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EL ASTROLABIO

La herencia forestal

El amenazante calor de estos días aviva el recuerdo de una de las páginas más negras de la conservación de la naturaleza gallega: la del verano de 2006

BIEITO RUBIDO

Es probable que el eucalipto no sea el árbol más hermoso del mundo. Ni siquiera le hace sombra, en belleza al menos, al castaño o al nogal. Pero sí comparte con ellos el permitido orgullo de haber ayudado a conjurar el hambre en el rural gallego, además de haber renovado ese hermanamiento secular de generaciones que encontraron en la vegetación una aliada inestimable. Por eso me compadezco del campesino gallego que se enfrenta sólo con sus lágrimas a las llamaradas de los incendios forestales. Moja sus curtidas mejillas con la impotencia de ver arder buena parte de ese patrimonio ganado con trabajo y que soñaba regalar a sus hijos. Es una vieja tradición de nuestra tierra ahorrar madera con la ayuda de los bosques.

El amenazante calor de estos días aviva el recuerdo de una de las páginas más negras de la conservación de la naturaleza gallega: la del verano de 2006. Cuatro personas fallecidas, más de 200.000 hectáreas calcinadas y un daño ecológico que no repararán menos de tres décadas. Estoy convencido de que en esos incendios comenzó a alimentarse la derrota de la Xunta de socialistas y nacionalistas.

Aquel verano, todo lo que se le ocurrió al ‘establishment’ mediático que jaleaba al poder bipartito fue echarle la culpa a la sociedad gallega. Según ellos, se resistía al cambio político. Lo mismo que debió de ocurrir por la misma época en Cataluña, Grecia, Portugal, California o Australia, que, semana arriba o abajo, también padecieron una plaga de incendios forestales casi tan devastadora como la nuestra.

El ministerio del siempre inquietante Rubalcaba acabó por desmentir la existencia de trama alguna y desnudó la verdad de una pésima planificación por parte de los responsables autonómicos. Los encabezaba entonces el nacionalista Suárez Canal y, aunque quedan aún bastantes dudas, se sabe que cometieron tropelías como no contratar brigadas en ayuntamientos gobernados por el PP. O exigir hablar gallego para luchar contra las llamas, aparte de rehusar alcanzar convenio alguno con las Fuerzas Armadas. Como si el Ejército, a estas alturas del siglo XXI, todavía no hubiera demostrado con creces su compromiso con la democracia y con toda España.

Vuelve el sol de julio a resquebrajar la tierra de Galicia. Y el verano no ha hecho más que empezar. Y amenazar. Los incendios forestales son producto de muchas causas. Algunas fortuitas. Pero otras, evitables. Todos podemos contribuir a combatirlos orillando el sectarismo por el que se dejaron llevar hace cuatro años los irresponsables de la lucha contra el fuego. También está en nuestras manos concienciarnos y concienciar a todos de que la mejor herencia que podemos dejar a las generaciones venideras es una tierra sembrada de árboles: nogales, castaños, carvallos, pinos e incluso eucaliptos. Serán feos, pero son árboles. Y sí nos dejan ver el bosque.

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