Juan Soto - El garabato del torreón
Martínez y lo que venga
Mudando lo mudable, el caso del alcalde de Becerreá alcanza al exsecretario del PSdeG
El BNG, en cuyas diezmadas filas forman algunos de los especímenes más obtusos de la política galaica, vetó a Manuel Martínez para la presidencia de la Diputación de Lugo pretextando su condición de imputado. Al impedimento se sumaron, enseguida y alborozados, los compañeros de militancia del alcalde de Becerreá, siempre dispuestos a poner el trasero a disposición del que pase por taquilla.
Ahora resulta que los tribunales de Justicia han declarado la total inculpabilidad de Martínez y el subsecuente archivo de diligencias. Habrá que esperar a la evolución de los acontecimientos y al cariz que vaya tomando el panorama, pero en todo caso queda excluida, por inverosímil, la posibilidad de que BNG y PSOE adopten un gesto de dignidad que les impulse a revocar los argumentos encaminados en su día a la eliminación política (y civil) del diputado Martínez. La dignidad, como la autocrítica y la capacidad de raciocinio, es especie que no suele cultivarse entre cierto tipo de embaucadores.
Mudando lo mudable, el recado de lo acontecido con Martínez alcanza al caso del exsecretario general de los socialistas gallegos y expresidente de la Diputación de Lugo, José Ramón Gómez Besteiro, liquidado políticamente en razón de expediente judicial profuso, confuso, difuso, laberíntico e inagotable. Llegado el momento, no parece que con la reciente reincorporación de Gómez Besteiro a la actividad privada puedan quedar cancelados los efectos de una praxis que no se conforma con la victoria sobre el adversario sino que busca también su linchamiento personal, familiar y social mediante ejecución sumarísima. En este tipo de obscenidades suelen desempeñar un papel decisivo los muy amados camaradas al corriente del pago de las cuotas: un reo más es un competidor menos. Pero los cofrades de las mismas siglas no son los únicos en la congregación de lapidarios: los periodistas tampoco nos quedamos atrás a la hora de atizar la hoguera. Y de ciertos jueces y juezas, ¿qué decir que no se sepa?
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