spectator in barcino
Delirios objetivamente identificables
El independentismo que, como toda secta mística, es incapaz de soportar demasiada dosis de verdad -la república duró ocho segundos y nadie desde el mundo la miró-, no dejó de padecer alucinaciones
![Manifestación contra la cumbre hispano-francesa de Barcelona](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/02/05/DAMBin-RUUVy8xIr7qIkTjnRWSRo0J-1200x840@abc.jpg)
Acabo de leer 'El deseo interminable' (Ariel). José Antonio Marina postula la 'psicohistoria' para desvelar las claves emocionales de episodios históricos presididos por grandes palabras como la Felicidad. La ambigüedad del término, convertido en artículo de consumo, confunde entre la felicidad subjetiva (el estado de ánimo) y la objetiva (situación social, pública o política), «desdibuja nuestro mapa de situación y emborrona parte de nuestras decisiones», señala Marina.
Hace una década las elites catalanas políticas y una sociedad civil narcotizada por las subvenciones confundieron su felicidad propia y extractiva con la felicidad de todos los catalanes: impusieron en Cataluña un estado independiente en forma de república. Conviene reiterar que lo acontecido los días 6 y 7 de septiembre con su desenlace del 1 de Octubre -¿cuándo facilitarán la lista de los famosos mil heridos?- nace de la dificultad en distinguir entre la realidad y el deseo. Desvarío que culmina en un golpe a la democracia constitucional. Proceso de autosuficiencia cultural que, como apunta Marina al referirse a los enemigos de la Ilustración, conduce «a una relativización no solo de las normas, sino también de la verdad».
'El derecho a decidir' devino, en afortunada paráfrasis de Ramón de España, el derecho a delirar. Tiempos en que el independentismo gritaba «el mundo nos mira»; carteles en los que se establecía la lista de deseos para «el nuevo país». Una Cataluña cuento de la lechera en la que se comería cada día helado de chocolate de postre y que, al dejar de ser «expoliada» –«España nos roba»- por el Estado «represor» contaría con una tecnología sanitaria tan avanzada que curaría el cáncer.
Como todo se ve del color del cristal con que se mira, según versificó Campoamor, el separatismo escogió el amarillo de los emoticonos con los que convocaban las concentraciones en unas calles que «siempre serán nuestras».
El delirio condiciona sobremanera la percepción de la realidad. Y el independentismo que, como toda secta mística, es incapaz de soportar demasiada dosis de verdad -la república duró ocho segundos y nadie desde el mundo la miró-, no dejó de padecer alucinaciones.
El historial es amplio, pero podemos trasladarnos al 14 de abril de 2020, efeméride de la incierta gloria republicana. Pero no es esta fecha lo que nos ocupa sino la del 11 de septiembre de 1714. Aquella mañana apareció en TV3 Miquel Buch, consejero de Interior y antiguo portero de la discoteca Titus de Badalona. Exigía indignado al «gobierno de España» -lo decía siempre en castellano mascando cada sílaba- explicaciones por una presunta ofensa al pueblo catalán: la cifra de 1.714.000 mascarillas enviadas a Cataluña para prevenir el coronavirus coincidía con 1714, año de la toma de Barcelona por las tropas borbónicas en la guerra de Sucesión. Si la primera interpretación ya deparaba cierta vis cómica, la que vino a continuación resultaba más risible: «Si a alguien del Gobierno se le pasa por la cabeza que la próxima cifra de mascarillas o test tenga que ver con el año 1.939, no se lo permitiremos. Con la historia de los catalanes no se juega».
Buch no era el único que columbraba insultos simbólicos. La consejera de Empresa Àngels Chacón se escandalizó por la propaganda del Ministerio de Sanidad en la prensa con el lema «Este virus lo paramos unidos». Se preguntaba por qué la palabra virus había de aparecer en amarillo, como si el color del independentismo se identificara subliminalmente con la pandemia.
Más casos de delirantes hilarantes. Eduard Pujol, portavoz de Junts en el Parlament, aseguraba que le perseguía un señor en patinete (del CNI) y esta misma semana Elisenda Paluzié, exlideresa de la ANC y actual vicepresidenta de la Organización de Naciones y Pueblos no Representados (UNPO) rabia en Twitter: recibió una carta de la Generalitat en versión bilingüe y -¡menudo trauma!- al abrirla se topó con la parte de la hoja que estaba en castellano lo que le obligó a… ¡darle la vuelta para poder leerla en catalán!. La deducción de esta patriota con mono de tertulia de TV3 es que la Generalitat da a entender que el catalán sobra. Es la «minorización» que tanto preocupa a Jordi Pujol.
En 'El deseo interminable' Marina dedica un capítulo a los nacionalismos e identidades: movimientos antiilustrados que establecen límites a lo que no atañe a su lengua y su cultura. «A través del culto a la identidad, del rechazo de la razón, de la negación de la posibilidad de una verdad universal, el pensamiento posmoderno ha caído en la tentación tribal, lo que le convierte, a pesar de sus estilos rompedores, en pensamiento reaccionario», concluye.
La justicia europea -que tanto invocaban los fugados- da la razón al juez Llarena, pero el independentismo se va por las ramas: no habrá extradición porque los perseguidos conforman un «grupo objetivamente identificable». Totalmente identificable: por sus delirios los conoceréis.
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