Retrato de Alcarràs: la ruralidad que cautivó la Berlinale
En este pueblo de Lérida aún no se creen que un film rodado allí haya ganado el Oso de Oro a la mejor película con un relato intimista sobre frutales y placas solares
En Alcarràs (Lérida) las cigüeñas sobrevolaban estos días la iglesia del pueblo ajenas a la revolución que hormigueaba a sus pies. Todos hablan allí de lo mismo: el Oso de Oro con el que la Berlinale ha reconocido un filme ... que lleva el nombre de la localidad y que es un canto al valor de la agricultura, una actividad dura y en crisis, pero que da vida a este enclave rural de 9.422 habitantes . Muchos vecinos participaron en el rodaje organizado por la directora Carla Simón y aunque por ahora casi nadie la ha visto acabada, la película ya es motivo de un indisimulado orgullo colectivo .
«Estamos todos muy felices, es innegable. Esta zona, y Lérida en general, están muy olvidadas, así que ver que una historia sobre los agricultores y la fruta de aquí triunfa en el corazón de Europa es una gran cosa», resumía este viernes Beatriu Barranco, joven profesora del pueblo desde la terraza de uno de los bares de la localidad. A su lado, Teo, su padre, asentía añadiendo que el galardón entregado en la 72 edición del festival de cine de Berlín iba a servir también para reivindicar la labor del sector primario , a su parecer, completamente olvidada en la ciudad y en la ‘alta cultura’.
«Muy pocos conocen y entienden los sacrificios y los esfuerzos que se hacen en el mundo rural para que todos comamos. Más gente tendría que venir al campo, a los bosques, a conocer la ganadería. Entenderían mejor el sudor que hay detrás cuando uno va al súper. No es una guerra entre campo y ciudad, o entre progreso y tradición, es simple conciencia», resaltaba.
La opinión de Teo sobre el choque entre pasado y futuro, entre campo y tecnología, no es baladí. Precisamente, ‘Alcarràs’ refleja en su argumento temas que marcan tanto este pueblo como muchos otros lugares similares dispersos por toda la España rural. Así, su guion retrata con crudeza la historia de una familia que hace su última cosecha de fruta antes de que sus árboles frutales sean reemplazados para siempre por placas solares. Se trata de una debate de ficción, pero con tintes de realidad, ya que en Alcarràs y en muchas otras localidades de la provincia de Lérida la sustitución de los cultivos por placas solares o molinos de viento es un tema que está completamente a la orden del día.
A la espera de verse en la gran pantalla, la película se ha convertido en un estandarte del pueblo . A su vez, la directora ya es casi la heroína de la localidad, una ‘hija predilecta’ a la que recibirán con honores cuando vuelva. La devoción es tal que cuando se pregunta, casi todos en el pueblo presumen de parentesco con ella, aunque sea remoto. A Simón le sobran hoy los primos, los tíos y las abuelas en Alcarràs.
« Se merece una calle , se la podrían poner. ¡Ojalá!», exclama Marina Montoy, peluquera de la localidad. Carla es su sobrina subraya mientras atiende a sus clientas, también emocionadas por el éxito repentino de la película inspirada en su pueblo. Mientras le amoldan su pelo recién cortado, Maria Canadell, una clienta del local que también se reivindica como pariente de la cineasta, celebra la atención que los medios están dando a la comarca desde hace días. «Lo que no hacen ni han hecho los políticos por el pueblo y por la agricultura lo ha hecho Carla con su película. Estamos muy orgullosos», apunta.
A su lado, otras vecinas comentan entre risas la fama repentina del pueblo y piden dejar constancia de que la película no es una crítica al progreso ni a las placas solares, aunque exigen que estos proyectos se hagan con cabeza y remunerando como se debe a los payeses afectados. «Quiero que quede bien claro y escrito», reclama Marina. Queda claro que el tema de las placas solares no es hoy un asunto menor en la zona.
