Coronavirus Cataluña

Ocho siglos de confinamiento en el monasterio de Poblet: «Por estar recluido no eres menos libre»

Lluc Torcal, procurador general de la Orden del Císter, reflexiona sobre el hombre y la pandemia

Un monje en el claustro de Poblet (Tarragona) ABC

Pep Gorgori

Los monjes del monasterio de Poblet (Tarragona, fundado en 1150) nos llevan más de ocho siglos de ventaja en lo que a confinamiento se refiere, y no les ha ido mal. De hecho, cuando peor estuvieron fue en el siglo XIX, al tener que abandonar su reclusión a causa de las desamortizaciones, pero esa es otra historia. El padre Lluc Torcal sintió la llamada siendo muy joven, y el abad le sugirió que no tuviera prisa y acabase los estudios antes de entrar como novicio. Hoy es el procurador general de la Orden del Císter y doctor en Física (su tesis versa sobre mecánica cuántica). Estaba en Italia cuando la pandemia hizo acto de presencia en Europa, pero el confinamiento le sorprendió estando en Barcelona.

-¿Qué podemos aprender de los monjes de Poblet, ahora que nos encontramos de repente todos recluidos?

-Para nosotros, el confinamiento tiene una finalidad que le da un sentido. En nuestro caso es la búsqueda de Dios. En el que vivimos a nivel global, es una emergencia sanitaria que debemos respetar para intentar que no nos afecte a nosotros ni a nuestra familia, amigos, vecinos, etc. Esto nos hace entender algo que quizás hasta ahora no habíamos experimentado tan vivamente: dependemos los unos de los otros. Si se tiene este objetivo claro, nos da herramientas para resituar adecuadamente muchas cosas que estos días vivimos con más tensión y angustia.

-¿Por ejemplo?

-Hacer un esfuerzo para evitar las tensiones con personas de nuestro entorno, ponerse un poco más en la piel del otro, tener un cierto ritmo, un cierto horario con rutinas…

-Parece que me esté recitando un resumen abreviado de la Regla de San Benito, por la que se rigen tanto benedictinos como cistercienses.

-En efecto. La Regla, un texto relativamente breve escrito en el siglo VI, ofrece un modelo que ha permitido que grupos de personas vivan en comunidad y no se tiren de los pelos cada día, dando al mismo tiempo opciones para un crecimiento personal y comunitario. Y lo hace buscando un equilibrio, con los tres vectores que conforman la vida benedictina: oración, trabajo y vida comunitaria.

-¿Y eso se puede trasladar a nuestra rutina en el confinamiento?

-Claro. Quien sea creyente, puede dedicar parte del día a orar o a hacer lecturas religiosas. Quien no, puede dedicar algún rato a la reflexión personal, a la meditación, a estar con uno mismo o también leer. El tiempo de trabajo puede ser profesional o haciendo manualidades o ayudando a los niños con los deberes, algo que nos mantenga ocupados. Y, finalmente, no dejemos de hacer actividades de ocio en familia, con quien estemos confinados o con quien podamos conectar por teléfono. Seguro que nos ayuda a descubrir facetas nuevas de las personas con las que convivimos.

-¿Se puede uno sentir libre aun estando confinado y teniendo que seguir unas reglas tan estrictas como las suyas?

-Nosotros hemos entrado en el monasterio libremente, no forzados. La comparación con una cárcel se hace a menudo desde fuera, pero no corresponde a la realidad. El monasterio es una escuela de libertad interior, de irnos desapropiando de nosotros mismos, de las cosas, de nuestro egoísmo, de la presión que los bienes materiales pueden ejercer. Quien llega a esto, logra unos estadios de libertad muy grandes que quizás otras personas, aun viviendo sin estas reglas, no tienen. Por estar recluido no eres menos libre.

Lluc Torcal es procurador de la Orden del Císter y doctor en Físicao ABC

-Defina, pues, libertad.

-La libertad tiene como condición la posibilidad de escoger entre diversas opciones, pero va más allá. Somos libres para el bien, para alcanzar el bien personal y el bien comunitario. No es simplemente libre albedrío, sino la manera de expresar la dignidad humana de manera concreta en cada uno de los actos que hacemos buscando el bien para nosotros y para los demás.

-Cuando pase todo esto, ¿qué le gustaría que hubiésemos aprendido como sociedad?

-Cuando salgamos, deberíamos intentar no llevar el mismo tipo de vida. Este parón debería ayudar a hacernos entender que, hasta ahora, hemos llevado un ritmo de vida deshumanizante. Aspectos como nuestras relaciones sociales y familiares, el tiempo para uno mismo, la lectura, el silencio… no se vivían con la profundidad con la que se viven estos días en que estamos confinados. El parón también hace que nos demos cuenta de que hay cosas que han cambiado a nivel medioambiental: los peces en los canales de Venecia, por ejemplo. Esto corrobora en primer lugar que el cambio climático es fruto de la actividad humana. Cuando nosotros paramos nuestra actividad, el planeta responde. Pero también quiere decir que nuestra actividad cuando esto pase debería ser más coherente con la conservación del planeta, potenciando las energías renovables, reduciendo la movilidad, tanto por trabajo como por el modelo de turismo masivo. Conocer mundo es muy importante, pero quizás lo deberíamos hacer con otros criterios.

-¿Está usted, pues a favor del teletrabajo?

-El teletrabajo resolvería cuestiones ecológicas, pero también de conciliación familiar. Y seguramente trabajando en casa las horas pueden ser más productivas. El parón puede ayudarnos a repensar muchos aspectos que mejoren la vida humana en general. Y hay otra cosa que no deberíamos dejar en el tintero, si me permite...

-...Por favor.

-Estaría bien que todo esto nos haga abrir los ojos a los problemas que tienen de manera habitual en otras zonas del planeta, o incluso en el cuarto mundo, en nuestras propias ciudades. Sin menospreciar lo que estamos viviendo, no deberíamos olvidarnos de otros que se encuentran en situaciones miserables desde hace años, con problemas tan graves o más que los que nosotros tenemos.

-Usted es una persona religiosa, pero también de ciencia. Estamos viendo grandes esfuerzos de los investigadores por encontrar vacunas. ¿Podemos deducir que el saber científico es la única solución a todos nuestros problemas?

-Yo no sería tan radical, y sé que lo pregunta por provocar un poco. En las circunstancias en las que nos encontramos, la voz de la ciencia es muy importante y hay que escucharla, es fruto de la inteligencia humana y su esfuerzo por entender la naturaleza. Pero no es una voz absoluta. El estrés que provoca el confinamiento, por ejemplo, tiene mucho que ver con nuestra condición de ser humano. Ahí, la ciencia quizás no tiene tanto que decir. Cuenta más la experiencia de personas que estamos acostumbrados a vivir en un espacio cerrado. Está también la cultura y otros factores que nos ayudan a afrontar la situación de manera serena. Pero hay que seguir los consejos de la ciencia para evitar el contagio.

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