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Al punto

El Ebro crecido y los «países catalanes»

«Mucha o toda de la sequía que actualmente padecen los catalanes se la habrían evitado de no haber sido tan cazurros en su frontal oposición al Plan Hidrológico Nacional»

El Ebro recarga en una semana cerca del doble del agua que recortará el Gobierno al trasvase Tajo-Segura en un año

El Ebro tira al mar 250 veces el caudal ecológico impuesto por el Gobierno para recortar el trasvase Tajo-Segura

Imagen de archivo del pantano de Rialb en el termino municipal de Basella (Lleida) EFE
José Luis Torró

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No parece que el vertido de estos días que está haciendo el río Ebro al Mediterráneo –ojo al dato, dos mil metros cúbicos por segundo– sea muy beneficioso para su delta y los hábitats de patos, ánades y demás fauna. Confieso mi desconocimiento hídrico-ecológico. Pero no resulta muy lógico que se estén arrojando esos dos millones de litro por segundo al mar, lo que supera con muchísimo el mínimo nivel del río que es el que garantiza la supervivencia de las especies que allí anidan, según afirman sus defensores.

Mucha o toda de la sequía que actualmente padecen los catalanes se la habrían evitado de no haber sido tan cazurros en su frontal oposición al Plan Hidrológico Nacional. «El agua para todos» habría dejado de ser una reclamación hecha no solo desde Almería, Murcia, Alicante, Valencia y Castellón para convertirse en una realidad que, miren por donde, también habría beneficiado a Cataluña. Quienes se opusieron, en el pecado de su insolidaridad llevan su seca penitencia.

Y ahora se nos pide que seamos los valencianos los que carguemos como cireneos con la cruz de la sequedad catalana y les proporcionemos agua de la desaladora de Sagunto. Así, el agua que kilómetros arriba era dulce cuando transcurría por el Ebro y se saló al ser vertida a la mar, la volvemos a llevar tierra adentro para desalarla. Vivir para ver y dar de beber a estos insolidarios vecinos.

Desde que usted comenzó a leer este artículo –pongamos que solo le ha llevado un minuto—el río Ebro habrá arrojado al Mediterráneo ciento veinte mil litros de agua dulce. Y sepa también que de existir voluntad de aprovechamiento del desbordad caudal del Ebro, que no la hay, se podría canalizado hasta presas que ya existen pero no hay conducciones que lo hagan posible.

Lo dicho sobre el agua y su escasez me vale como introducción a la paradoja –Armas Marcelo cuando hacía al caso la retocaba para dejarla en paradoja—que todavía haya catalanes que insisten en su delirante pretensión de embaucarnos, otra vez, a los valencianos en su no menos trastornado propósito de hacer realidad eso de los «países catalanes», al tiempo que se mantienen obcecados en negarnos el agua que, de haber querido compartir en el PHN, también les hubiese beneficiado a ellos y calmado su sed.

Lo han vuelto a hacer. Ha sido a propósito de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) presentada por Solidaritat Catalana ahora hace un mes en el Parlamento de Cataluña. Y que hace dos semanas su Mesa decidió admitirla a trámite pese la oposición de los letrados. Se trata de una iniciativa que requerirá el acompañamiento de 50.000 firmas, pero antes de que siguiese creciendo la bola el Gobierno de España ya debió oponerse a su tramitación.

«No hay prisa. Tengo todo el tiempo del mundo», dijo Pedro Sánchez cuando se le preguntó qué pensaba hacer ante este nuevo desafío del separatismo catalán. Como poco, oponerse a esta nueva apuesta por la independencia por parte de aquellos mismos por los que se desvive por amnistiarlos. Trataba Sánchez de restar importancia a la gravedad, descaro y recochineo de los separatistas, no fuesen a molestarse y su denuncia fuese una piedra más en la aprobación de la Ley de Amnistía, sortilegio con el que el presidente del Gobierno trata de seguir en La Moncloa, una permanencia que depende de los siete votos de Puigdemont y los suyos.

Como valenciano me indigna comprobar que la desquiciada pretensión de Solidaritat incluye una segunda parte, caso de conseguirse la primera como sería la independencia de Cataluña, que nos afectaría directamente como lo es que tratarán de conseguir la independencia de la Comunidad Valenciana (además de las Baleares, el Rosellón y la Cerdeña) para pasar a formar parte de la gran Cataluña, que no otra cosa es la utopía los países catalanes.

Esa pretensión, en la que no cejan los partidos separatistas catalanes, resulta de lo más estomagante hoy en día para la grandísima mayoría de los valencianos, siendo una minoría del todo ridícula la que suscribe esos postulados. No obstante, conviene no desistir en la denuncia y oposición de tan grosera pretensión, de modo que nadie, ni nunca, pueda pensar en aquello de que como callamos, otorgamos.

Nos negaron el agua con la mayor de las avaricias e insolidaridades, pero sí quieren nuestra agua y que, además, los valencianos sirvamos a sus intereses; para incrementar su censo poblacional como engorde propagandístico de cara a Europa. Toda vacuna y terapia será poca frente esa pretensión estúpida, grosera, ridícula y grotesca. Por cierto, algo tendría que haber dicho ya Compromis, las demás las fuerzas políticas y la sociedad civil. Y sobre todo, aquellos que sí pero no, no pero sí han demostrado ser en no pocas ocasiones compañeros de viaje del separatismo catalán.

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