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Un hogar para desahuciados por la enfermedad o la vejez, con su 'pequeña muralla china' frente al Mediterráneo

La Fundación Fontilles se ha reconvertido y además de una referencia internacional en el tratamiento de la lepra se ha especializado en la atención a los más vulnerables

Cae un ascensor con nueve personas dentro desde la cuarta planta de un hotel de Valencia

Los premios ABC Salud 2023, en imágenes

Vista panorámica general del edificio principal del sanatorio de la Fundación Fontilles, con la muralla en la cresta de la montaña. juan carlos soler
José Luis Fernández

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Un auténtico pueblo construido de la nada -en un valle idílico entre la montaña alicantina y el Mediterráneo- hasta llenarlo de vida y atenciones para los desahuciados por la enfermedad o la vejez. Fontilles se ha convertido después de 120 años de historia en una referencia mundial para luchar contra la lepra, aunque los avances de la medicina permitieron superar este mal y ahora ha ampliado miras para «seguir siendo útil a la sociedad», por lo que se ocupa de personas con diversidad funcional y dependientes. Con el mismo espíritu de procurar un hogar a quienes la vida les deja pocas oportunidades.

Primero como pioneros, cuando sus dos fundadores, el padre Carlos Ferris y el abogado Joaquín Ballester, asumieron aquella aventura de buscar medios económicos y humanos para cuidar y aislar a los leprosos en un entorno ideal, entre sierras y abierto hacia el mar para que se ventilara con el viento, y luego convertidos en verdaderos «héroes» por las dificultades, en este complejo atesoran infinidad de anécdotas y humanismo. Esas etiquetas que pone Yolanda Sanchis, directora de Recursos y Comunicación, están más que justificadas nada más echar un vistazo a las instalaciones y a sus moradores actuales.

Las instalaciones y servicios de esta entidad alicantina y valenciana se han reorientado para atender a otras personas vulnerables. JUAN CARLOS SOLER

Queda la plaza con su reloj de fachada y los vestigios de una granja, el bar, hasta el teatro en el que sólo actuaban los propios residentes enfermos en este pequeño universo hermético, tan cerrado que incluso construyeron una muralla de tres kilómetros alrededor acarreando piedras y argamasa en las pendientes crestas del monte por el rechazo inicial que suscitaba el sanatorio en los pueblos cercanos, debido al miedo a fugas de internos que pudieran contagiarles la lepra. No se puede comparar a la famosa de China, pero recuerda un poco su estampa. El complejo en su conjunto costó 200.000 pesetas de hace un siglo, además del esfuerzo de comprar 700 parcelas de propietarios particulares para disponer de este espacio.

Otras exigencias de la época, en este caso la moralidad, hicieron que hubiera un edificio para hombres, otro para mujeres y un tercero para los casados, aunque con el paso de los años, surgieron algunas relaciones de pareja y hubo hasta quienes consiguieron oficiar su matrimonio fuera y regresar para vivir juntos.

Medicina social

«Esto fue una leprosería que surgió aquí por necesidad, porque en esta comarca había muchos casos que vivían por separado, los había hasta en cuevas, no se hizo este sanatorio por casualidad», rememora, sobre los orígenes, el actual director médico de lepra del centro, José Ramón Gómez, un vitoriano que llegó voluntario y luego con un contrato de tres meses que se ha prolongado hasta hoy, 37 años después.

«Fueron construyendo edificios, vinieron los jesuitas, luego las religiosas franciscanas y empezaron a llegar pacientes; entonces había tanta lepra que poco a poco se hicieron más, pues en el primer pabellón ya no cabían», continúa su relato, sobre unos tiempos de penuria en los que «no había medicación para luchar contra la enfermedad» y todos estuvieron recluidos hasta 1945, cuando se pudo empezar a matar al germen.

José Ramón Gómez, director médico de la Fundación Fontilles, con varias construcciones del auténtico pueblo edificado originalmente en el interior de la provincia de Alicante para atender a enfermos de lepra. JUAN CARLOS SOLER

Gómez resalta que Fontilles «tiene una historia interesante porque en esos años se hizo una muy buena medicina social, había mucha pobreza y se les daban mejores condiciones de vida, higiene, alimentación, unos cuidados, porque la lepra es una enfermedad cutánea de la pobreza». Aprendían un oficio, convivían en armonía y algunos se quedaron para siempre.

Como hoy apenas queda una decena de residentes sin síntomas, que quieren terminar sus días allí, este médico pasa ahora temporadas en otros países donde sí hay lepra, por ejemplo, ha estado años «trabajando, no de vacaciones» en Brasil con Pedro de Casaldáliga, propuesto para el Premio Nobel de la Paz, y en prácticamente todos los países sudamericanos y una decena de africanos. Mientras en España apenas hay una prevalencia testimonial de una docena de casos al año, en el mundo son unos 220.000, sobre todo, en India, Brasil, Indonesia y África, donde faltan estadísticas. Ahora mismo, Gómez acaba de regresar de Mozambique, con un grupo de españoles que encontraba un caso al día.

