Importar la cultura gallega a Jerez: el «proyecto de vida» de una pareja
Antonio y Loli, gallegos, contribuyen a divulgar su lengua y patrimonio a través de una editorial
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Hace décadas que Antonio Aguayo y su mujer, Loli Corral, dejaron su Galicia natal y emprendieron viaje hacia el sur. Les acabó llevando hasta Jerez de la Frontera, en Andalucía, y allí plantaron bandera cuando él se sumó al proyecto de una editorial que a día de hoy preside: Peripecias Libros. No es una firma al uso: trabaja preocupándose por dar voz a autores gallegos, a los que ayuda a publicar sus obras, en formato bilingüe, en la otra punta del país. A través de ella, el matrimonio crea un ecosistema para que la cultura gallega se sienta cómoda en tierras andaluzas. Y no solo en la literatura: este año, acompañando la publicación de su libro 'Cartas a Michi', el cantautor mugardés Xoán Rubia importó sus composiciones en una actuación en directo. Ambos quisieron hacerse, a su manera, «embajadores» de Galicia. Ahora, Peripecias acaba de estrenar nuevo libro, del puño y letra de los propios Antonio y Loli, dedicado al monasterio de San Martiño de Xuvia,emplazado en Narón (La Coruña); primera iglesia del Camino Inglés y declarada Bien de Interés Cultural (BIC).
Ambos recuerdan, en conversación con ABC, los inicios de su historia, una que desde el principio «tiene mucho que ver con los libros». Ambos se graduaron en Historia de Arte en la USC, fueron una de las primeras promociones de la carrera. Y, al terminarla, con algo más de veinte años, se les ofreció la oportunidad de hacer un libro sobre el monasterio de San Martiño. Pero con una condición: «sin poner nada malo de la Iglesia»; una cuestión delicada por los usos que había tenido el templo, empleado como escondite por fugitivos durante la Guerra Civil. «Aquella labor de historiadores era muy interesante, pero pensamos: si no podemos contar la verdad, no hacemos el libro». Es el proyecto que ahora ven realizado, pero que llegaría tras décadas de entrega a otros trabajos.
En un primer momento, ambos fueron a Jaén, la tierra de la ascendencia de Antonio, en busca de trabajo, y tiempo después se marcharon a Puerto de Santa María. Allí residen hoy, a escasa distancia de Jerez, donde está la editorial. «Luego tuvimos dos niñas y siempre soñamos con volver, pero claro, fueron creciendo», y también su apego por su tierra natal. Aun así, Loli nunca olvidó su conexión con Galicia ni descuidó el vínculo con su familia, residente en la parroquia de Santa Icía, en Narón.
Viviendo ellos allí, en el sur, el contacto con Peripecias llegó cuando Antonio se propuso publicar un libro de iconografía y le ofrecieron la oportunidad de incorporarse al equipo. Ya dentro, él «siempre» abanderó «un carácter no localista», pese a tratarse de una firma local. El primer libro que publicaron en gallego –en una edición bilingüe que incorporaba su traducción al castellano–, rememora, fue un poemario de Francisco Álvarez-Koki.
Libros y canciones
Tiempo después, hablando con el cantautor Xoán Rubia, con quien mantiene amistad «desde hace muchísimos años», este le propuso hacer un libro con las cartas que había escrito a su gata durante la pandemia: «Pensó que, estando en Jerez, tendría que ser en castellano». Pero, una vez más, Antonio rechazó que la obra se desprendiese de su lengua original. «Le dije que no podía publicarse solo en castellano, porque él lo había escrito en gallego. Y se nos ocurrió que, en vez de intercalar [los idiomas] en la edición bilingüe, podíamos editarlo en gallego por un lado, y hacer que al darle la vuelta apareciese en castellano por el otro. Quedó un libro muy fácil de leer, muy bonito», repasa. De hecho, este año organizaron en Jerez un concierto de Rubia, aprovechando su presentación. Así que, a través de Peripecias, la pareja no solo ha importado un poco de la literatura de Galicia; también de su música.
«De este modo, queremos ser un poco los embajadores de la cultura gallega en Cádiz, en Jerez. No queremos presumir de nada, simplemente hacer que la cultura gallega sea un poco más universal«. reflexiona Antonio. La publicación de su libro sobre San Martiño la viven como «un sueño». El proyecto llevaba años paralizado, pero tenían claro que querían acometerlo. «Cuando llegó la circunstancia de que Antonio tenía la editorial, llegó el momento preciso. Teníamos tiempo y no teníamos censura«, a diferencia de años atrás, cuenta Loli. Antonio completa su explicación: «Teníamos que publicarlo [para] que la cultura gallega fuese también conocida en Jerez. El monasterio fue, en el siglo XII, de los más importantes de Galicia e incluso de España, porque es uno de los primeros que se apuntó a la Orden de Cluny; y llegó a ser utilizado entre los reyes como intercambio. Y, más que eso, pienso que es importante resaltar la importancia del monasterio y de su programa iconográfico universal en toda España».
![Loli y Antonio, en los extremos de la mesa, durante la presentación de su libro sobre San Martiño de Xuvia, este mes, en Ferrol](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/11/17/anotniololi-U74765653133Mpe-760x427@diario_abc.jpg)
Un templo ligado a ellos
«Para nosotros es un poco el trabajo de nuestra vida. Aunque no es el primero que publicamos, es el que teníamos pendiente desde hace muchísimos años, el que queríamos hacer. La idea surgió hace un par de años, cuando Xoán Rubia nos dijo que por qué no hacíamos un artículo del tema para publicar en revistas. Empezamos a escarbar y vimos que era un programa iconográfico mucho más largo, más importante, de lo que pensábamos». Lo cuenta Antonio. Así se propusieron hacer aquel libro que deseaban «desde siempre».
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Para Loli, la consecución de este trabajo tiene un cariz doble: el monasterio estará siempre unido a su «vida», a sus «recuerdos». «Es mi niñez. Allí iba con mi madre. Aquí no lo conocemos por San Martiño de Xuvia, sino por O Couto u O Convento; así le llama siempre», comparte. Agradece «de una manera muy especial» poder vivir este logro con ella. «Me enseñó a tener memoria de todas estas cosas. Y pienso que eso es el patrimonio: a fin de cuentas, conservar esa iglesia es conservar la memoria de mucha gente; entre otras, la mía«, resuelve. «También hay que ponerla en valor por todos los vecinos del entorno, que están unidos a ella. Hay historias de la Guerra Civil, de escapados, que le contaron a mi a madre y que también supe por otros lados (...). Está en la memoria de mucha que todavía vive». Todavía, dice, queda historia por escarbar.
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