La entrega al sanchismo y los errores de gestión desnortan al PNV
Las primeras diferencias entre Ortuzar y Urkullu fueron por su carácter. Después, por la estrategia a seguir
De fondo, el desgaste del partido por el deterioro de los servicios públicos y su pérdida de la centralidad en Madrid
Editorial | PNV, el nocivo efecto de su entrega al sanchismo
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Imanol Pradales será el candidato a lendakari del PNV en sustitución de Iñigo Urkullu
«Aquí de lo que se trata es de que Sánchez llegue y sin pasar por las urnas. Pero que en la mente de cada uno quede con claridad y sean conscientes de lo que van a hacer». Este aviso de Mariano Rajoy el 31 ... de mayo de 2018, durante la moción de censura que le desalojó de Moncloa, cobra plena vigencia ahora, ante la crisis que atraviesa un Partido Nacionalista Vasco (PNV) tras iniciar entonces la pérdida de su centralidad.
El expresidente popular dirigió aquellas palabras al que en ese momento era su socio más fiel, el PNV, con cuyo presidente, Andoni Ortuzar, alcanzó un entendimiento no visto antes entre ambos partidos. En manos del grupo nacionalista estaba mantener a Rajoy en el poder pero decidió no hacerlo, y el sorprendente descabalgamiento de su lendakari en ejercicio, Iñigo Urkullu, ha demostrado que a la formación vasca le faltó esa conciencia que le pedía el popular sobre las consecuencias de vincularse a Pedro Sánchez.
Si la expulsión de Urkullu no ha roto a la formación en dos ha sido porque el lendakari no ha querido. Dolido al considerarse con derecho a decidir su propio punto y final tras gobernar durante tres legislaturas, el abrazo que dio a su sucesor hace unos días -el desconocido Imanol Pradales-, hay que entenderlo como un acto de acatamiento y un mensaje a la desconcertada militancia peneuvista. Algo solo posible por el perfil disciplinado y prudente de Urkullu. «Es la antítesis de políticos como Irene Montero. En ningún caso iba a irse montando un número ni rompiendo el partido», señalan fuentes cercanas.
Error de cálculo
En el origen de esta crisis está lo que el tiempo ha demostrado que fue un grave error de cálculo. El PNV, un partido conservador y católico, expulsó del poder a Rajoy para no contaminarse con la corrupción del PP, pero ha acabado contaminado por la influencia de Unidas Podemos, ERC y Bildu sobre el PSOE al compartir bloque con ellos. Con el PP en Moncloa, el PNV era un socio indispensable.
Con Sánchez en el Gobierno central, es solo un aliado más y EH Bildu le ha adelantado en influencia. El partido de Arnaldo Otegi supo aprovechar la oportunidad y pedir precios más bajos al PSOE a cambio de convertirse en socio de referencia del Gobierno. El papel de gran conseguidor que el PNV siempre había ejercido en Madrid quedaba desdibujado y su principal rival ensanchaba su base de votantes al verse normalizado desde el Gobierno sin haber condenado a ETA.
Esperando competencias
Cuando el PSOE presentó su moción de censura, a la formación de Ortuzar se le hizo la boca agua pensando en el traspaso de la treintena de competencias prevista en el Estatuto de Gernika. Sánchez se comprometió a ejecutarlo y el PNV sabía que no lo obtendría de Rajoy. Cinco años y medio después, la formación de Andoni Ortuzar sigue esperando las famosas competencias. Hasta ahora solo ha logrado que el líder socialista materialice el traspaso de cinco (de la treintena prometidas) y espera, sin grandes certezas, obtener otras tres antes de las próximas elecciones vascas (Cercanías, inmigración y convalidación de títulos universitarios).
EH Bildu, en cambio, mantiene una tendencia electoral creciente y sostenida que, de continuar, puede llevarle a ganar por primera vez unas elecciones autonómicas. El último Sociómetro publicado por el Gobierno vasco este viernes confirma el desgaste del PNV. Según la estimación de voto, si hoy se celebraran comicios, la formación nacionalista las ganaría pero Bildu recortaría distancias con una fuerte subida.
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Evolución del voto en el País Vasco
En porcentaje
38,70%
38,68%
34,43%
34,16%
32,19%
PNV
28,73%
27,60%
24,67%
24,08%
23,78%
EH
Bildu
18,67%
24,05%
10%
Autonómicas
2016
Locales
2019
Generales
2019
Autonómicas
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Locales
2023
Generales
2023
Ministerio del Interior y Consejería vasca de Interior / ABC
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Evolución del voto
en el País Vasco
En porcentaje
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Autonómicas
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Locales
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Generales
2019
18,67%
38,70%
Autonómicas
2020
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34,43%
Locales
2023
28,73%
24,05%
Generales
2023
24,08%
Ministerio del Interior y
Consejería vasca de Interioro / ABC
Si en 2020 les separaron diez escaños (31 frente a 21), ahora esa brecha se reduciría a tan sólo cuatro (29 contra 25). Un escenario similar al complicado segundo mandato de Urkullu, cuando obtuvo 28 parlamentarios, obligándole a gobernar en coalición con el PSOE. Eso sí, en minoría, dificultando enormemente la gobernabilidad y la marcha del Ejecutivo.
El hombre elegido por la cúpula peneuvista para enmendar estos datos y retener el gobierno vasco, Imanol Pradales, tiene la difícil tarea de volver a movilizar a los votantes que se han sentido huérfanos y han pasado a la abstención y evitar trasvases al PP. Es decir, no es un perfil para arrebatar votantes a EH Bildu sino para taponar las fugas. Pero el movimiento es arriesgado.