Personal de Fontilles en un proyecto de cooperación internacional de detección de la lepra en la India. ABC

Por desgracia, sigue siendo una enfermedad de la «pobreza» y Fontilles coopera en varios proyectos internacionales para su erradicación o, al menos, reducción, uno de ellos con la OMS. «Si diagnósticas pronto y tratas bien, es como una dolencia leve, sin importancia, si no, causa parálisis, mutilaciones, heridas, hay que educar a la población», apostilla este médico, acompañado por una investigadora de la Universidad de Alicante que prepara su tesis.

Diversidad funcional y daño cerebral

Una de las actividades recién implantadas en este complejo la desempeña el Centro Ferris de Diversidad Funcional, que en diciembre registró el primer ingreso y hace unos días ya completó el cien por cien de su ocupación, con medio centenar de plazas. «Se han incorporado figuras profesionales de fuera y el personal que ya estábamos trabajando en el geriátrico, que nos estamos formando para atender a este nuevo perfil de personas que viven con nosotros, porque ahora son más jóvenes, entre 18 y 65 años», explica Miriam Pellicer, directora de este departamento.

«Las necesidades también son diferentes, más ocupacionales y de ocio, y por lo que se ve hay mucha demanda, para este tipo de personas, el entorno natural no influye demasiado, es más la intervención que se hace por parte de los profesionales, se intenta, aunque no estemos cerca de un núcleo urbano, que ellos sigan teniendo la conexión con la comunidad y se sigan viendo integradas dentro», detalla, acerca de otras peculiaridades de este nuevo servicio, diferente al de antaño a los enfermos de lepra en cuanto al factor de la ubicación.

En lugar de aislamiento, además, con estas personas se busca lo contrario, y una de las residentes, Omara, lo expresa con entusiasmo: «Lo que más me gusta son las actividades guiadas, cuando vamos a los pueblos». Contenta de la novedad de dar su testimonio para este reportaje, se muestra extrovertida y deja claro que está al día de la actualidad, sobre todo, sigue «el famoseo», tal como comenta, mientras posa con coquetería para la cámara y deja claro que se maneja perfectamente con su móvil, sin limitaciones por su discapacidad.

La directora del Centro Ferris de Diversidad Funcional, Miriam Pellicer, junto a Omara, una residente. JUAN CARLOS SOLER

De nuevo, Fontilles ofrece una especialización que no está disponible en muchos sitios, la atención a personas con daño cerebral, dentro del más genérico de la diversidad funcional, con plazas concertadas que financia la Generalitat Valenciana, por lo que resultan más o menos asequibles a las familias, en función de sus ingresos.

«Se están programando muchísimas actividades interactuando con los pueblos más cercanos, como Orba, Denia, Pego o Vall de Laguar», indica Pellicer, que en estos momentos está en la fase también de dar a conocer el Centro Ferrís, aparte de en las «instituciones», en la sociedad, en general.

Geriátrico con centro de día

El antiguo edificio de las enfermas de lepra se ha reconvertido también y hoy cuenta con 84 plazas de geriátrico y una docena de centro de día. «Hay dependientes en diversos niveles, en una planta está la gente más autónoma y en la otra los que más dependencia tienen y algunos con un montón de renuncias», describe la directora de este centro para mayores, Raquel Miró.

La director del Geriático y Centro de Día, Raquel Miró, con personal del complejo y un usuario. JUAN CARLOS SOLER

Les sirve la experiencia de la atención a enfermos de lepra para algunas tareas de Enfermería, como tratar las úlceras por presión, y en este departamento se ocupan de personas de toda la Comunidad Valenciana, mientras que en el caso del centro de día, obviamente proceden de un radio más cercano de unos 25 kilómetros, ya que no pernoctan y se trata de personas con más autonomía. En cualquier caso, la demandasupera su capacidad actual, porque cuando comunican una baja a la Generalitat, se cubre con otro usuario al instante.

Cristina Ferrer, técnico de laboratorio. JUAN CARLOS SOLER

Con estos nuevos servicios, Fontilles adquiere unos aires de modernidad y sofisticación, dotado con terapias y tecnologías novedosas y un laboratorio al que vienen cursillistas de varios países, sin olvidar su rico pasado, con una recuperación en marcha de instrumental utilizado durante décadas para luchar contra la lepra. Y sin perder aquella atmósfera de aldea singular con la personalidad que da el altruismo de sus moradores, del que quedan huellas como los monumentos donados desde municipios alicantinos como Elda, Monòver, una escultura réplica de la Dama de Elche, con algunas de estas obras esculpidas con teselas recicladas.

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