PAZGUATO Y FINO
Ofenderse
Es darle munición al de enfrente para que pulse ese gatillo cuando quiera
Son tiempos de 'ofendiditos', personas de susceptibilidad extrema que ven agredidas sus creencias ante la mínima provocación y reaccionan públicamente de manera airada en busca de un resarcimiento. Son tiempos de no olvidar, no perdonar y advertir con severidad que esta o aquella ... ofensa no será tolerada, replicando además con actos de desagravio que desinfecten la herida abierta por la ofensa primigenia.
El muestrario de ultrajes se extiende desde aquellas del ámbito religioso –donde los católicos son siempre obligados a poner las mejillas que hagan falta para que algunos abofeteen sin rubor– al político y cultural. ¿Recuerdan cuando Feijóo citó a Castelao en castellano, lo que provocó las airadísimas protestas de sus custodios de las tres letras? En uno y otro caso se trata de dardos perfectamente medidos, con las réplicas previsibles.
De un tiempo a esta parte arrastro la creencia de que ofenderse es darle munición al de enfrente para que una y otra vez pulse ese gatillo. Es reconocer una vulnerabilidad en las convicciones, una grieta en nuestra armadura moral que, en el fondo, le concede un protagonismo inmerecido al ofensor. Le estamos admitiendo que posee la capacidad de alterar nuestras emociones y de jugar con ellas a su antojo, dejándonos como un niño ofuscado. Y lo hará cuantas veces quiera, porque tropezaremos con esa piedra cuantas veces haga falta, aunque la tengamos delante de nuestras narices.
Tan cansino es asistir a las provocaciones artificiales como a determinadas reacciones hiperventiladas que tan solo aspiran a un cierre de filas entre los respectivos rebaños, siempre atentos a lo que mande el pastor.
Esta realidad es hija de la época que nos ha tocado vivir, donde prima lo emocional a lo racional. El debate argumental se ha sustituido por el simple ruido de la indignación, a la que se apela en nombre de las más diversas causas, como si estas perdieran legitimidad o dignidad porque uno o un ciento de individuos les arrojen barro.
Así pasan los días en esta sociedad nuestra. El dedo señala la luna y el tonto sigue mirando el dedo. Esto sí es para ofenderse.
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