PAZGUATO Y FINO
El oportunismo político o «el caso Chapela»
Una mayoría de gallegos avaló en febrero el mucho o poco 'galeguismo' del proyecto Rueda
Uno es muy libre de militar en el partido político que mejor represente sus ideales, o de formar parte de la candidatura que crea que más valiosa puede ser a la hora de trabajar por sus conciudadanos, ya sea en el ámbito nacional, regional o ... municipal. Pero lo que carece de sentido es que cuando uno se enfada se vaya al armario y se disfrace de capitán Renault, aquel que en 'Casablanca' reprochaba a Rick aquello de «¡qué escándalo, aquí se juega!», mientras un subalterno le llevaba sus ganancias. Hipocresías, las justas.
Hay algo de esto en la ficticia polémica por la renuncia a las siglas –que no al acta– de un concejal del PPdeG en Bueu, Daniel Chapela. Y la 'desmilitancia' habría pasado sin pena ni gloria en los medios de comunicación si el tipo no hubiera sido el coordinador de la comisión de cultura de los populares gallegos, uno de esos órganos internos de los partidos que carecen de valor real salvo hacer ver que hay un auténtico debate y trabajo entre elección y elección. Una ficción como otra cualquiera, que en ocasiones te estalla cuando alguno de sus integrantes quiere sus 15' de fama.
Chapela era perfectamente libre de ejercer su descontento con el partido en cuyas listas concurrió en las últimas elecciones municipales. Pero si hubiera dicho que la desafección traía causa de desencuentros con la agrupación local hoy no estaríamos hablando de él, ni habría visto su rostro en los periódicos y digitales. Así que rebuscó en el armario su disfraz de Renault y proclamó «¡qué escándalo, aquí no se defiende el gallego!».
Los motivos aducidos: que no hay voluntad para derogar el decreto del plurilingüísmo en vigor desde hace quince años. Tres lustros, uno detrás de otro, con sus sucesivos informes del IGE respecto de los retrocesos en el uso del gallego por parte de las nuevas generaciones. Pero ay, esos informes no eran decisivos, y sí lo ha sido el último, que aporta poca novedad salvo incidir en una tendencia sostenida en el tiempo, y que como hemos sostenido en este periódico, debe más del ecosistema en que crecen las nuevas generaciones que de la falta de una inmersión lingüística radical en la educación.
Esto se adereza con un par de palos al conselleiro de Cultura, que siempre es muy jugoso para los titulares. Lo llamativo es que José López Campos no ha alterado la estructura de la Secretaría Xeral de Política Lingüística. Es decir, están las mismas personas que cuando Chapela gustosamente formó parte de la lista de los populares de Bueu, hace año y medio. No consta que se le obligara a tragarse el sapo de su desafección por las políticas lingüísticas del PP o que se le conminara al silencio en estas cuestiones.
¿Ha habido un giro radical en estas políticas por parte del PP con la llegada de Alfonso Rueda? No lo parece, ni hacia un lado ni su contrario. Hay una toma de conciencia de una situación delicada para la lengua propia de Galicia, y se ha abierto un periodo de reflexión respecto a qué medidas deben adoptarse, consultando con distintos agentes políticos y sociales de la Comunidad. Veremos en qué desemboca, pero desde luego no debería traducirse en una pérdida de derechos del español en la educación. Principalmente porque la inmersión no garantiza un mayor uso. Y si a estas alturas eso no se ha entendido...
Así que así estamos, con un concejal cabreado que subraya su condición de 'galeguista', concienciado por los males del país, que parece imputar al partido en el que no solo militaba, sino en el que participaba activamente en su vida orgánica. Y todo esto estaría muy bien, si no fuera porque hace apenas nueve meses, el proyecto político, social, económico y cultural del PPdeG obtuvo un abrumador respaldo en las urnas, con más de 700.000 votos. Es decir, una mayoría absoluta de gallegos no lo consideró cicuta ni para la lengua, ni para la identidad del territorio, y avaló el mucho o poco 'galeguismo' que reconoció en sus siglas.
En fin, que esto no da más de sí, aunque quiera hincharse como un globo para que parezca una crisis identitaria dentro de la derecha gallega. Al oportunismo hay que llamarlo por su nombre. Y no se preocupen, que aquí no se juega.
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