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los efectos salvajes

Raquel y Moisés vuelven a reír al tener luz y agua en casa al sexto día de la DANA: «No le damos importancia a cosas tan básicas»

«Me he metido en mi bañera y ha sido una sensación fabulosa. Me faltaban los patitos», afirma él. «Nos rompemos por dentro cada dos por tres, nos recomponemos; reímos, lloramos...»

Hallan a 12 kilómetros de Letur el cadáver de Antonia, una de las dos mujeres desaparecidas

La marca del agua en una de las paredes de la casa, donde alcanzó el metro y 41 centímetros CEdida
Manuel Moreno

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Aunque los daños materiales son cuantiosos, Moisés y Raquel vuelven a reír: el agua corriente y la luz han llegado a su casa de Alcira al sexto día de la DANA que les golpeó tan fuerte. «Gracias a un amigo, Juanjo, que en Chiva salvó la vida de milagro el martes. Es nuestro ídolo y encima no nos ha cobrado», responden al teléfono entre risas después de haber llorado mucho esta semana.

«Nos rompemos por dentro cada dos por tres, nos recomponemos; reímos, lloramos... Me he metido en mi bañera después de seis días y ha sido una sensación fabulosa. Me faltaban los patitos. Cuando nuestro amigo nos ha dado la luz y el agua, ha sido una felicidad enorme... No me hubiese hecho tan feliz coger un millón de euros en billetes de encima de la mesa que, por cierto, no la tenemos por las inundaciones», pone Moisés como ejemplo. «Tener agua calentita en casa nos ha sacado una sonrisa de oreja a oreja. Como si nos hubieran dado un regalo en Navidad como cuando éramos niños», compara Raquel.

«No le damos importancia a cosas tan básicas como la luz y el agua hasta que te faltan», reflexiona él. «Te das cuenta de la gente que lo pasa tan mal cuando tienes esta necesidad tan básica», apunta ella, que el miércoles vio a unos rescatistas en una zodiac que iban preguntado si había cadáveres.

Esta noche de domingo vuelve a llover muy fuerte. «Estamos 'cagaos'», afirman. Hace tres horas que Raquel y Moisés recibieron un 'sms' de alerta nivel rojo por lluvias y otro en el que les recomendaban se encerrasen en casa, en las plantas altas. Tal era el miedo que Raquel llevó a la entrada de Algemesí a Florin y Aurica, una pareja que les ayuda a limpiar, y no perdió el tiempo para volver. Regresó inmediatamente en el coche que les ha prestado su amigo José Luis porque el suyo está para chatarra. El agua reventó hasta la puerta del maletero, y eso que el vehículo estaba sobre una rampa dentro de su parcela, en el polígono industrial Carretera Albalat, a unos 400 metros del río Júcar.

El agua destrozó el coche a pesar de que estaba en una rampa

Han perdido además todos los enseres, muebles y alimentos que tenían en la planta baja de su casa de dos alturas. Precisamente tener dos pisos les salvó de una experiencia funesta todavía más amarga. La noche del martes, el agua alcanzó el metro y 41 centímetros de altura en poco tiempo y pudieron subir a las habitaciones, en la planta superior, todo lo que han salvado.

Sus tres perros tardaron en hacer sus necesidades dentro porque no estaban acostumbrados. Pero los animales no tuvieron otra salida, ya que hasta el jueves no pudieron pisar la calle, aprovechando que la altura del agua bajó a los cincuenta centímetros. «Estábamos como en una isla de la que no podíamos salir», recuerda él, que pudo ducharse en el taller de sus hermanos al tercer día al igual que Raquel.

Con una bomba antigua «de hace 50 años» que les prestó Eugeni, han logrado sacar cerca de tres millones de litros de agua y fango durante dos días, según el cálculo de Moisés al multiplicar la superficie de su parcela, unos 2.250 metros cuadrados, por la altura que alcanzó. «No nos entendíamos del ruido que hacía la bomba, pero eso sacaba una barbaridad con la boca de diez o quince centímetros que tiene...», dice agradecido.

Él sufre graves problemas en la espalda, aunque no ha tenido más narices, por no decir otra cosa más fuerte, que «tirar de rastrillo». Porque tienen un barrizal de lodo que les llevará muchos días quitarlo. «Va para largo», dice Raquel, emocionada por la ayuda y los ánimos que han recibido de muchos amigos de Valencia y de otros puntos de España y Alemania.

Muebles, enseres y alimentos echados a perder -«la casa ya olía a podrido», apunta ella- están en la puerta de la finca esperando que el ayuntamiento los recoja. No son los únicos que aguardan impacientemente; están igual empresas instaladas en este polígono. Aunque eso es secundario para ellos. «Lo importante es que lo podemos contar», afirman Raquel y Moisés, compungidos por los efectos de la DANA en Valencia y en otros puntos de España. «Pero tenemos que tirar p'alante».

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