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Crítica musical

La música clásica necesita «más Currentzis»

«Uno de los grandes hallazgos de los últimos tiempos y representa una heterodoxia que lejos de alejar al público lo que ha logrado es atraer a nuevos melómanos»

El director Currentzis y los músicos de Musicaeterna, durante una actuación ABC

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Existe una gran película dirigida por el danés Lars Von Trier llamada 'Melancolía' y cuyo protagonista es un planeta que va a colisionar con la tierra, como finalmente hace. En ella se viven los últimos días de los personajes que la interpretan. Nos hace reflexionar sobre lo que haríamos o dejaríamos de hacer si estuviéramos en ese trance. Currentzis dirige y sus músicos de Musicaeterna, en su gran mayoría rusos, tocan como si el planeta Melancolía fuera a colisionar mañana y estuvieran ante su último concierto. Sin estar a la altura de las grandes orquestas europeas de la primera fila, lo que sí adivinamos y nos encanta de Musicaeterna es el riesgo de ir al límite y al borde de una catástrofe que nunca sucede, marca de la casa de las orquestas rusas, como la del Mariinsky, aunque esta última, más veterana, a otro nivel.

La segunda visita del director ruso, nacido en Grecia, Teodor Currentzis a nuestra ciudad, la primera al Palau de la Música, prácticamente llenó la sala Iturbi en un concierto fuera de abono. Hace doce años dirigió la ópera Iolanta en versión concierto en Les Arts a las huestes del Teatro Real de Madrid. En 2024 el aura de Currentzis es más grande si cabe y mucha gente joven y de fuera de nuestro país. Doble alegría. Tal es el magnetismo que envuelve a este director que a pesar o quizá por su heterodoxia, por su transcurrir por los bordes, es un soplo de aire fresco en el encorsetado mundo de la música clásica que, también hay que decirlo, debe parte de su éxito a cierto ceremonial «indiscutible» que se acepta y no se cuestiona, ni debe hacerse.

Cuando si a lo sumo los directores actuales dan una propina, Currentzis nos regala dos. Si lo mismo sucede con los solistas, la compareciente en esta ocasión, la violonchelista italiana Miriam Prandi, ofrece dos, obviamente por indicaciones del maestro. Violonchelista que seguidamente se sentó en los primeros atriles para interpretar junto a la orquesta la Quinta Sinfonía de Shostakóvich. Por si fuera poco, se interpretó con la cuerda de pie, obviamente salvo los chelos, como si de un conjunto barroco se tratara. La razón de esta «ocurrencia» la desconozco. Igualmente, en el scherzo de la sinfonía la excelente flauta de la formación se levanta de su asiento para interpretar su solo en pie, cosa que sucede en ocasiones en obras como en la sinfonía Titan de Gustav Mahler con las trompas, pero por indicación de la partitura. Con Currentzis todo es diferente.

Se inició el concierto sin que parasen los aplausos que recibieron la vampírica y quilométrica figura de Currentzis, ataviado con pantalones ajustadísimos y camisa, ambos negros. Outfit que me veo incapaz de describir por mi manifiesto desconocimiento en asuntos de corte y confección. La propuesta general del maestro ruso con su orquesta me parece uno de los grandes hallazgos de la música clásica de los últimos tiempos y representa una heterodoxia que lejos de alejar al público lo que ha logrado es atraer a nuevos melómanos incluso de otros ámbitos de la música. Además de una forma inteligente de hacerse presente en un mundo tan competitivo de orquestas y directores que basan su carrera en un repertorio que no podemos negar que por muy extraordinario y amplio que este sea, se repite una y otra vez en miles de salas. Currentzis ha de mantener un proyecto muy personal, ambicioso, que ha llegado para quedarse a un mundo complicado, buscando y hallando lo diferente no tanto en el repertorio como en la forma de abordarlo. Desconozco cómo debe ser gestionar el día a día, para cada uno de sus músicos, con un personaje tan intenso en todo, pero como melómano tengo claro que son necesarios «más Currentzis».

