Serrat quema sus naves a orillas del Mediterráneo
El cantautor firma un emocionante homenaje a las canciones y al oficio de cantar en el Festival de la Porta Ferrada
Serrat y sus mentirijillas

Nació en el Mediterráneo y del Mediterráneo ha venido a despedirse. Lo suyo, claro, hubiese sido armar una tarima en la playa de Port Bo, justo a los pies del fantasma del Hotel Batlle, y montar la fiesta, brillos y guirnaldas, ahí donde creó buena parte de su disco bandera. El cantor, el embustero, quemando sus naves y empujando al mar su barca para que el temporal se ocupe del resto. Pero no. Calella de Palafrugell, localidad fetiche en la que se instaló en 1971 para descansar tras unos años especialmente turbulentos, ha quedado fuera de la gira despedida de Joan Manuel Serrat. La nostalgia, parece, no hace buenas migas con el monocultivo turístico.
Nada grave. A pocos pasos, treinta kilómetros de nada, el Festival de la Porta Ferrada de Sant Feliu de Guíxols se ha abierto de par en par para que Serrat plante bandera por última vez en la Costa Brava. En diciembre será el turno de Barcelona, plaza mayor tras las que, ahora sí, el adiós a los escenarios será definitivo, pero aquí y ahora, en el Arena Guíxols de Sant Feliu, el de Poble Sec ha venido a despedirse del Mediterráneo, de su público y de la tramuntana, esa fuerza de la naturaleza que todo lo voltea y que hace más de medio siglo le susurró versos torrenciales y estribillos cosidos a la historia. «Esta tierra ampurdanesa ha sido un gran nutriente para mí», reconocerá el cantautor casi al final de la velada.
Antes, las presentaciones. «Bienvenidos a la fiesta. Quería despedirme de ustedes, y he venido personalmente, porque hubiese estado feo enviar a otro», bromea Serrat justo después de que 'Temps era temps', con sus fotos color sepia y sus 'panellets' y 'penellons', estrene una fiesta de despedida que el barcelonés ha querido convertir en homenaje a las canciones y al oficio de cantar. De ahí, se supone, el nombre de la gira, ese «El vicio de cantar» del que Serrat se quiere quitar antes de que le quiten a la fuerza.
«Las canciones no son de verdad ni de mentira. Son fantasía con gotas de realidad», sentencia de pronto Serrat. Años atrás, 'temps era temps', las suyas echaron a andar, se enredaron en las vidas de la gente y ahora, agotadas y ajadas de tanto usarlas, desfilan por el escenario en este último vals. Golpe a golpe y verso a verso. Pero no están todas. Y se nota. De hecho, faltan demasiadas. «Mi espíritu es la hostia, pero el envase tiene sus limitaciones», justifica Serrat cuando, tras casi dos horas, el público empieza a sospechar que aquello se acaba y las peticiones que llegan desde la platea siguen sin respuesta.
«Tengo que llegar a un acuerdo con mi envase», insiste. Pero no es eso. Porque suenan 'L' àngel de la guarda', 'El carrusel del furo' y las poco memorables 'Algo personal' y 'Es caprichoso el azar', pero no 'Penélope'. Ni 'Lucía'. Tampoco 'La saeta' o 'De cartón piedra'. Ni siquiera 'La tieta' o 'Aquellas pequeñas cosas', previstas inicialmente en el repertorio pero borradas del mapa a la hora de la verdad. Al final, sí que será cosa del envase. O de que, como anuncia Serrat, la noche consiste en aparcar la nostalgia para abrazar el futuro. Extraña elección de repertorio, en cualquier caso, para una función de despedida. Para el último adiós. Si en un momento así no puede apelar uno a la nostalgia, ¿entonces cuándo?
Sí que acuden a la fiesta, vestidas de etiqueta y desbordadas de emoción, 'Pare', 'Señora', 'Cançó de matinada', 'M'en vaig a peu' -estrenada, informa Serrat, en 1967 en Sant Feliu de Guíxols- y las imprescindibles 'Mediterráneo', 'Cantares' y 'Para la libertad'. Tampoco faltan, porque no pueden hacerlo tratándose del 'comiat' de Serrat, 'Hoy puede ser un gran día', 'Fiesta', los arreglos pelín estridentes de Kitflus y Miralles, y unas proyecciones a ratos francamente desconcertantes.
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Serrat, ya ven, siendo Serrat hasta el último suspiro. Quemando sus naves y atando las canciones al mástil. Despidiendo desde el puerto esas 'Paraules d'amor' que hace tiempo que se echaron a la mar y dejaron de ser suyas para convertirse en patrimonio universal. La misma emoción de siempre, atravesada por la melancolía de las últimas veces. Golpe a golpe y verso a verso, una vez más. La última ya.
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