Elcano forma a una heredera a la Corona 38 años después
Casi cuatro décadas desde que su padre se formase en el buque escuela de la Armada, la Princesa Leonor comenzará su travesía en enero, en la que será una grumete más, como lo fue Felipe VI, en sus meses a bordo
El próximo 11 de enero se cumplirán 38 años desde que el último heredero a la Corona se embarcó en el buque-escuela de la Armada, el Juan Sebastián de Elcano, para compartir junto a sus compañeros guardiamarinas cinco meses de navegación.
Felipe VI ... recuerda aquellos 141 días en alta mar con mucho cariño por los conocimientos adquiridos durante su instrucción y por la estrecha relación que fraguó con algunos de los 72 compañeros de promoción con los que se embarcó.
Alejado de la vida de Palacio, protocolos, fotógrafos y cámaras de televisión, en alta mar el Rey disfrutó de la libertad que le aportaba el mar y de sentirse uno más, sin apellidos ni tratamientos. No le costó cumplir con la orden que había dado Juan Carlos I de que a bordo se le tratase como un miembro más de la tripulación, sin distinciones de ningún tipo. Así, Don Felipe cumplió con el estricto y apretado horario de vida a bordo, que comenzaba con el toque de diana a las siete de la mañana y terminaba con el de silencio a las diez y media de la noche, cuando se iba a dormir al reducido espacio del camarote común de guardiamarinas.
Estas mismas vivencias las tendrá a partir de enero su hija. Como su padre, la Princesa Leonor no disfrutará de ningún privilegio durante el crucero de instrucción y su vida será como la de cualquier otro guardiamarina. Combinará sus clases teóricas con las prácticas de navegación y maniobra, además de hacer las correspondientes guardias, que la obligarán a permanecer despierta de doce de la noche a cuatro de la madrugada, ya sea haciendo guardia de puente o de máquinas.
La Princesa Leonor también compartirá con sus compañeros guardiamarinas seis meses de navegación, en el que será el XCVII crucero de instrucción del Juan Sebastián de Elcano. En total, recorrerá más de 17.000 millas náuticas, 140 días de travesía con parada en ocho países: Brasil, Uruguay, Chile, Perú, Panamá, Colombia, República Dominicana y Estados Unidos. El bergantin goleta de la Armada partirá el 11 de enero desde Cádiz y se prolongará hasta el 21 de julio.
Tras pasar por Canarias, iniciará 22 días de travesía a toda vela hacia Salvador de Bahía
Hará sus primeras paradas en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, seis días iniciales de navegación que sirven a los alumnos para adaptarse a la navegación. A partir de ahí afrontará casi un mes de travesía (22 días de mar) hasta alcanzar el puerto brasileño de Salvador de Bahía, donde atracará el 14 de febrero. Un trayecto que tratarán de hacer todo a vela, aprovechando el viento y capeando con las 'calmas ecuatoriales' que pondrán a prueba su pericia.
De ahí navegará hasta Montevideo (Uruguay) e iniciará entonces uno de los momentos más delicados e importantes de la travesía, que consistirá en atravesar el estrecho de Magallanes para atracar en Punta Arenas, conocido como el puerto del fin del mundo por estar ubicado en el extremo austral de Chile.
El 23 de marzo el bergantín goleta retomará la navegación hacia el norte por la costa oeste de Suramérica hasta Valparaíso (Chile) y El Callao, en Perú. El Elcano cruzará después el canal de Suez, con paradas en Panamá y Cartagena (Colombia) para retomar su travesía al norte hasta la isla de Santo Domingo. De ahí continuará hasta Nueva York, donde la Princesa desembarcará para volar a España.
Siguiendo el plan que realizó su padre, la Princesa se perderá la travesía final de vuelta porque desde Nueva York regresará en avión a España. Durante ese mes en el que sus compañeros estén cruzando el Atlántico de vuelta, ella embarcará en una fragata para continuar con su formación marinera y naval. Volverá a unirse a sus compañeros en Gijón el 7 de julio para realizar con ellos la última travesía hasta Marín, con parada antes en Ferrol.
En el caso del Rey Felipe, la partida lo fue en enero de 1987. El entonces Príncipe de Asturias recibió la víspera la medalla de oro de la Ciudad de Cádiz otorgada por el ayuntamiento y la placa de oro de la provincia concedida por la Diputación. Cuentan las crónicas de la época que los Reyes Juan Carlos y Sofía se desplazaron a la capital para despedirle la noche antes de su salida y siguieron la partida a bordo de de una patrullera de la Armada.
Aquel año, la primera parada de Elcano lo fue en las islas Canarias, con escala en Las Palmas y Santa Cruz. Treinta días después arribó a Río de Janeiro, con Buenos Aires, Montevideo y el puerto de Baltimore como siguientes destinos.
141 días en el mar
Don Felipe, que cumplió los 19 años de edad embarcado en el Elcano, superó la expedición como un guardiamarina más, sin privilegios durante la estancia en el buque y sometido a los mismos horarios y la misma disciplina que los demás, entre clases teóricas, prácticas de navegación y maniobra y turnos de guardia.
Eso sí, en tierra hubo de cumplir con las labores de representación propias de su rango en las diversas recepciones oficiales que fueron organizando las autoridades locales cada vez que tocaba puerto el buque-escuela de la Armada, especialmente en Latinoamérica, por los lazos de hermandad con España. El viaje, para el ahora Rey de España, terminó el 24 de mayo de 1987, tras más de cien días en el mar, para continuar su formación en un portaaviones de la Armada, el Dédalo, y después, en la fragata Asturias.
Como recordaba ahora el almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada (Ajema), el buque escuela fue botado en el año 1927 y desde entonces ha completado en once ocasiones la vuelta al mundo emulando la gesta que iniciara Fernando de Magallanes y completara el marino español que le da nombre. Durante estos casi cien años ha formado a decenas de generaciones de marinos. Las clases prácticas de navegación se completan con una exigente formación académica a bordo, aunque el almirante Piñeiro reconoció que algunas de las enseñanzas más importantes que adquirirán los guardiamarinas no estarán en los libros.
«Fortalecimiento del trabajo en equipo, confianza en el compañero, compromiso, liderazgo,... La dureza inherente de la mar y la navegación a vela hará necesario que haya una dotación unida capaz de superar cualquier adversidad». «Todos los que hemos pasado por el Elcano hemos aprendido mucho, pero lo fundamental es que nos forjamos en valores», compartió su comandante, el capitán de navío Luis Carreras-Presas do Campo.
El buque contribuye además a la acción exterior del Estado con actividades de diplomacia en los puertos en los que atraca durante la travesía. Una «embajada flotante» de España, como definió ayer el Ajema, almirante general Antonio Piñeiro.
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