Sin vocaciones
Otra cuestión de fondo que retrata ‘Alcarràs’ es la dureza de la vida del payés. Pisar los campos en los que se ha rodado la película premiada esta semana permite además dimensionar la crisis en la que vive sumida la agricultura española en su conjunto, y comentar algunos de los retos más urgentes con sus protagonistas. Según reconocen en Alcarràs, el panorama es de agotamiento por la falta de relevo generacional y de desconcierto por los gustos cambiantes de los consumidores urbanos. Tal y como explica Arnau Ribes, un amable agricultor de 21 años, en el campo todo va más lento y adaptarse a los ritmos del consumismo y las modas de la ciudad es imposible, prácticamente una trampa.
A su parecer, el estreno del filme puede ser una buena excusa para h ablar de los problemas del campo , por lo que resalta una de sus inquietudes en esas latitudes. Advierte que si un producto triunfa de repente en los supermercados, los payeses tardan cinco o seis años en poder adaptarse. Lo mismo ocurre a la inversa. En Lérida, muchos arrancaron sus almendros cuando el precio estaba por los suelos. Hoy, es uno de los productos más valorados. Cambiar los árboles por placas, como se muestra en la película de Simón, quizás puede ser otro mal negocio aunque en el caso de este joven su principal preocupación se limita ahora a podar y preparar sus frutales (peras y membrillos) para la próxima floración. «Yo tengo vocación, si no, no estaría aquí», asegura. Tiene claro que su futuro está entre cultivos , aunque reconoce que los melocotoneros que protagonizan las tramas de ‘Alcarràs’ no le atraen mucho. «En verano, cuando se cosechan, es muy desagradable, sueltan polvo y te arde todo el cuerpo», resalta.
![Los vecinos de Alcarràs siguieron la Berlinale con gran emoción](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2022/02/20/image-U307441489969dB--510x349@abc.jpg)
El ejemplo de Ribes es una ‘rara avis’. Pocos a su edad quieren ligarse al campo como él en Alcarràs. Sus jornadas son casi de sol a sol . Empieza a trabajar al amanecer, momento en el que alimenta los animales, y alarga su horario hasta que anochece. «La mayoría de padres tampoco quieren que sus hijos se dediquen al campo, igual con la película hay más vocaciones. Espero que algún día esto cambie », reconoce mientras poda sus árboles, que florecerán en dos o tres semanas, poco antes de que se estrene la película en los cines españoles el próximo 29 de abril.
«Un brote de ilusión»
Una de las voces más ilusionadas con el inesperado éxito de Alcarràs es el alcalde del pueblo, Jordi Janés. «La película ha supuesto un brote de ilusión en un momento en el que el campo se siente ignorado e incluso criminalizado con temas como el de los temporeros », explica el edil a ABC. En su caso, lleva dos días pegado al teléfono. «He dado más de cuarenta entrevistas», reconoce entre orgulloso y desbordado.
En Alcarràs, la entrega del Oso de Oro fue una pequeña revolución. El pueblo entero se vistió de gala para seguir, con nerviosismo, la entrega de estos premios. En el teatro del pueblo, además, instalaron una alfombra roja y proyectaron el evento en presencia de un centenar de vecinos y de varias cajas de fruta. Tal y como reconoce el alcalde, el reto del pueblo ahora será recoger los frutos que dejará su recién estrenada fama cinematográfica .
«Hay mucha ilusión en el pueblo. De hecho, algunos vecinos ya están pensando en cómo pueden rentabilizar el fenómeno para dar salida a los productos de la zona, la fruta, pero también la carne, que es muy buena». Por el momento, ya se han doblado las reservas de urbanitas interesados en visitar Alcarràs cuando florezcan los frutales. Los campos pintados de blanco y rosa por la primavera quizás sean la mejor forma de a compañar el grito de auxilio que, en cierta forma, es ‘Alcarràs’ ante la despoblación y la crisis del campo.
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