Musicalmente, curiosamente, quizás la lectura que, por su carácter extremo dio más que hablar fue la de la Obertura de La Forza del destino, partitura de poco más de siete minutos. Tremenda la intensidad y violencia, posiblemente sin precedentes en la literatura interpretativa de esta memorable partitura verdiana. Nos entraron ganas de que continuara el resto de la ópera sólo por el hecho de comprobar cómo se sucederían los acontecimientos. Hay cosas que se escuchan una vez y sabes que no las vas a volver a repetir, como aquella Cavallería Rusticana de Maazel en les Arts de una lentitud extrema. Lecturas casi imposibles, y así nos quedamos: de una pieza.

Lo más cuestionable de la tarde vendría en unas Variaciones Rococó en las que la solista, primer chelo de la orquesta, ofreció una lectura correcta sin más, pues en su cometido no fue siempre capaz de aplicar en el instrumento las altas capacidades técnicas que exige esta obra exquisita y desnuda. Faltó vuelo, y gracia. Todo demasiado estático y dando un protagonismo a una solista a quien quizás esta partitura le venía algo grande pues hubo problemas incluso con la afinación. El aplauso fue intenso y se escucharon no pocos bravos, lo que dio lugar a un par de interesantes lecturas de obras fuera del programa del letón Peteris Vasks y del siciliano Giovanni Solima.

Mucha expectación había por lo que estaba por venir, pues si ya de por sí la Quinta Sinfonía de Dmitri Shostakóvich representa un epitome en cuanto a la intensidad, en manos de Currentzis y Musicaeterna podía pasar cualquier cosa. No sucedió nada que se saliera de la norma, pero, sin duda, se pudo escuchar una lectura memorable y por instantes de una enorme intensidad emocional. Si con la obertura de La Forza quiso Currentzis dejar su impronta indeleble, con Shostakóvich se plegó más a lo magistralmente escrito por el compositor ruso pues ya de por sí la partitura contiene una tensión que no es preciso exagerar.

Como sucede con los grandes directores y con orquestas de las que son titulares desde hace tiempo, estas se convierten en prolongaciones de su mente y en directo de sus manos. Currentzis, que es conocido por las interminables sesiones a las que somete a sus «queridos» músicos para lograr un milagroso pianísimo, o lo que el momento demande su universo personal, sin embargo, crea la magia de estar «fabricando» allí mismo, en el concierto, la música o mejor dicho la interpretación de la música dirigiéndose personalmente con sus interminables brazos a cada uno de los atriles como si tuviera «algo personal que arreglar» con sus músicos.

Se podría escribir mucho más sobre lo vivido a lo largo y ancho de esta Quinta, pero el espacio no lo permite. Drama extremo en el primer movimiento y fantasmagoría en la marcha sin caer en un exceso impostado. El Allegretto fue todo lo macabro que se espera, el Largo nos sumió en un estado depresivo con el consiguiente anticlímax, y el Allegro non troppo final nos condujo por una bajada, sin frenos, hasta la gran coda que en este caso Currentzis buscó recrearse ralentizando el tempo que marcan los timbales, aunque de nuevo sin caer en despropósitos decibélicos. Para finalizar hay que decir que entre las trompas estaba el valenciano Jairo Gimeno.

Se cayó la sala literalmente cuando sonó el último de los tremendosgolpes de timbal de la coda. Las dos propinas fueron dos estremecedoras lecturas, con los vientos junto a la cuerda puestos en pie, de Capuletos y Montescos y la Muerte de Tibaldo y ambos de las suites 1 y 2 del ballet Romeo y Julieta de Prokofiev. Tras ello el delirio, el éxtasis, y hasta la próxima, a ser posible que no sea a muy tardar.

Ficha artística

Jueves 10 de octubre

Palau de la Música de Valencia

Obras de Verdi, Chaikovski y Shostakóvich

Miriam Prandi, violonchelo

Musicaeterna Orchestra

Teodor Currentzis, director musical

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