En contra de Pradales pesa su nula falta de experiencia en campaña electoral -ni siquiera ha sido alcalde-, el ser un completo desconocido para los ciudadanos y carecer de carisma y liderazgo. Su fortaleza es un perfil moderado y, por tanto, continuista de Urkullu, que no carga en su mochila errores de gestión. Y es que a la contaminación del PNV por compartir bloque con comunistas e independentistas y a la falta de palabra de Sánchez al cumplir el traspaso de competencias, hay que añadir los errores cometidos por el lendakari como la tercera causa que ha desdibujado la identidad del PNV en los últimos años. En concreto, la mala gestión del derrumbe del vertedero de Zaldíbar y de la pandemia, el fuerte deterioro de la sanidad y la educación vascas, y el aumento de la conflictividad de los funcionarios, con un papel destacado para la Ertzaintza. Con todo ello a cuestas, el PNV llegó a las elecciones de mayo y julio de 2023.
Los resultados de ambos comicios fueron la puntilla para la ya entonces tocada relación de Urkullu y Ortuzar; un dúo fuerte que venía funcionando con éxito y pocas discrepancias desde 2013. Los problemas de entendimiento comenzaron a aparecer, según algunas fuentes, hace dos años por los caracteres personales de ambos. «Urkullu es de trato muy especial y Ortuzar ha tenido varios choques dentro del partido», señalan.
De fondo, la pérdida de la centralidad y la orientación del foco hacia Madrid en lugar de apoyar la gestión en el gobierno vasco. Las mismas fuentes señalan que Ortuzar comenzó a darle vueltas a la idea de apartar a Urkullu de la carrera electoral ya el año pasado, y que con las elecciones de mayo y julio solo se cargó de razones. En estas últimas perdió más de 100.000 votos.
Antes de las vacaciones, la cúpula vasca dejó ver al lendakari que podrían buscarle un relevo y el nombre de Imanol Pradales salió a relucir, entre otras opciones. Pero Urkullu quería continuar y aumentó sus actos y presencia pública a la vuelta de verano para defender su gestión ante la ciudadanía.No sirvió. Unas semanas después, desde la dirección del partido se le volvió a trasladar la idea de un relevo generacional para afrontar el cambio de ciclo. Esta vez sin nombres. Pero el jueves de la semana pasada, en una tensa reunión, fue cuando la dirección del PNV le comunicó oficialmente que prescindirían de él como candidato. Urkullu se sorprendió porque la decisión estuviera ya irrevocablemente tomada. Esa misma mañana, Ortuzar había asegurado en una entrevista en Onda Cero que el proceso estaba sin iniciar, le faltaban «semanas» y, sobre todo, una conversación con el lendakari. Tras conocer que no repetiría como candidato, Urkullu pidió saber el nombre de su sustituto. Aún no estaba decidido pero sí existía un perfil trazado y una lista de posibles de la que no se le desveló ninguno. La cúpula del partido se permitió pedirle que comunicara públicamente que su paso atrás era decisión propia. Urkullu se negó.
Urkullu quería abstención
La filtración al periódico 'El Correo' de que el lendakari no se presentaría a las elecciones autonómicas del año que viene (en marzo o en junio) destapó la ruptura de ambos dirigentes. Urkullu y Ortuzar venían haciendo serios esfuerzos por mantener la imagen de unidad, y aunque las señales de divorcio existían no se habían interpretado en la dimensión adecuada.
Las divergencias empezaron a ser visibles en la campaña del 23-J en la que el lendakari solo participó en la recta final, sintiéndose claramente relegado. Esa distancia creció con las negociaciones de investidura. Ortuzar apostó de nuevo por apoyar a Pedro Sánchez, con el que el lendakari tiene una absoluta falta de química, no disimulada. Además, el presidente vasco está convencido de que participar en el enjambre de alianzas de izquierdas que rodean a Sánchez ha tenido un impacto negativo para el PNV. Considera también que la última legislatura liderada por el socialista tampoco le ha beneficiado, y está muy descontento con la falta de compromiso de Sánchez con el cumplimiento del Estatuto de Gernika y el traspaso de las competencias pendientes. Su sensación es la de que todo ello ha colocado al PNV en un papel asimilable al de tonto útil y que ese hecho ha dado alas a Bildu.
Frente al sí decidido por Ortuzar, la apuesta de Urkullu era abstenerse para que el partido recuperara su perfil autónomo al margen de bloques y ganara buena parte de la fuerza negociadora perdida. Esa posición hubiera llevado a una repetición electoral y fue descartada por Ortuzar, que mantuvo a Urkullu apartado de las negociaciones. De hecho, varias fuentes sostienen que Ortuzar no informó al lendakari de que se reuniría (y fotografiaría) con Carles Puigdemont, por quien Urkullu se sintió traicionado en 2017. «Se enteró por la prensa», sostienen. Y es que el lendakari se implicó al máximo en el 'procés' soberanista, mediando entre Rajoy y el entonces presidente catalán. A éste le arrancó la promesa de una convocatoria electoral en lugar de una declaración unilateral de independencia.
Urkullu no perdona a Puigdemont que incumpliera su palabra y Ortuzar era plenamente consciente de ello cuando visitó al expresidente fugado en Waterloo. Por si faltaban elementos de tensión, unos días después, el partido dejó ver que celebrar elecciones en junio como había deslizado el lendakari no era la mejor opción y apuntó al mes de marzo. Para más inri, Urkullu se encontraba de viaje en Japón. Probablemente, la relación de Ortuzar y Urkullu no era ya recuperable. Pero las formas con las que el primero ha echado al segundo son un final demasiado abrupto para lo que fue un dúo de éxito, al que le faltó conciencia sobre las consecuencias que acabaría sufriendo por echar a Rajoy de Moncloa.
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