El último liberal
Mazón y la última victoria del Cid
«Al menos, mientras no llegaban las ayudas del Gobierno central, sí lo hacían las de la Generalitat Valenciana, que además de ser más eficaces, no se basaron en préstamos»

Se me hizo un nudo en la garganta al final de la película El Cid. Allí estaba el Cid, interpretado por Charlton Heston, moribundo y con el pesar de no poder acompañar a su rey en la batalla final contra los almorávides que sitiaban Valencia. Con su muerte aquella noche, ya no había nadie que liderase el ejército cristiano, lo que limitaba enormemente sus posibilidades de victoria.
El Partido Popular ha tenido a su líder y presidente de la Comunidad Valenciana políticamente «muerto» durante muchos días. Incluso el presidente de su partido, Alberto Núñez Feijóo, dijo algo así como que estaba noqueado. Las terribles consecuencias de la DANA y una política de comunicación nefasta en los primeros momentos, sumado a la posibilidad de que el presidente Sánchez le engañara acerca de la llegada de ayuda militar y policial, dejaron a Mazón en una situación casi terminal.
Siempre he pensado que, si tras esos primeros momentos de caos el presidente Sánchez se hubiese hecho una foto mirando un mapa rodeado de los ministros Marlaska y Robles junto a un par de altos mandos militares y policiales, y si rápidamente hubiesen llegado militares y policías a la zona afectada, habrían ganado el relato. Si a esto le hubiésemos sumado la aprobación de un par de decretos de ayudas individuales, la victoria hubiese sido total.
Pero los socialistas prefirieron dejar que el presidente Mazón se cociera en su propia salsa unos días más, hasta que se dieron cuenta de que la gente no se tragaba sus mentiras. Decir que no podía llegar ayuda militar y policial mientras miles de voluntarios acudían con la mejor de las voluntades era algo que solo podían creer los más recalcitrantes sanchistas. Además, los afectados han tenido que escuchar del Gobierno socialista que las ayudas solo se podrían dar si se aprobaban los presupuestos, para luego cambiar el discurso y decir que solo serían posibles con la aprobación del decreto «Ómnibus», para finalmente comprobar que solo era necesario que el decreto «Minibús» fuese respaldado. Y todo esto mientras blindaban en los mismos documentos el regalo de un palacete a los del PNV.
El presidente Mazón estuvo acertado al comparar la gestión del Gobierno central respecto a las ayudas a Gaza y a Valencia. Sin embargo, rápidamente apareció Borja Sémper, infiltrado socialista en las filas del PP, para afearle la comparación. Todas las comparaciones son odiosas, pero quizá algún dirigente del PP debería saber cómo nos sentimos los valencianos ante esta gestión. Al menos, mientras no llegaban las ayudas del Gobierno central, sí lo hacían las de la Generalitat Valenciana, que además de ser más eficaces, no se basaron en préstamos, sino en ayudas directas y diligentes.
Los socialistas fueron inicialmente muy hábiles en la gestión del relato sobre los responsables, focalizándose en uno: Mazón. Mientras, el PP no tenía claro hacia dónde dirigir sus críticas. Finalmente, han entendido que el máximo responsable de todo se llama Miguel Polo, presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar. Casi tres meses después de la tragedia, Polo ha decidido salir de su escondite para hacer sus primeras declaraciones. No se atrevió a presentarse en la comisión de la DANA organizada por el Ayuntamiento de Valencia ni, probablemente, lo hará en la de las Cortes Valencianas. No hay que olvidar que, en las inundaciones de la Vega Baja de 2019, el presidente de la Confederación del Segura tampoco compareció, algo que los diputados socialistas vieron como normal. Si su gestión ha sido tan buena, ¿por qué la esconden?
En la película El Cid, tras su muerte, sus seguidores deciden montar su cuerpo en un caballo a la mañana siguiente y ponerlo al frente de sus tropas, obteniendo así una gran victoria. Esa victoria, tras haber sido dado por muerto, puede conseguirla Carlos Mazón, si sus propios compañeros de partido se lo permiten. Ya no parece, ni mucho menos, noqueado y tiene bastante más claras las acciones a tomar. Quizá la siguiente película de la sesión sea «Este muerto está muy vivo».
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