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galicia

La impotencia del pueblo que no pudo ayudar

violada desde los 7 hasta los 13 años

Cientos de vecinos de Baleira, un pequeño municipio de la montaña lucense, se concentraron ayer para mostrar su indignación por las violaciones reiteradas a una niña de 7 años a la que acabaron dejando embarazada con 13. «Aún estamos en shock, nadie sabía nada» lamentan

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Manifestación ante el concello de Baleira, este sábado EP
Patricia Abet

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Nadie habla de otra cosa en Baleira, un pequeño municipio de la montaña lucense de apenas un millar de habitantes. La sórdida historia de una vecina de siete años que fue violada durante años por el novio de su hermana y el hermano de este, sin que nadie sospechase nada, liberó la indignación de los vecinos, que ayer trataron de canalizar en una concentración en apoyo de la víctima -ya mayor de edad y lejos del lugar donde la agredieron- y en contra de los abusos a menores. A toro pasado, resulta casi incomprensible que las violaciones a las que los dos hombres sometieron a la menor, incitados por la hermana de la propia niña, pasasen desapercibidas. La víctima apenas tenía siete años cuando se produjo el primer tocamiento, pero la situación se mantuvo en el tiempo hasta que cumplió los trece, con tres implicados de su familia directa como autores.

El domicilio familiar era el escenario de estas agresiones, y sin embargo los vecinos más próximos fueron los primeros sorprendidos. Tampoco saltaron las alarmas cuando la niña desapareció durante los nueve meses de embarazo. Increíble pero real. Es más, hasta que se celebró el juicio esta semana, muchos ni tenían noticia del infierno por el que había pasado. Cuando al pueblo se le cayó la venda de los ojos ya fue tarde para salvar a la pequeña de los abusos, pero no para manifestarse reclamando más protección para la infancia y una condena mayor para los agresores, que debido a dilaciones indebidas en la instrucción vieron su condena rebajada de once a solo tres años de prisión. Una pena pírrica que ayer muchos criticaban a las puertas del consistorio de la localidad. «Pederastas a la cárcel», se podía leer en algunos de los carteles que portaban.

Imagen principal - En la imagen de arriba, la aldea donde la pequeña vivía con su familia. Abajo, dos imágenes más de la manifestación vecinal
Imagen secundaria 1 - En la imagen de arriba, la aldea donde la pequeña vivía con su familia. Abajo, dos imágenes más de la manifestación vecinal
Imagen secundaria 2 - En la imagen de arriba, la aldea donde la pequeña vivía con su familia. Abajo, dos imágenes más de la manifestación vecinal
Un secreto enterrado durante años En la imagen de arriba, la aldea donde la pequeña vivía con su familia. Abajo, dos imágenes más de la manifestación vecinal EP

De la impotencia a la rabia, pasando por la punzada de dolor al conectar con la infancia de una vecina que tras dar a luz y entregar a su hijo en adopción se mudó de localidad. En ese momento el Gobierno gallego se quedó con su tutela y puso distancia entre la familia que la agredió de manera reiterada a lo largo de los años y la víctima. Una marcha que tampoco logró aflorar la realidad de lo allí sucedido. Es más, su hermana trabajó en el pueblo, en el servicio de acompañamiento escolar de autobús, hasta hace solo unos días y sin que nadie recelase de su pasado. «Lo que queremos es que nada de esto se vuelva a repetir», incidió ayer Ángel Martínez, alcalde del municipio, que reiteró que la ciudadanía de Baleira todavía en permanece «en estado de shock» ante un caso del que «se tuvo conocimiento por lo publicado en la prensa».

A espera de que el tribunal de la Audiencia provincial selle la sentencia del acuerdo de conformidad alcanzado por las partes el pasado martes, la protesta ciudadana de ayer en Baleira logró movilizar al municipio y a vecinos de pueblos próximos que insistieron en la necesidad de un «juicio justo» para quienes abusan de los niños. Con símbolos de interrogación al lado de la palabra 'justicia' hubo quienes sumaron a la pesadilla de las agresiones el calvario judicial que la víctima atravesó hasta lograr que su caso llegase a juicio. Un proceso de siete años, trufado de obstáculos, que solo salió adelante por el empeño de la Fiscalía, que se enfrentó al archivo de la causa y peleó por llevar a los investigados ante la justicia.

El castigo, edulcorado para buena parte de los allí presentes, sí pudo evitar que la víctima tuviese que revivir algunos de los capítulos más amargos de su vida, que guardó en silencio durante años. Los acusados lo reconocieron todo antes de acordar su entrada en prisión por un delito que se zanjará con tres años de condena y un pago de 50.000 euros. Ayer en Baleira, la impotencia de un pueblo sobrecogido e impotente, se podía leer en cada rostro.

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