Galicia
«La principal secuela del Covid es un cansancio que persiste dos o tres meses»
En el último año los ojos del doctor José Luis Muíños, miembro del comité clínico y especialista de Atención Primaria, han visto de todo. Del miedo a no saber cómo se transmitía la enfermedad, a la pérdida de miembros de una misma familia tras las cenas de Navidad. Él confía en que la vacuna salvará vidas, pero vaticina varios años de mascarilla y distancia social

—Para arrancar, le pido un diagnóstico, doctor. ¿En qué momento de la pandemia estamos? Porque por una parte nos estamos recuperando de la sacudida de la tercera ola, con todos los indicadores apuntando en la buena dirección, pero el fantasma de una cuarta oleada ... empieza a sobrevolar nuestro entorno...
—Casi todo el mundo lo define como un periodo de meseta, pero yo prefiero llamarlo valle, porque hemos bajado y estamos con buenas cifras. Teóricamente, porque en la práctica veremos, la impresión es muy favorable. Lo que ocurre es que el entorno, caso de algunas comunidades autónomas y algunos países de Europa, están empezando a empeorar. Y como epidemiológicamente no somos una isla, hay que ponerse muy en guardia porque antes o después aumentaremos también. Pero lo que es cierto es que partimos de unas buenas cifras.
—La presión hospitalaria sigue a la baja. Hay menos enfermos críticos y menos contagiados en planta pero, ¿lo suficiente para combatir ese hipotético cuarto envite?
—Siempre es mejor partir de abajo que partir de unas cifras hospitalarias elevadas, porque nuestro terror es el colapso hospitalario, que es lo que se trata de evitar a toda costa. Todos sabemos que una semana después de que empiezan a aumentar los casos, empiezan a subir los ingresos, y dos semanas después crecen los críticos. Es decir, que tenemos que ver el futuro con mucha prevención.
—En Galicia iniciamos una desescalada muy lenta y muy prudente. La consigna es pisar sobre seguro, pero la Semana Santa está ahí. Y está claro que va a ser un momento crítico...
—Sí, la experiencia más reciente que tenemos es la de la Navidad, que casi todos veíamos venir. El riesgo estaba en las reuniones familiares, que fue donde aparecieron los casos. Los médicos de los centros de salud hemos visto que se contagiaba uno, y se contagiaba toda la familia. Hubo juntanzas de hasta diez y hemos visto fallecimientos de personas mayores en primera línea. Una cosa es contarlo, y otra es lo que hemos vivido. Es una experiencia tremenda. Ahora que llegan estas fiestas, me parece que la prohibición de las reuniones familiares, aunque sea tremendamente impopular, es muy acertada.
—Hablamos de la presión asistencial en los hospitales, en las unidades de críticos, pero ¿y la presión en los sanitarios? Dejaba entrever en su última respuesta trances muy duros en su consulta. El virus ha hecho mella en la profesión más expuesta a él...
—Tenemos mucha presión y el agotamiento de un año de pandemia. Estamos cansados, pero aguantando razonablemente bien. En mi centro, por concretar, no ha habido entre los médicos y las enfermeras una sola baja laboral en todo este año. La gente lo está sufriendo, porque es duro, pero lo está llevando razonablemente bien. Y eso que en la primera ola pasamos miedo porque todo era desconocido, no sabíamos cómo se transmitía, no teníamos medios de protección, habíamos visto que en otras comunidades fallecían profesionales... fue una experiencia muy muy dura. Ahora ya estamos acostumbrados y parece que sucedió hace una década, pero solo ha pasado un año.
—En una semana arrancará la vacunación al grupo de 55 a 65, los de 80 ya están casi inmunizados y hace unos días el conselleiro de Sanidade confiaba en que la población gallega estuviese protegida al 70 por ciento en agosto, aunque parece que esto último se tuerce. ¿Es optimista en cuanto a los tiempos?
—Yo no controlo la fiabilidad en cuanto a la llegada de vacunas procedentes de las farmacéuticas. Lo que sí es cierto es que todos contemplamos que a partir de abril el flujo de vacunas se va a incrementar de manera importante, porque vamos a pasar de tres a cuatro con la entrada de la de Janssen, que además es de una sola dosis. La previsión, por tanto, es que va a haber muchas más dosis. Pero más allá de esto, lo que sí puedo asegurar porque lo conozco es que en Galicia tenemos una atención primaria con capacidad de vacunar al 70 por ciento o más de la población para el verano. Nuestra capacidad no está en entredicho, es inmensa y lo importante ahora es que las farmacéuticas cumplan sus promesas porque los recursos humanos están garantizados.
—Algunos empiezan a hablar de la entrada masiva de antídotos en abril como «el milagro de la primavera». ¿Usted cree en él?
