Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO
Crónica de una pancarta indigna
La mediocre cuadrilla de Forn, Rull, Turull y Sánchez evocaba orgullosa con su pancarta una vergüenza: cuando el 8 de septiembre de 1989 en la inauguración del Estadio Olímpico trataron de boicotear los Juegos de Barcelona
![Los presos de Lledoners, al salir de presidio tras el indulto](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2021/07/04/free-kKGD--1248x698@abc.jpg)
¿Nos alegramos o estamos tristes? se preguntaban los sediciosos al comparecer en la verbena de los indultos. Actores saliendo del camerino, conjurados para satisfacer al escaso centenar de espectadores: hooligans con bandera negra, conmilitones, estómagos agradecidos, sindicalismo amarillo y periodistas.
Portaban una ... pancarta: Freedom for Catalonia . Aquella pancarta, y no otra del pornográfico catálogo victimista. Un mensaje insultante. Contra España y, también, contra Barcelona .
La mediocre cuadrilla de Forn, Rull, Turull y Sànchez evocaba orgullosa una vergüenza: cuando el 8 de septiembre de 1989 boicotearon los Juegos de Barcelona.
La ciudad olímpica afrontaba su primera prueba con la celebración la V Copa del Mundo de Atletismo en el remodelado Estadio de Montjuïc . Recuerdo el nerviosismo de mi padre, que dedicaba doce horas diarias, coordinador técnico de Gas Natural, a construir el 92: del pebetero a la Villa Olímpica, entre otras infraestructuras.
Frente al verbo construir, su opuesto: destruir. La cuadrilla de Lledoners , arropada por el Gran Timonel de plaza San Jaime, iba a sabotear aquella inauguración. Jordi Sànchez, líder a la sazón de la Crida a la Solidaritat, llamaba a abuchear a la familia real y silbar el himno de España.
La Joventut Nacionalista de Catalunya, el Frente de Juventudes de Convergencia, aspirantes al provecho vitalicio en la administración catalana –carné en boca, nada de oposiciones–, blandía pancartas de Freedom for Catalonia .
Lo que había de ser una fiesta acabó aguado, nunca mejor dicho, por una lluvia torrencial de final de verano. La tempestad provocó goteras en las instalaciones proyectadas por el equipo de arquitectura de Correa, Milà, Margarit (el poeta), Buxadé y Gregotti . «A eso se unieron los clamorosos fallos organizativos y la media hora de retraso en el arribo de la familia real, debida a la llegada tardía del avión de don Juan Carlos», explica Jordi Canal en ’25 de julio 1992. La vuelta al mundo de España’ (Taurus).
Unos centenares de facinerosos enturbiaron la primera imagen que emitía Barcelona al mundo: el ubicuo Josep Espar Ticó azuzando a los veinteañeros Joaquim Forn, Lluís Recoder, Carles Campuzano, Marc Prenafeta y, cómo no, la camada Pujol.
Mi padre siempre fue apolítico y distribuía su tibio catalanismo entre Pujol y Maragall. Aquella noche triste constató lo que su hijo le advertía y él juzgaba exagerado: el catalanismo leal al Estado que parecía representar Pujol –el « tranquil Jordi tranquil » del 23-F que aportó sosiego en la velada de los transistores– encubría un nacionalismo excluyente, carlistón, retrógrado.
Con las pancartas de Freedom for Catalonia el programa 2000 para la ‘construcción nacional’ comenzaba su andadura. Los Pujol, Alavedra, Prenafeta o Cullell, que chapoteaban en el oasis de la corrupción , bendecían a una juventud primaria que trocaba paciencia por independencia: eso sí, siempre a costa del erario. La oligarquía extractiva coqueteando (sotto voce) con el separatismo.
Los rulls, homs, turulls, forns, puigdemonts o sánchez identifican Barcelona con la impureza nacional. Odian el Cobi de Maragall; evitan los suburbios de los inmigrantes ‘murcianos’ que, según la fábula supremacista, envió el franquismo –bando de sus caciquiles abuelos comarcales– a Cataluña; ignoran la lengua de Cervantes y el ‘boom’ hispanoamericano; prefieren el Verges de Llach al Poble Sec de Serrat y su menguado espectro literario empieza con Pedrolo y acaba con Martí i Pol. El ‘ poble’ mesiánico de Pujol contra la ciudadanía liberal de Tarradellas.
Cuando la llama olímpica desembarcó en Ampurias David Madí sacó la pancarta de Freedom for Catalonia y sus compinches silbaron al ministro Javier Solana y el alcalde Maragall. El clan Pujol Ferrusola (Jordi, Mireia, Josep Pere, Oleguer, Oriol y la madre superiora) portó la antorcha de Vic a la Seo de Urgel . No lo hacían por Barcelona, sino por la mirífica Cataluña catalana: «La foto de la jornada mostraba a Oleguer Pujol corriendo al lado de su novia con una bandera catalana y de Albert Jiménez con la pancarta del Freedom», apunta Canal.
Fracasado el boicot, Pujol retomó el papel de hombre de Estado. En 1993 reflotó a un González tocado y hundido: ¿Banca Catalana? ‘Connais pas’! En 1996 cohabitó con Aznar en el Majestic . Además de ignorar la corrupción convergente, hubo más regalos: el PSOE defenestró al antinacionalista Borrell; el PP se deshizo de Vidal-Quadras (19 diputados en el Parlament).
Mientras la memoria oficial reitera el franquismo de hace ochenta años, pasa página de la intentona separatista de hace cuatro. Lacerante pancarta de la cuadrilla que quiso reventar los Juegos: una de las pocas empresas dignas –aquí sí, dignidad– de Barcelona. Aire libre en la Cataluña intoxicada de nacionalismo.
Freedom for Catalonia. Contra España y, también, contra Barcelona. Torra lo proclamó con sinceridad de fanático: Gerona ejercía de capital de Cataluña : la mestiza Barcelona, que sus vándalos incendiaron en 2019, no era de fiar.
De esa mezquina memoria se jactaba la cuadrilla en la verbena de los indultos.
¡Cuánta indignidad!
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