Análisis
Orense: la política merece menos reuniones secretas
El PP habría aceptado un acuerdo que diera la ciudad a la izquierda si se le garantizaba la diputación provincial
Hace cuatro años, el PSOE llamó a falta de pocos días para la constitución de la corporación local a la puerta de Gonzalo Pérez Jácome. Querían explorar opciones no tanto para la alcaldía como para la Diputación Provincial, el Xanadú que la izquierda lleva décadas ... persiguiendo y que ahora quedaba colgando de un hilo, al perder Baltar la mayoría absoluta. Sin embargo, Rafael Rodríguez Villarino llegó tarde, porque Jácome ya tenía un acuerdo con el PP para repartirse alcaldía y diputación. En la rúa do Pino no daban crédito por la pésima gestión de los tiempos de la negociación de la dirección local. Solo les quedó el relato: demonizar al PP por darle el bastón de mando a un tipo que el propio Feijóo había dicho que sería «letal» para la ciudad. Y lo fue, vaya si lo fue.
Así las cosas, cuatro años más tarde el PSOE ha querido ser más rápido, más audaz, no dejarlo todo para el último minuto. Mientras el discurso oficial era que con Jácome no se negociaba, se reunieron con él no solo en el encuentro fotografiado en la Ciudad de la Cultura, sino también en algún descampado a altas horas de la noche y buscando que no se pudieran grabar las conversaciones. La propuesta era clara: el PSOE estaba dispuesto a darle la alcaldía si a cambio obtenía su necesario apoyo para la Diputación.
El PP, por su parte, jugó una primera baza, comprometida en campaña: una alianza del resto de partidos para excluir a Jácome. La respuesta fue un sonoro plantón de los portavoces de PSOE y BNG, que en un ejercicio de sucursalismo relegaron su respuesta a lo que mandaran sus mayores en Santiago. Al poco, el PP supo de los encuentros nocturnos de los socialistas con el denostado Jácome. Y movió ficha.
Efectivamente, el PP también se ha encontrado con el renovado alcalde de Orense. Diríase que en defensa propia, a la vista de que su mano tendida a los otros dos partidos era despreciada, y se intuía una jugada para privarle de la Diputación, que a efectos políticos tiene más peso y relevancia que la ciudad.
Lo cierto es que Gonzalo Pérez Jácome ha tenido dos ofertas sobre la mesa y se ha decantado por una. Y cuando lo hace, Manuel Cabezas se descuelga ofreciéndole sus votos al socialista Paco Rodríguez. ¿Problema? Que el PP quería garantías de mantener el gobierno provincial, y el PSOE no quería ponerlas por escrito, sino que lo fiaba a un acuerdo meramente verbal. Ante la posibilidad de asomarse a un escenario incierto, con un PSOE muy dividido en la ciudad, con la autoridad del secretario provincial en entredicho y con un BNG con demasiado poder de influencia, el PP se abrazó a su única salida para salvar los muebles, aunque fuera firmar con Jácome.
El saldo resultante de este proceso de constitución de concellos podía haber sido otro. Tan solo habría bastado que, en lugar de reuniones clandestinas con Jácome, PSOE y BNG se hubieran sentado con el PP y se hubiese puesto sobre la mesa un escenario realista: si la izquierda no podía asumir que el PP se quedara con todo el poder institucional, que al menos se le reconociera su condición de primera fuerza en la Diputación, y a cambio de eso, que los votos conservadores sirvieran para hacer alcalde a un socialista, consumando así el necesario cordón sanitario a un alcalde que ha pasado de tóxico a radiactivo. Y el PP habría estado dispuesto a aceptar.
Pero en lugar de eso, PSOE y BNG jugaron la carta de convencer a Jácome para dejar sin nada al PP, y exhibir una audacia inaudita en las negociaciones políticas. Lo que pudo ser un ejemplo de sensatez para toda Galicia queda en ensoñación. Pudo más la ambición que la razón, la ideología que el interés general, la puñalada que el acuerdo. Y el resultado es que en Orense todo se va a quedar como estaba, salvo por un Baltar que deja paso a un nuevo rostro.
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