—Yo confío en ese milagro, pero mi temor es que para hacer la vacunación lo deseable es estar como estamos en este momento. Es decir, con poco número de infectados, para poder vacunar al máximo de la población. Sería malo y una dificultad vacunar en plena ola epidémica porque no se podría hacer de una manera rápida y eficaz. La situación actual es la idónea. En mi centro ahora, donde vacunamos mañana y tarde, vamos como balas, porque no tenemos personas que desechar por ese motivo.
—¿Qué le diría al 25 por ciento de los gallegos de entre 50 y 55 años que hace dos semanas se negaron a vacunarse con AstraZeneca?
—Pues lo que le digo a todos mis pacientes, que la probabilidad de que ese efecto secundario del que se habló [trombosis] fuera debido a la vacuna era tremendamente improbable. Y aunque fuera posible, con dos casos entre el millón de vacunas que se pusieron en España, los beneficios desde el punto de vista de la salud pública son mucho mayores. Todos los medicamentos tienen un riesgo, como el sangrado digestivo al que nos exponemos al tomar un ibuprofeno cuando nos duele la cabeza, y que asumimos sin miedo porque las ventajas son siempre muchas más.
—Esta semana también nos alertó el shock tóxico que sufrió un niño de diez años que había pasado la enfermedad y que acabó en la UCI.
—Sí, es una reacción muy poco frecuente, pero posible. Estamos siguiendo al Covid día a día y por eso nos enteramos de todos los casos raros que se vinculan a él y de los que en otras circunstancias no se habría ni hablado.
—En su trato directo con pacientes que han padecido coronavirus, ¿está viendo muchas secuelas?
—Sí, y todos nos cuentan lo mismo: «No puedo hacer lo que hacía antes de haber pasado la infección». Se trata de cuadros de cansancio que habitualmente se resuelven en dos o tres meses. Afecta a todos los perfiles de edad, pero toca más a los mayores. Y de ahí que se hayan creado en todas las áreas sanitarias unas unidades para atender a este síndrome posCovid, en las que hay médicos de familia, neumólogos e internistas.
—Esta semana también nos han dicho que la variante británica de la que tanto se ha hablado es ya mayoritaria en los hospitales gallegos. ¿Han notado mucha diferencia entre esta cepa y las anteriores?
—Hay tres estudios recientes que dicen cosas distintas. Uno afirma que es más contagiosa, pero no más grave. Otro que sí dice que produce un aumento de la mortalidad y un tercero de Harvard que dice que permanece más tiempo y tiene más carga viral. Son estudios que aún no se pueden replicar, pero sí, parece que, al menos, esa variante es más transmisible.
—¿Tendríamos, entonces, que prolongar la duración de las cuarentenas actuales?
—No está claro a día de hoy. De hecho, en Estados Unidos hicieron una revisión a mediados de febrero y no recomiendan aumentar las cuarentenas. Actualmente ya tenemos unas cuarentenas importantes porque para el Covid leve, el que queda en el domicilio, es de diez días. Y el que ha sido más grave y ha precisado ingreso hospitalario está en catorce días de aislamiento, porque parece que pasado ese tiempo ya no transmiten la enfermedad. En el caso de los inmunodeprimidos permanecen hasta tres semanas confinados, por lo que hablamos ya de periodos de tiempo conservadores y de momento no hay datos para aumentarlos, bajo mi punto de vista.
—Usted forma parte del comité de expertos junto con otros 34 miembros. Sus decisiones afectan de lleno a la vida de los gallegos cada semana. ¿Cómo son esas reuniones? ¿Hay mucha postura enfrentada?
—Si hay treinta y cinco personas, hay treinta y cinco opiniones (ríe). Fundamentalmente hay un subcomité que estudia los brotes y toma decisiones sobre ellos. Y hay un comité más amplio que adopta, sobre todo, decisiones de otro tipo, como las cuarentenas de las que estábamos hablando ahora. La verdad es que no todos tenemos la misma opinión, eso es cierto, aunque llegamos a consensos. Nosotros asesoramos y la decisión final es política, pero le puedo decir que sigue estrictamente lo que le dicen los técnicos.
—¿Se atreve a pronosticar cuál será el fin de la pandemia, cuándo recuperaremos la normalidad verdadera, la que todos añoramos?
—Sí, yo me atrevo a vislumbrar cómo va a ser el futuro, y en algunas cosas estaría encantado de equivocarme. Yo vislumbro el final del túnel cuando una parte muy importante de la población esté vacunada. Pero, al mismo tiempo que digo esto, digo que hay cosas que vinieron para quedarse durante años, como la mascarilla en interiores. Yo creo que durante mucho tiempo no van a poder concebirse de otra manera, por los aerosoles, que es donde está el mayor riesgo. Eso lo veo claro, y la distancia social también. Eso lo vamos a tener años, porque la vacuna no lo va a solucionar. Lo que sí va a impedir es el Covid grave, de hospitalizaciones y muertes, pero no está claro que impida la transmisión.
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