Tribuna abierta
Histórica catarsis
«Sólo el arte y su poder catártico está a la altura del amor hacia el prójimo, el sentimiento más elevado al que puede aspirar el hombre»

Sólo el arte y su poder catártico está a la altura del amor hacia el prójimo, el sentimiento más elevado al que puede aspirar el hombre. Y tal es ese poder del arte que, donde resplandece este, siempre hay esperanza para el amor. En cuanto a lo vivido el pasado lunes, si se percibía electricidad en el ambiente instantes antes de iniciar los acordes del himno nacional, que se interpretó ante la presencia de su majestad la reina emérita, los sentimientos comunitarios se desbocaron cuando quedó suspendida en el espacio la última nota del inmenso final, más grande que la vida, de la Segunda sinfonía de Gustav Mahler. Todavía deben estar flotando en la sala Iturbi todas esas notas solidarias y geniales.
Algunos de los instantes más intensos y emotivos, tras la tragedia han tenido como protagonista, eso, el arte, y si me apuran, el arte musical que nos consuela. Por lo que respecta a la música sinfónica ya se vivió una jornada emotiva con el concierto de Pablo Heras Casado en el Palau de Les Arts junto a la la OCV y la Heroica beethoveniana en los atriles, muchos otros muchos eventos en salas de concierto y teatros valencianos y españoles, o en las calles de los pueblos afectados se han ido sucediendo. Pero con la visita de Gustavo Dudamel, todo se ha desbordado desde el mismo instante su llegada, con su visita a las zonas afectadas y la comunión con los músicos de las bandas a los que dirigió el pasado domingo. Según me contaron, saludó personalmente, uno a uno, a centenares de músicos. Todo se ha salido de madre en el mejor de los sentidos porque además la personalidad del director venezolano ha generado un entusiasmo sin precedentes. Estos intensos días culminaron con el concierto en un Palau de la Música abarrotado cuyas entradas se vendieron en apenas media hora. Un público en parte no habitual, entre el que había mucha gente joven, que no pudo vivir mejor experiencia. Otro dato para celebrar.
Siguiendo con Gustavo Dudamel (Barquisimeto 1981), qué complicado debe ser gestionar el ego en estas circunstancias. Una sala con 1800 personas rendidas tras una interpretación descollante de la Segunda sinfonía de Gustav Mahler, con la emoción a flor de piel, y vencer la tentación, que puede tener cualquiera persona, de subir al podio simplemente a saludar, pero también a recibir el clamor de una sala puesta en pie. En todo instante, Dudamel evitó, sin atisbo de impostación, ser el protagonista, permaneciendo casi en un segundo plano, lo que dice mucho de un músico que durante «los días valencianos» fue premiado con dos Grammys, al otro lado del Atlántico. Casi nada.
En cuanto a la música (y la letra), en casos como el que nos ocupa se podría decir que el nivel interpretativo de las obras fue lo de menos, puesto que preparar dos obras en dos días, siendo una de ellas una inmensa partitura, al final lo que más importaba eran las circunstancias que rodearon el concierto. Sin embargo, nada más lejos de ello, pues es imposible sustraerse a una lectura mahleriana verdaderamente extraordinaria en todos los sentidos porque se conjugaron varias circunstancias: la implicación emocional de los músicos, la enorme calidad demostrada, una vez más, por todos y cada uno de ellos y, como no, por el poder demiúrgico de Dudamel que dirigió como si fuera la última vez. Un director que más allá de sus portentosas dotes técnicas, es de los que arrastra a los músicos como fieles o devotos de una causa, a otro nivel interpretativo. Fue especialmente conmovedor para todos en unas circunstancias tan especiales leer los textos de Gottlieb y Mahler proyectados-por fin- en las paredes de la sala cantados por el magnífico coro conformado por el de la Generalitat reforzado por miembros del de RTVE y dos excelentes solistas: la soprano francesa Sandra Hamaoui y la mezzo holandesa Eva Kroon.
