay escasez de vivienda no es por culpa de los propietarios de las VUT, que ejercen una actividad legal y fruto de la inversión de sus ahorros en la adquisición y reforma de esos inmuebles. Si faltan hogares para familias se les puede preguntar a los concellos -que tienen perfecta capacidad- por qué no han planificado parques públicos de vivienda en alquiler y se han encomendado a que lo haga todo mamá Xunta. ¿Igual eran necesarias menos humanizaciones en aceras y plazas y más invertir en lo realmente importante?
Quizás en Compostela habría más comercio de proximidad si reformar un local en su almendra histórica no supusiera una odisea administrativa de burocracia y sobrecostes por la protección patrimonial impuesta. Que no haya una tienda de Zara en la zona vieja solo se explica por una normativa desfasada que ahoga a una ciudad. Por eso es más fácil culpar a las tiendas de souvenirs, siendo cierto que sobran más de la mitad -aunque eso solo habla de la escasa audacia de los comerciantes-.
La tasa turística no busca ser un freno para los visitantes. Está comprobado que este tipo de iniciativas fracasan cuando se imponen con ese fin. Ahí está Venecia: cobran no ya por pernoctar, sino incluso por acceder a la Serenísima. Y el flujo de visitantes se mantiene constante. Ahora bien, con más dinero en las arcas municipales, el desgaste que provocan los turistas ya no corre por cuenta de los vecinos. Una tasa, a diferencia de un impuesto, es finalista, esto es, tiene un destino establecido. Raxoi debe aclarar cuál es, y quizás ser más diligente y no exigirle a la Xunta que le recaude la tasa y luego se la transfiera en cómodos plazos.
Último punto: la masificación. Debe ser que quienes hablan de esta cuestión nunca fueron a Londres, París, Roma o Lisboa. ¿O ellos eran turistas pero no masificaban? Salvo que sean felices en su aldea gala, resistiendo al invasor. Todos somos o hemos sido turistas, y venir ahora a rasgarse las vestiduras solo es un ejercicio de cinismo. Y así nos va.
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