Convivir y emprender: dos caras de la misma moneda
Un santuario en Crecente, Pontevedra, reúne a nómadas digitales, viajeros y otros profesionales que se forman juntos y avanzan en proyectos con sus ideas como combustible
Cuaderno de bitácora del emprendimiento autónomo en Galicia

En un valle pontevedrés, envuelta en la foresta de Crecente, hay una finca en la que nacen ideas y se forjan propósitos. Es lo que pasa cuando se reúne a una comunidad de emprendedores de sus propios proyectos y la determinación colectiva de acometer nuevas aventuras empresariales.
De un tiempo a esta parte, el mundo del emprendimiento ha ido ensanchando su maleta y haciendo acopio de perfiles de toda clase. Su renovado léxico, repleto de anglicismos como el 'coworking' –modalidad en la que varios profesionales comparten espacio de trabajo–, se engrosa ahora con el 'coliving', que va un paso más allá y los convierte en compañeros de estancia. Una apuesta con la que, en el día a día, se les invita a compartir conocimientos y experiencias, aprender junto a otros profesionales con perfiles similares y a tejer o ampliar junto a ellos sus redes de contactos. Todo ello, salpicado con el disfrute de distintas actividades de formación y recreativas, claves también en la fórmula que da sentido a la iniciativa Growth Coliving Galicia.
Así lo explica el timonel del barco: Benlly Hidalgo, profesor en la escuela de negocios Postgradum Education. En los inicios del proyecto, invitó a su alumnado de Psicomarketing a tomar parte tres días en esta «locura», como él mismo se refiere a la iniciativa.
Cuando «la magia nace»
El proyecto, desgrana, parte de la base de que «el sistema educativo» tradicional «está obsoleto» en lo que al emprendimiento atañe, y busca «darle una vuelta» para complementar el saber teórico con técnicas que se ajusten a escenarios reales. Y, por otro lado, responde a una «necesidad» que acompaña a la figura del emprendedor digital: «De alguna forma, se siente muy solo. Trabaja desde casa y su entorno lo componen familia y amigos, pero la mayoría no está emprendiendo (...). La magia nace cuando te encuentras presencialmente con tus compañeros y durante días se habla de algo a lo que dedicáis doce o catorce horas diarias», explica. Se conforma un ecosistema de personas que comparten «problemas y dificultades», apoyadas por un equipo de expertos «que ya ha pasado ese camino» y las orienta en su aprendizaje. La experiencia, por tanto, propone algo diferente a la norma: «Hemos apostado por cambiar nuestra casa rural (...), convertirla en un espacio de 'coliving' y 'coworking' para nómadas digitales».

A lo largo del verano, sus puertas se abrirán en intervalos de quincenas para ofrecerles «trabajar independientemente, pero contando con espacios» dedicados, relata Hidalgo, en alusión a las sesiones mastermind, en las que alguien cuenta un problema que se le presenta y el resto lo nutre con posibles ideas para solucionarlo; o las de 'skillshare', donde los alumnos actúan como mentores entre ellos, transmitiendo al resto las habilidades útiles que dominan. En sus clases aprenden a utilizar, además, la Inteligencia Artificial –a través de ChatGPT– como herramienta de organización y para alimentar sus 'brainstorming' con nuevas sugerencias. El menú lo completa un amplio abanico de actividades de ocio al aire libre, como paintball, rafting o equitación.
Una clave: que haya debate
David del Valle es periodista y asesor especializado en relaciones públicas. Trabaja con Benlly, pero él también le saca partido personal a la iniciativa. En una autocaravana ha instalado una oficina móvil con la que se desplaza allá donde el trabajo lo lleva: «Para los que somos nómadas digitales, como trabajamos solos, una experiencia así puede enriquecer mucho. A veces pienso que me apetecería compartir o intercambiar impresiones« con personas de un perfil similar, cuenta, «aunque sean de distintos sectores».

Tienen en común que en sus modos de vida casan mucho el trabajo y lo personal, y que ellos mismos se ocupan de gestionar ambas esferas. Y, subraya David, conviviendo en sintonía se llegan a compartir idearios y valores que difícilmente podrían transmitirse en un entorno formal. Dan con que todo ello, de una forma u otra, acaba siendo trasladable a sus proyectos.
María Fernández, de Barcelona, explica que, mientras sus compañeros «quieren emprender en algo a lo que ya se dedican», su caso «no es ese». Es diseñadora gráfica, pero acomete un nuevo proyecto: brindar «experiencias para mujeres» con un alto grado de personalización y ofreciendo la propuesta de 'desconexión' más adecuada. Decidió apuntarse, en parte, para conocer en persona a su mentor, «oír su crítica para saber dónde me equivoco», pero tiene claras las bondades de la convivencia. «Sin querer, la mente nos boicotea«, y la mejor manera de curarse en salud es que exista retroalimentación con personas que compartan tesituras.
Pía y Jan Bos son de Málaga y acudieron en pareja a experimentar la propuesta. Él es piloto, pero también se ocupa de la «parte técnica» del proyecto de su mujer, alumna de Benlly. Juntos desarrollan aplicaciones móviles para negocios pequeños e intentar hacerlos «más autónomos». Como compañeros de aventuras que son, en Crecente también vieron una oportunidad. Son la prueba de que dos mentes pensantes resultan mejor que una; y, en conjunto, de que si otras tantas aportan criticismo constructivo, mejor que mejor.
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