Echó mano Dudamel, una vez más, de su portentosa memoria para concebir una sinfonía mahleriana de una tensión extrema como, pienso que no se ha escuchado en la sala Iturbi nunca, con unos fortísimos absolutamente demoledores y que pusieron a prueba las obras acometidas en el edificio. También fue una versión reveladora en muchos sentidos. Con músicos del magnífico nivel de los que se ofrecieron a participar, el factor emocional y la implicación es elemento diferenciador con versiones de trámite, pero a su vez nos acerca a lecturas que en principio sólo estarían al alcance de las grandes orquestas del mundo. Este componente emotivo puede conducir, como sucedió, a resultados de excelencia absoluta a la altura de lo mejor. No vale la pena en esta ocasión citar a este o aquel solista-todos magníficos- en una versión que fue una verdadera comunión de todos como si se tratara de músicos que tocan habitualmente juntos: coro, cantantes, orquesta que sonaron como un inmenso organismo dotado de vida propia. Y, como no, imposible sustraerse al asombro al comprobar como las escasas horas con las que contó el director venezolano junto a los casi doscientos intérpretes pudo pergeñar semejante monumento como es la Resurrección, como si de sus conjuntos habituales se tratara y los hubiera dirigido ya un centenar de ocasiones. La dirección orquestal, ese extraño talento sobre el arte más misterioso, la música, cuyos secretos más profundos solo los elegidos, los más grandes conocen.
Previamente en la primera parte, tras el protocolario himno de España aconteció otro momento muy especial, pues se interpretó Albares, Concierto para fliscorno y orquesta, a cargo del extraordinario trompetista de origen venezolano Pacho Flores, a la par autor de la partitura. Un músico afincado en nuestra tierra, concretamente en Xirivella, al que le une una larga amistad con el maestro Dudamel y al que sin duda le debemos que este último haya hecho acto de presencia en Valencia y quizás también habrá ayudado el hecho de estar, Dudamel, casado con una española. Todo suma. El concierto evoca y trasluce en sus notas amor por su tierra de adopción y en los ritmos inevitables ecos y nostalgias de la música de su país de origen. Los títulos de los tres movimientos hacen referencia a una localidad valenciana y Flores demostró que es uno de los grandes intérpretes de la actualidad de la familia de las trompetas, luciendo un asombroso virtuosismo en la digitación, pero también un sonido de una limpieza asombrosa y plagado de colores. Una obra verdaderamente interesante que estaría muy bien volver a escuchar de su mano en la temporada de abono de la Orquesta de Valencia. Fantástica la aportación del gran percusionista de nuestra formación, vecino de Paiporta, Javier Eguillor a las maracas, junto al protagonista de la obra en una suerte de cadenza a dos instrumentos. Flores, que es artista exclusivo de Deutsche Grammophon toca instrumentos de la firma de Xirivella Stomvi, unas de las más apreciadas en el mercado internacional. Hay que contarlo todo.
Tras la catarsis alcanzada con Mahler, para cerrar el concierto, se interpretó una preciosa versión del himno de la Comunitat Valenciana firmada por Pacho Flores enriquecida por un trabajo armónico más que interesante, pudiendo comprobar la capacidad inaudita de los grandes músicos de no sólo dirigir una pieza que quizás conocía por primera vez uno o dos días antes sino de, incluso darle todo el sentido expresivo que el himno requiere, invitando al público a cantar las archiconocidas estrofas. Impresionante e inolvidable catarsis musical y solidaria.
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4 de febrero de 2025
Palau de la Música de Valencia
Concierto Extraordinario en beneficio de los afectados por la DANA
Obras de Pacho Flores y Gustav Mahler
Sandra Hamaoui soprano; Eva Kroon, mezzosoprano
Cor de la Generalitat y miembros del Coro de RTVE
Músicos de la Orquesta de Valencia, Orquesta de la Comunitat Valenciana
Jove Orquesta de la Comunitat y otros
Gustavo Dudamel, director musical
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