Francia, asilo de gallegos que sobrevivieron a Hitler
En su obra 'De Galicia a Mauthausen', Alba Garrido analiza la trayectoria de los deportados de la región a uno de los campos con las condiciones más severas del III Reich
Galicia, el eje ibérico de la Segunda Guerra Mundial
![Imagen de los presos del campo de concentración el día de la liberación del ejército estadounidense](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/09/24/15940775-RTN6e6EMtJyAyk8k8AFmDyM-1200x840@abc.jpg)
Desde 1940, casi 10.000 españoles y españolas fueron enviados a campos de concentración del III Reich por su afiliación a la resistencia al golpe de 1936 y al propio régimen nazi, entre los que hoy en día sabemos que había más de 200 gallegos. Su historia se relata en la obra 'De Galicia a Mauthausen', la primera publicación de Alba Garrido en la que la autora orensana aporta luz sobre las experiencias de los deportados a uno de los campos con las condiciones más severas de la Segunda Guerra Mundial.
La pesadilla que vivieron estos gallegos empieza en Francia. A falta de más información, sabemos que algunos fueron deportados por su participación en la Guerra Civil, y que otros desertaron a territorio republicano para evadir el reclutamiento militar forzoso, entre otros motivos. «Pasan la frontera del país vecino en 1939», explica Garrido, donde «una vez en los campos de refugiados pueden optar por alistarse en las Compañías de Trabajadores Españoles, en la Legión extranjera o en el Ejército Francés«. La autora indica que, si bien es necesario una mayor investigación sobre el tema, cuando la Alemania nazi entra en Francia hay constancia de que al menos 14 de los deportados participaron en acciones de resistencia. «Podemos destacar dos grandes fases cronológicas de deportación», comenta. «Hasta 1942 en calidad de prisioneros de guerra y, a partir de ahí, en calidad de participantes en actividades clandestinas contra el invasor alemán». De hecho, puntualiza que es en este segundo grupo en el que se intuye la presencia de mujeres: «Una vía en la que me gustaría seguir investigando». En la lista de los 208 deportados no aparece ninguna mujer.
El destino de estos represaliados estaba localizado en una zona despoblada de Austria, en el que hoy en día es conocido como el campo de concentración de Mauthausen. Su historia empieza en 1938, cuando llegan los primeros reclusos del campo de Dachau que serían obligados a levantar las mismas instalaciones que los mantendrían prisioneros.
Tal fue la crueldad que se vivía entre sus paredes que en su momento fue clasificado como el único campo de concentración de 'Categoría III', es decir, el de condiciones más severas, y tuvo una de las tasas de mortalidad más altas de todos los campos del III Reich debido al hacinamiento de presos, la hambruna y las enfermedades.
Imposibilidad de regresar
Entre su apertura y su cierre tras la liberación del ejército de Estados Unidos en 1945, fueron deportadas a Mauthausen unas 190.000 personas, y se sabe que, al menos, 90.000 personas perdieron la vida en él, de las que 10.200 fueron asesinadas mediante cámara de gas. Con todo, explica la autora que «la liberación del campo» al fin del conflicto bélico alemán no supuso «el fin del exilio para los españoles, puesto que la dictadura que le había dado vía libre a los nazis para deportarlos seguía vigente».
Pero tras la liberación de 1945, España seguía sumida en pleno régimen y, explica, «la mayoría de los presos volverá a rehacer su vida en Francia o a permanecer en países de Europa hasta la muerte del dictador», e incluso «en algunos casos ni si quiera llegan a regresar nunca». Es el caso de Juan José Casal Chao, que no volvió a Fene hasta finales de los años 60 tras recibir garantías de que no se iban a tomar represalias contra él, o de Antonio Lamas Jueguen, que regresó a Vilaxoán de Arousa una única vez y tras la muerte de Francisco Franco. Ramón Muñiz, por su parte, fue uno de los que acabaría muriendo sin regresar a su Galicia natal.
«Queda mucho por hacer»
Una parte de la historia de nuestro país que a veces parece que queda relegada a un segundo plano y que vuelve a ver la luz gracias al trabajo de autoras como Garrido, que se ha estrenado en el mundo editorial con esta obra. «El tema de los campos de concentración es muy conocido, lo que no lo es tanto es la presencia de gallegos en ellos«, lamenta. Una cuestión que tiene mucho que ver con el discurso de la «posición no beligerante de España en la Segunda Guerra Mundial», explica, «cuando la División Azul, la ayuda en la Guerra Civil o la minas de wolframio están ahí».
Garrido indica que hoy en día tenemos constancia de que Galicia no fue un territorio leal al Golpe desde un primer momento y sin Resistencia «como nos quisieron hacer creer» gracias a proyectos como 'Nomes e Voces' de HISTAGRA, en el que ella misma participó y que contabiliza hasta 17.000 víctimas de la dictadura. «El problema está en la difusión de este conocimiento» y «en la incidencia que tiene en esferas ajenas a la universidad», y añade que, en caso de los deportados «cuando nos toca ponerle la etiqueta de 'víctimas del franquismo' se nos hace más complejo que identificarlos solamente como víctimas de la Alemania nazi». Muestra de ello, explica, es que en 2019 se publicase en el BOE una lista únicamente con los nombres de los españoles asesinados en el campo de Mauthausen, algo que achaca a la incomodidad que genera en nuestro país «explicar lo que pasó con los que vivieron la liberación y no pudieron regresar a España». Para la autora esto no es más que otro «síntoma de lo mucho que queda por hacer en esta vía y en este país en cuestión de memoria histórica y que trabajos como este intentan atajar«.
Destaca, con todo, que la buena recepción que está teniendo su obra, ya en las estanterías desde este sábado y presentada el día antes en Santiago, es algo «muy positivo» para poder avanzar en el conocimiento histórico y «sobre todo en su difusión, que muchas veces es complejo llevar a cabo».
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