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Barcelona 92: la llama (impura) de la concordia

La noche del 25 de julio de 1992 se inauguraron los mejores Juegos Olímpicos de la historia. Este es el relato de lo que pasó entre bastidores

Oriol Pujol Ferrusola, hijo del entonces presidente de la Generalitat Jordi Pujol, porta la antorcha olímpica en 1992, mientras unos separatistas corren a su lado con una senyera y una pancarta EFE
Sergi Doria

Sergi Doria

Barcelona

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La noche del 25 de julio de 1992 Antonio Rebollo lanzó la flecha y el pebetero del Estadio Olímpico exhaló la poderosa llama de los mejores Juegos de la Historia.

En los bastidores –madeja de llaves de paso– mi padre, Vicente Doria (Barcelona, 1935- ... 2016), coordinaba a los operarios de Gas Natural. Desde la nominación olímpica trabajó con los equipos técnicos del COOB en la gasificación de la Villa Olímpica, el Palau Sant Jordi, el Inefc, el estadio… El pebetero culminaba jornadas interminables con olor a tabaco: la última etapa de una vida profesional que comenzó a los catorce años. De su andadura meritocrática, mi padre evocaría con orgullo dos episodios: haber estado en los sesenta a las órdenes de Pere Duran Farell para traer el gas natural de Argelia a España y, cómo no, las Olimpiadas de su ciudad.

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