eutanasia en galicia
Belén ya solo quiere «una fecha» para despedirse
La mujer cuya madre impidió el jueves que le practicaran la eutanasia que había solicitado se encomienda a la decisión del juzgado
La Fiscalía de Santiago ya estudia la denuncia presentada por el servicio gallego de salud, después de que no pudieran acceder a la vivienda de Belén, enferma de esclerosis múltiple
«Abre mamá, me quiero ir»: la madre de la mujer que pide la eutanasia en Galicia impide que se la lleven para practicársela
![Belén, de espaldas, durante su intervención en el programa TardeAR](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/11/03/euta3-RpHfaIwMxbSnRPnguHlZ8AK-1200x840@abc.jpg)
Belén pasó una noche agitada. El jueves fue un día de demasiadas emociones. Pudo haber sido la jornada final de una vida marcada en sus últimos años por el desvalimiento provocado por la esclerosis múltiple, pero acabó siendo la de la frustración. Su madre, Carmen ... Alfaro, impidió a los sanitarios del Servicio Gallego de Salud (Sergas) que accedieran al piso que ambas comparten en Santiago de Compostela, para conducirla al hospital clínico y allí proceder a la eutanasia que ella había solicitado meses atrás. Cuando se despertó, la primera sorpresa fue que escuchó su historia en las emisoras de radio y las televisiones. Carmen pretendía centrar el foco en las supuestas irregularidades que amparaban la eutanasia de su hija, pero esta se ilusiona con la idea de que la sociedad está conociendo su caso y entendiendo sus razones.
«Tienes ochenta años, y estás aquí cuidándome. No lo hago por compasión por ti sino por mí, y para dejarte libre»
Belén E. A., 54 años
La hija
Ahora, la frustración del jueves ha dado paso a otro estado de ánimo en Belén E. A., de 54 años, y completamente dependiente de los cuidados de su madre. «Me lo intento tomar con toda la calma posible», reconoce en conversación con ABC, «yo solo necesito una fecha clave, solo eso». Un día en el calendario para cumplir con su deseo. Su madre, sentada al otro lado de la mesa camilla, la rebate. «Belén, tienes que esperar un poco». Hoy a Carmen se la nota nerviosa, inquieta porque no se entiendan sus razones para hacer lo que hizo. No quiere verse retratada como la villana que obliga a su hija a una existencia de sufrimiento, atada a una silla de ruedas por un simple capricho. Su hija, por el contrario, no tiene problema «en que se sepa la historia». Por la mañana se le escapó una sonrisa cuando en su emisora habitual escuchó el tema en la revista de prensa.
Detrás de ese «tienes que esperar, ya lo hemos hablado» está su confianza en la acción de sus letrados, de la fundación de Abogados Cristianos, para que consigan frenar el procedimiento que -a su juicio- está basado en una serie de «mentiras» que ella considera insostenibles. Su hija no sufre, no está encamada, no tiene problemas para comer o beber, defiende de manera apasionada; al contrario, Belén padece una depresión -no diagnosticada- que es la que la forzaría a dar su consentimiento para la eutanasia. Su hija la escucha y menea levemente la cabeza, disintiendo. «No es así, mamá». «Déjalo, no vamos a volver a hablar de eso», le rebate su progenitora. «Todo lo que dice mi madre es exagerado», le insiste al periodista.
«No tienes ni idea de lo que es criar a un hijo. Vas a provocar un problema muy gordo el día que te vayas»
Carmen Alfonso, 79 años
La madre
Carmen le recuerda que a su hermana, que reside en Andalucía con su familia, le prometió esperar «un tiempo». «No voy a esperar», replica. La madre sostiene que su hija expresa opiniones contradictorias respecto a la eutanasia. Belén zanja la cuestión. «Digo que 'no' para que te calles y acabar con las discusiones». Desde su silla sabe que no puede imponerse a su madre. Esta siente que las crónicas periodísticas no le hacen justicia, que le niegan su misión de velar por que su hija no se vaya en base a «mentiras», que minimizan sus desvelos como cuidadora día y noche. Es su misión vital. «No tienes ni idea de lo que es criar a un hijo», le reprocha a menudo, «vas a provocar un problema muy gordo el día que te vayas». El dolor de Carmen va por dentro. El de su hija, también.
La madre abraza sus propios argumentos. Aceptará de buen grado la eutanasia de su hija cuando la vea mal, con dolor, sufriente. Pero eso no pueden saberlo «los miembros de un comité que ni siquiera la han visto». Precisamente contra la comisión de garantía de evaluación de la eutanasia se dirige la denuncia de Abogados Cristianos, que imputa un presunto delito de inducción al suicidio y otro de eutanasia, es decir, fuera de los márgenes que permite la ley. El caso recayó en el Juzgado de Instrucción nº2 de Santiago de Compostela, que a última hora de este viernes todavía no se había pronunciado sobre las medidas cautelarísimas, que solicitaban «la suspensión» de la eutanasia de Belén.
«Hay que respetar la voluntad del paciente»
El caso ha salido ya del piso del Ensanche compostelano donde madre e hija conllevan su difícil convivencia. El Sergas ha dado traslado a la Fiscalía de Santiago de su imposibilidad para acceder a la vivienda y cumplir con la voluntad de Belén de que se le practique la eutanasia. Ha adjuntado, además, el expediente clínico, con los preceptivos informes de la comisión evaluadora. «En Galicia la ley se cumple al pie de la letra», manifestó este viernes el conselleiro de Sanidad, Julio García Comesaña, «hay que respetar la voluntad de la paciente, también el trabajo de los profesionales sanitarios y ser sensibles a la opinión del familiar».
Carmen sabe a qué se enfrenta. El juzgado puede dictar un requerimiento para que consienta en dar acceso a los sanitarios, y llegado el caso, incluso una orden judicial que permita a una comisión judicial entrar en el domicilio y llevarse a su hija al hospital para cumplir con su voluntad. Es cuestión de días. No le gusta que se le explicite este escenario. Se lleva las manos a la cara con terror. «Ella puede cambiar de opinión y negarse», se defiende. Es un derecho que asiste a cualquier paciente que solicita la eutanasia: tiene la última palabra hasta el segundo final para arrepentirse. Belén calla y mira a su madre con dulzura. «Tienes ochenta años, y estás aquí cuidándome. No lo hago por compasión por ti sino por mí, y para dejarte libre». Carmen se encomienda a un cambio de opinión de su hija, que no llegará; esta, por su parte, se confía al calendario, para que llegue el día cuanto antes.
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