La aldea gallega que custodia a Miguel Ángel Blanco

Veinticinco años después de aquella fatídica fecha del 10 julio de 1997, del secuestro y asesinato del joven concejal del PP en Ermua, Miguel Ángel Blanco, Galicia y, en particular, la provincia de Orense, todavía recuerdan el suceso que sacudió a toda España y desató una ola de protestas contra el terrorismo. La profunda huella dejada tras el secuestro y crimen de Miguel Ángel Blanco todavía se deja entrever en los pueblos natales de sus padres, emigrantes en el País Vasco, lugares a los que el edil acudía con frecuencia, como son Faramontaos (A Merca) y Xunqueira, ambos en la provincia de Orense. En Faramontaos, a escasos metros del panteón familiar donde están enterrados los restos mortales de Miguel Ángel, viven Aurelio y Pacita, los tíos del joven. Ellos recuerdan aquellas fatídicas 72 horas que sacudieron a España, entre palabras, silencios y esperanza. «Fue una tragedia», resumen los actuales custodios de los restos mortales del panteón familiar. En esta aldea, a aproximadamente media hora en coche de Orense, fue a donde la familia decidió trasladar los restos mortales del edil diez años después del crimen, cansados de los ataques a la tumba de Miguel Ángel en el País Vasco.

Al llegar a Faramontaos hay que atravesar estrechas callejuelas hasta llegar a una explanada donde se encuentra el camposanto. A un lado, se puede ver un monumento realizado por Xosé Cid, en homenaje al concejal de Ermua. Del otro está el cementerio, donde reposan los restos mortales de los padres y del propio Miguel Ángel Blanco. En la tumba se podía ver estos días una pequeña foto del edil y un crucifijo. En País Vasco, comentan, «destrozaban las flores y tiraban piedras». Todo lo contrario que en Galicia, asumen.

Pese al tiempo transcurrido, los tíos no olvidan aquel día, el paso de las horas. «Si lo hubieran matado y ya era una cosa, pero lo que ocurrió en esas 72 horas, es inimaginable», reflexiona Pacita. El consuelo que le queda es que no murió solo en el hospital. «Mi hija estuvo con él en el hospital, llegó a agarrarle la mano, él se la apretó y acto seguido murió». Estos familiares recuerdan cómo la esperanza inicial de aquel día, «se movilizó mucha gente», se fue transformando con el paso del tiempo en resignación y, a la postre, en consternación por el fatal desenlace. «Llegaron cartas de países como Uruguay, Argentina, pero no valió de nada». Creen que esto nunca debería haber pasado. Desde entonces, A Merca se ha convertido en un lugar de «peregrinación» para decenas de personas que no dudan en acercarse cada año a visitar la sepultura familiar para dejar cartas, flores y todo tipo de recuerdos. «Hace tres años vinieron unas chicas de Canarias y le dejaron una carta, también estuvo una pareja durante su luna de miel». El año pasado, «nos encontramos una boina roja de ertzaina encima de la tumba, con una carta y unas fotos. Nosotros recogemos todo para dárselo a la hermana, Mari Mar».

A sus 80 años, Aurelio recuerda cómo fue la decisión de proceder al traslado de los restos. «Lo hicimos casi en secreto, hablando con muy poca gente porque no queríamos que se enteraran», agrega. Los tíos reivindican el legado dejado por este concejal en el País Vasco, que «luchó por el pabellón para que la juventud tuviese alternativas» a ETA.

El político del PP de Orense, Rosendo Fernández, quien entonces era concejal en A Merca, recuerda el asesinato con nitidez. «Me acuerdo de que era jueves, porque ese día teníamos pleno. Cuando estábamos allí fuera vino alguien y nos dice, secuestraron al nieto de Aurelio, del País Vasco». Al concluir el pleno, los concejales de la corporación decidieron pasar «toda la noche allí», a la espera de noticias tras conocerse que «ya habían dado un ultimatum». «Escribimos unas palabras de repulsa, empezó la gente a venir y a juntarse». Lamentablemente, «se consumió la amenaza». Fernández asegura que ese día «ya le dio mala espina» el secuestro. Diez días antes, la Guardia Civil había liberado «no por voluntad de ETA» al funcionario de prisiones Ortega Lara. Para Fernández, eso pudo «enrabietar» todavía más a la banda terrorista.

A Merca y Xunqueira de Espadanedo preparan sus respectivos actos de homenaje a Miguel Ángel Blanco que incluirán una ofrenda floral mientras el matrimonio lucha por mantener viva la memoria de su sobrino, en el pueblo a donde Miguel Ángel solía escaparse cuando tenía la oportunidad a descansar. Los actos de Faramontaos y Xunqueira se suman a los recientes homenajes celebrados en los últimos días en numerosas localidades de toda España. Hace años llegaron a ceder al ayuntamiento un terreno para que allí se levantase un parque, un proyecto que finalmente no se llegó a realizar. Por el momento, el consistorio busca fecha para inaugurar el monumento dedicado a Miguel Ángel Blanco, una puerta de unos nueve metros de altura que se encuentra ya ubicada en un monte propiedad del matrimonio.

A este respecto, el alcalde de A Merca, José Manuel Garrido, explicó que la idea era inaugurar el monumento el día 13 de este mes coincidiendo con el 25 aniversario si bien finalmente se optó por «retrasar la inauguración a otra fecha posterior» al haberse celebrado los actos principales en Ermua. Para el regidor, este homenaje es un acto de justicia «por todo lo que significó» Miguel Ángel en la sociedad así como «una loa a la libertad» hacia una persona que contribuyó «a la paz social». Mientras tanto, a la espera de que se inaugure el monumento, se puede visitar el que está situado delante del cementerio en homenaje al concejal asesinado.