En la cuenta atrás para convertirse en policía local
Seis meses en un estricto régimen de internamiento es la última prueba que los aspirantes a ser agente municipal deben sortear. Una suerte de Gran Hermano, con una intensa convivencia, donde cada paso que dan es evaluado
![Jihane e Isabel, en una de las habitaciones de la academia](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/11/13/cuatro-RD8dFg6mJBGLLeA87tr6bIM-1200x840@abc.jpg)
Un tarro con 121 bolas de chocolate blanco simboliza la cuenta atrás para Alberto, futuro policía local de Ribadeo. Él, al igual que sus 77 compañeros, lleva seis meses en la Academia Galega de Seguridade Pública, donde se forma a los futuros agentes municipales. En régimen de internamiento desde el pasado mes de marzo, el tarro que sus hijos idearon para que su estancia en este centro de A Estrada se le hiciese más llevadera está a punto de vaciarse. «Ya casi no queda nada», asegura en la semana previa a los exámenes finales. A partir de ahí, cada uno de estos funcionarios en prácticas -que llegaron a la academia tras pasar un largo proceso selectivo que consta de cinco pruebas- empezarán a patrullar en su concello de destino. Hay ganas, reconocen, pero también una cierta sensación de vértigo, pese a que en verano ya tuvieron una primera toma de contacto con el puesto que a muchos les supo a poco.
La batuta en este centro en el que los agentes permanecen de lunes a viernes la lleva Mónica Castro, la jefa de estudios. Ella explica la disciplina que se les inculca, como el saludo obligado, «símbolo de respeto y autoridad», el uso limitado del móvil o el intenso horario al que se ven sometidos, de 7.45 de la mañana a 19.30 horas de la tarde. Una suerte de Gran Hermano en el que acaban aflorando todo tipo de relaciones de amistad, e incluso de pareja. «Ya nos han invitado a varias bodas y a algún nacimiento», reconoce la responsable del departamento de formación. La estrecha convivencia de la que Castro habla se palpa en estas instalaciones diseñadas para que los efectivos reciban la mejor instrucción. Una de las aspiraciones, confiesa la jefa de estudios, es derribar mitos y prejuicios sobre la figura del agente local que en la actualidad, insiste, se somete a una rigurosa selección. También se trata de que su preparación sea lo más completa posible. Esta mañana tienen clase de uso de pistola táser, de técnicas de reanimación cardíaca y un repaso a la ley de seguridad ciudadana. Antes han ido a piscina, a primerísima hora de la mañana, y después, como todos los días, han cantado el himno de Galicia juntos, gaiteiro incluido, gracias a la colaboración de un agente que se ofreció a ponerle música a la letra cada mañana. Este es, reconocen los formadores, uno de los momentos más emocionantes de la jornada, que siempre acaba con un grito común: «Orgullo y sacrificio», el lema de esta promoción, la número 15.
Desde hace cuatro años no es necesario cumplir un requisito de altura mínima ni tampoco se tiene en cuenta la edad de los aspirantes al cuerpo, por lo que entre los futuros agentes locales de Galicia hay una enorme disparidad. Un 80 por ciento siguen siendo hombres, y un 20 por ciento son mujeres, una de ellas con 51 años cumplidos. Para algunos este será su primer oficio, pero otros muchos han pasado ya por el mercado laboral. Soldadores, técnicos de ascensor, conductores, comerciales, gerontólogas, militares e incluso una periodista que con 46 años decidió dar un paso adelante para ayudar al ciudadano. Su nombre es Isabel y después de veinte años ligada a los medios de comunicación, el «sentido de hacer justicia y de tratar de hacer el bien» ganó el pulso. «Mi vocación es la de investigar, ayudar y servir», asume desde la habitación en la que lleva seis meses residiendo. En breve se mudará a Moaña, donde tiene destino, con el objetivo de «conocer a los vecinos para poder ser flexible y diferenciar entre un malo de verdad y un ciudadano que lo está pasado mal y comete errores».
Junto a ella asiente Jihane, que reconoce que lo que más miedo le da es el ocio nocturno, «porque no sabes lo que te vas a encontrar, sobre todo con la gente más joven». Esta pontevedresa ya tuvo una aproximación en Oleiros, cuando en una intervención en unas fiestas el pasado verano se vio rodeada y expuesta a que «cualquiera te lanzase un objeto». Jihane es la primera mujer árabe que logra ser policía local en Galicia, lo que supuso «todo un orgullo» para su familia, que vio cómo dejaba su profesión de radióloga para volcarse en su verdadera vocación. En su caso, nunca ha notado discriminación por ser mujer, pero sabe de otras compañeras que sí. Isabel también ha percibido diferencias en sus primeras intervenciones, pero les da la vuelta. «Los hombres suelen ser más agresivos con otros hombres, pero cuando llega una mujer tienden a calmarse un poco y a dialogar, yo lo aprovecho a mi favor» explica. Las dos saben que «el mal no distingue» y en algunos casos sus familias les piden que ni siquiera les cuenten las anécdotas de la galería de tiro por el miedo que les genera su nuevo oficio, pero las ganas les pueden.
![Imagen principal - De las clases al comedor o la piscina, la convivencia de los 78 integrantes de esta promoción es intensa durante los seis meses que pasan preparándose en la academia de A Estrada](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/11/13/dos-U17206188772SYs-758x470@abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - De las clases al comedor o la piscina, la convivencia de los 78 integrantes de esta promoción es intensa durante los seis meses que pasan preparándose en la academia de A Estrada](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/11/13/tres-U85838756800mgW-464x329@abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - De las clases al comedor o la piscina, la convivencia de los 78 integrantes de esta promoción es intensa durante los seis meses que pasan preparándose en la academia de A Estrada](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/11/13/una-U03767778465Ozh-278x329@abc.jpg)
«Aquí gestionamos 78 vidas», reflexiona la jefa de estudios durante la 'tournée' por las instalaciones, en las que no falta de nada. Más allá de la disciplina que vertebra su relación con los nuevos agentes, los profesores son conscientes de la necesidad de conocer el contexto de cada alumno para poder apoyarlo en su carrera hacia la meta final. Y uno de los principales escollos, aseguran, es el de la conciliación. «Tenemos a agentes que han sido padres quince días antes de empezar en la academia, a otros que están en procesos de fertilización y a otros que han dejado varios hijos para centrarse en esto», explica.
Para ayudarlos, y pese al estricto régimen, a aquellos que son padres se les permite pernoctar fuera de la academia una noche entre semana, la del miércoles. El resto tienen prohibido abandonar el término municipal de A Estrada entre semana y antes de las 11 de la noche deben estar de regreso en la academia, aunque la mayoría «ni siquiera salen, prefieren quedarse haciendo deporte o descansando porque las jornadas son duras y largas». Su determinación, coinciden sus profesores, es absoluta.
Después de una visita al penal de Monterroso y con los exámenes finales ya hechos, el grupo enfilará el camino hacia el final de su formación con una experiencia que cada año se repite, hacer varias etapas del Camino de Santiago. Para ellos, confiesa Castro, es una meta agridulce porque acaban su preparación pero les toca despedirse de los que han sido su familia durante algunos de los meses más intensos de sus vidas. El día 13 de diciembre, todos dirán adiós a la academia en la que se convirtieron en policías, con una mochila cargada de experiencias y un tarro ya vacío de esperas.
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